Como he explicado en más de un artículo de los que publico en mi blog de productividad, la posibilidad y conveniencia de una buena gestión del tiempo es una de las creencias más extendidas con las que me encuentro. En casi todos los seminarios, talleres y cursos que imparto, hay alguna o varias personas con un fuerte arraigo en esta errónea y, desde hace ya algún tiempo, caduca idea.

La verdad es que, además, en muchos casos cuesta un gran esfuerzo quitar de la cabeza de esas personas este concepto equívoco y, queramos o no, lo debemos de hacer si queremos que se entienda que la productividad personal no depende de la gestión del tiempo sino de otros factores más relevantes.

Mientras se siga creyendo que se puede gestionar el tiempo, y dado que las creencias crean realidades, aunque éstas no sean ciertas, las personas no prestarán su atención a lo que de verdad sí se puede gestionar, como es la correcta gestión de nuestra atención. Esta idea, es fundamental para mejorar la productividad y la efectividad de las personas.

El tiempo de reflexión es una economía de tiempo” Publio Siro.

Aquel que de verdad tenga un compromiso o una necesidad de mejora, si de verdad pretende hacer un cambio en la manera de gestionar sus compromisos y su vida profesional o personal, antes de dar el primer paso deberá comprender y asimilar la siguiente realidad, por mucho que su cabeza y sus creencias le digan e insistan en lo contrario: el tiempo es ingestionable.

Partimos del error de considerar al tiempo como un bien escaso y que, por lo tanto, hemos de gestionarlo correctamente. Y ni es un bien, ni es escaso. Es simplemente un concepto que usamos los humanos para medir, para tomar referencias e incluso para comparar.

Podríamos decir que el tiempo fluye de manera constante, pero nadie, ni tan siquiera los que lo pretenden gestionar lo pueden alargar, ralentizar, acelerar, ahorrar o guardarlo para usarlo en el futuro. Tampoco se puede perder el tiempo, porque pasa siempre de la misma manera y a la misma velocidad, tanto si hacemos algo provechoso, como si lo que hacemos no vale nada.

Las horas en un caso o en el otro tendrán exactamente los mismos sesenta minutos, y estos, a su vez, los correspondientes y constantes sesenta segundos. Lo único que tal vez cambie sea nuestra percepción personal de la rapidez relativa con la que pasa. Pero esto no deja de ser nada más que eso, nuestra sensación particular, que no tiene por qué coincidir para nada con la realidad.

Puedes pedirme cualquier cosa que quieras, excepto tiempo” Napoleón.

Nadie por mucho que gestione, supuestamente, bien sus 24 horas del día, terminará teniendo 25, 26 o las horas de más que quiera. Tampoco sucede al contrario; por muy mal que gestiones, por ejemplo, tus ocho horas laborales, no terminarás teniendo siete, seis o cuatro. Habrán trascurrido tus ocho o veinticuatro horas, con independencia de que hagas lo que hagas o, dejes de hacer lo que no hagas.

Es algo sobre lo que no podemos influir, simplemente pasa, discurre con independencia de nuestra voluntad. Es como si no existiéramos para él, nos ignora en su avanzar desde el comienzo de los tiempos y lo hará hasta el final del universo, si es que, con ese final acaba también el tiempo.

Peter Drucker fue de las primeras personas que, en el siglo pasado, se percató de esta realidad. Hace ya unos cuantos años que lo afirmó, y en su extensa obra aportaba, entre otras muchas cosas, un nuevo elemento, una nueva idea, que se ha demostrado como una realidad palpable en la actualidad, con los cambios que se han producido en la naturaleza del trabajo. En realidad, y sobre todo desde hace unos años el problema de los profesionales, de los trabajadores del conocimiento, no es de gestión del tiempo porque todos tenemos el mismo; hagas lo que lo que hagas, siempre tendrás veinticuatro horas al día. El verdadero problema es de gestión de la atención.

Nunca hay suficiente tiempo para hacerlo todo, pero siempre hay suficiente tiempo para hacer lo más importante” Brian Tracy.

Afirmar “que no tenemos tiempo”, el justificar la existencia de “los ladrones de tiempo”, no es más que echar balones fuera y tratar, de esta forma, de eludir nuestra responsabilidad por la pésima elección de aquello a lo que dedicamos nuestra atención.

En otras palabras, la responsabilidad de lo que hacemos y, por consiguiente, de lo que conseguimos, solo depende de lo acertada que sea o no la elección de nuestras acciones. No depende de si tenemos tiempo o no para hacerlas. Porque tiempo siempre hay y habrá. El problema es a qué dedicamos nuestra atención, es decir, por qué elegimos hacer otras tareas, acciones que no son las adecuadas con nuestros fines. Por tanto, para llegar a lo que queremos, tendremos que realizar un mayor esfuerzo y nos costará mucho más llegar a lograrlo.

Si queremos evitar esta situación y tener claridad sobre a qué debemos prestar nuestra atención, es imprescindible que pensemos sobre nuestro trabajo, aunque esto para muchos sea una novedad y para casi todos algo difícil de hacer.

El trabajo más importante de un trabajador del conocimiento es definir su propio trabajo” Peter Drucker.

Hacerlo de esta manera, es decir: identificar, pensar y definir para gestionar correctamente nuestra mente y por ende nuestro propio trabajo, marcará la diferencia entre el trabajador estresado, que siente que no llega porque no tiene tiempo para todo, y el trabajador focalizado que trabaja de manera relajada y sin estrés.

Mientras el primero, que trata de hacer muchas cosas, y en su cabeza la idea que domina es hacer lo más posible en menos tiempo, acaba pagando el peaje de no gestionar correctamente su atención, por lo que le quedan relegadas de manera reiterada las acciones y tareas que de verdad debería de hacer.

En cambio, el segundo, al gestionar su mente y su atención, logra tener la claridad suficiente para elegir en función de sus intereses. Esta persona gestiona acciones. Sabe qué cosas tienen que ir primero y sabe que cosas debe dejar sin hacer para conseguir el resultado que persigue; es una persona productiva y efectiva.

Y para ti, cuál es el recurso más preciado que debes gestionar ¿tu tiempo o tu mente y atención?

 

 

José Ignacio Azkue