Desde que, por azares de la vida, caí en el mundo de la productividad –allá por 2007– y empecé a estudiar a algunos autores y a investigar por mi cuenta sobre este tema, si echo la vista atrás, me doy cuenta de que, gracias a ello, he ido cambiando y mucho, aunque a más de uno le cueste creerlo.

No tengo ninguna duda de que según he ido aplicando una serie de técnicas y asentando en mi persona ciertos principios y hábitos productivos, estos cambios han logrado sacudir mi mundo y me han hecho ver mi vida y mis obligaciones desde otros puntos de vista.

Todo ha sido tan sencillo o tan complicado, según se vea, como lograr crear un sistema de confianza que me permite tener un inventario completo de compromisos, que he aprendido a gestionar de acuerdo con mis prioridades y con mis intereses.

No ha sido fácil, he de ser sincero, pero la mayor dificultad en todo este camino ha consistido en transitarlo solo y sin ayuda. He tenido que testar diversas técnicas, en solitario y sin consejos, hasta hallar las que a mí me servían y que, al final, me han permitido dar ese vuelco a mi vida.

Ha habido en este camino muchos ensayos, pruebas y errores que corregir hasta que he conseguido dar con una sistemática que me permite tener una especie de –y permitidme la licencia de describirlo así– tablero de instrumentos con el que controlo todas las variantes que se me presentan para mi gestión personal y profesional.

Tomando el control de mi entorno, que no de mi tiempo, he logrado mantener la calma y la atención sobre lo que debía en cada momento en mi trabajo, mientras que sin esfuerzo puedo vigilar y mantener, también, mi foco sobre aspectos importantes de mi vida personal: la pareja, los hijos, la familia, la salud, mi desarrollo personal, las finanzas, el ocio, los proyectos y mi carrera.

Ser incapaz de tomar este control no te hará perder el tiempo, ni tan solo te hará perder el poder de decisión sobre aspectos importantes de tu vida profesional, sino que, con toda probabilidad, te puede conducir a la ruptura o el caos en algunas o en todas las otras áreas de su vida.

Una de las ideas que más influyó en mi persona fue la de darme cuenta de que el tiempo no se pude gestionar. Todo el mundo recibe la misma cantidad de tiempo todos los días, sin excepción. No importa ni el trabajo que se desarrolle, ni dónde se viva. Cuando una persona se siente satisfecha con lo que ha hecho y conseguido a lo largo del día, esta situación tiene más que ver con las tareas que haya elegido o le hayan permitido hacer que con la gestión de su tiempo.

Un concepto muy importante que necesitas asimilar para progresar en esta dirección de productividad plena consiste en tener muy claro que todo compromiso, cualquier asunto que haya llegado a ti, tiene que ser autogestionado. Es decir, sobre todas y cada una de esas cosas deberás tomar alguna decisión meditada, deberás pensar sobre su significado y el nivel de compromiso que representan para ti y decidir en función de ello cómo proceder. Esto te va a permitir registrar al menos un recordatorio de algo en tu inventario que, más adelante, cuando quieras o cuando sea necesario, podrás consultar.

Nadie debe hacerlo por ti, es un trabajo que no se puede delegar y consiste en pensar sobre todas las cosas que en algún momento han rondado por tu cabeza, para así tener la claridad suficiente sobre a qué debes dedicar tu atención. De esta manera es muy fácil ir construyendo un inventario completo que te ayude en cada momento a tomar buenas decisiones sobre tu trabajo o tu vida.

Para poder llegar a este punto, es necesario que previamente hayas apartado de tu mente cada idea nueva que te aparezca. Escribe esos nuevos asuntos para tenerlos fuera de tu cabeza de manera que no se te olviden ni te causen estrés tratando de recordarlos.

Utiliza lo que quieras, lo que más fácil te resulte: en un papel, en un ordenador, donde sea, pero siempre hay que sacarlo de la cabeza para después poder pensar con objetividad y decidir qué debes hacer con este compromiso nuevo.

Ten en cuenta que tu mente, a lo largo de la evolución del ser humano como especie, ha ido desarrollándose con un fin más alto que el de tratar de que no se te olviden las cosas que tienes que hacer. La evolución natural de esa mente la ha preparado para que trabaje en tener ideas y desarrollarlas, pero no para almacenarlas. Aprovecha con lógica esta ventaja que te ha dado la naturaleza para gestionar tu vida.

José Ignacio Azkue