Podemos decir que la atención es aquella cualidad perceptiva que actúa como filtro ante diferentes estímulos ambientales. En productividad tiene mucha importancia ya que, gracias a ella, podemos evaluar estos estímulos y dar prioridad a los que consideremos más relevantes.

Puedo caminar automáticamente, sin ser consciente de que lo estoy haciendo, mientras mantengo fija la atención en las palabras de mi acompañante, hasta que el frenazo de un coche me “obliga” a dirigirla hacia el sonido chirriante que acabo de oír. En ese momento, la figura del coche destacará sobre el resto de las imágenes y estímulos; seré capaz de entregarle al frenazo una gran parte de mi energía mental. Y allí la mantendré hasta que decida qué relevancia tiene, para mí, lo que acaba de captar mi atención.

La atención es un mecanismo de nuestra mente limitado cuya función primordial es controlar y orientar nuestra actividad consciente hacia algo determinado que cierto estímulo nos ha provocado.

Esta es una capacidad que compartimos parcialmente con los animales. Digo parcialmente porque cuando un animal se pone en alerta al oír u olfatear algo determinado, la atención involuntaria le hace dirigir sus sentidos hacia esa fuente que le alarma. Los humanos también disponemos de este tipo de atención, de modo que determinados estímulos nos pueden alertar y reaccionamos igual que los animales, dirigiendo nuestra atención inconscientemente.

En tales casos, la atención depende de los estímulos que el medio proporciona y son, por tanto, externos a nuestra persona. Les prestamos atención sin estar predispuestos a ello, acaparan nuestra atención sin quererlo, simplemente por su propia intensidad o carga emotiva.

Esta atención en el ser humano se caracteriza por ser emocional y pasiva, ya que el individuo no se dirige hacia el estímulo de manera intencionada ni tampoco le supone ningún tipo de esfuerzo, además de no estar vinculada a motivos, necesidades o intereses inmediatos del individuo.

Sin embargo, como factor diferenciador con el reino animal, y en virtud del mayor desarrollo de nuestro cerebro, disponemos también de una atención voluntaria. Es decir, podemos decidir de manera consciente, de entre un cúmulo de estímulos, a cuál vamos a prestar nuestra atención.

En la vida, las cosas en las que fijamos nuestra atención crecen”, John Gray.

Por tanto, dependiendo del nivel del control de voluntad, se puede hablar de atención involuntaria o voluntaria y es esta última, en cuanto a nuestra efectividad la que nos interesa para saber a qué y cómo estamos prestando nuestra capacidad productiva.

Podemos hablar, principalmente, de dos tipos de atención en función de los mecanismos que utilicemos para ponerla en marcha:

La atención selectiva es la habilidad del individuo para focalizarse en los aspectos que requieren una determinada situación o actividad, logrando, a la vez, apartar todo aquello que no resulta indispensable para llevarla a cabo.

Es primordial si queremos ser productivos, ya que nos permite discernir entre lo que podemos y lo que debemos de hacer. Es decir, estamos aprovechando nuestra capacidad para centrar la atención en lo que realmente nos interesa mientras que estamos permitiendo obviar aquellas otras cosas que, siendo trivialidades o no, en el momento concreto no son pertinentes.

De esta manera, gracias a la atención selectiva, nos es posible determinar la acción que queremos realizar, la operación mental que deseamos llevar a cabo o el objeto que nos interesa analizar.

Esta forma de dirigir nuestra atención arrebata el protagonismo al estímulo, nos libera de él y nos permite orientar nuestra energía mental y, con ella, nuestra acción de modo efectivo.

Por otra parte, la atención sostenida se da cuando una persona necesita permanecer consciente y concentrada en los requisitos necesarios para llevar a cabo una determinada actividad, y así poder desempeñarla durante un cierto período de tiempo.

Consiste en centrar voluntariamente toda la atención de la mente sobre un objetivo o una actividad que se esté realizando. También nos permite dejar de lado, voluntariamente, toda una serie de hechos u otros estímulos que puedan ser capaces de interferir en su consecución.

La atención sostenida también tiene que ver con la productividad, ya que no es posible hacer trabajos de calidad, y hacerlos bien, si no logramos la concentración necesaria para ello en algún momento del día.

En ambos casos, las causas por las que se presta atención a algo no provienen del entorno, sino que son decisiones tomadas conscientemente por el propio individuo. En general, es la motivación que nos provoca el alcanzar nuestro deseo o el conseguir un logro identificado previamente. Esto hace que nuestra atención se centre en algo determinado y no se la dediquemos a un estímulo externo que no depende de nosotros.

Cuando la atención no está dominada por la voluntad, y sobre todo en el trabajo, que es lo que nos interesa principalmente en este blog de productividad, las personas terminan por ir por el camino de la reacción a cualquier tipo de estímulo.

Se convierten en los sufridores de las interrupciones, de las urgencias, del correo electrónico, de los compañeros o de la multitarea. Por cierto, esta última es muy típica en las personas que no son capaces de centrar su atención de manera sostenida sobre una acción.

Por esa razón es tan importante, si queremos mejorar nuestra productividad, lograr una óptima gestión de nuestra atención. Debemos adquirir la capacidad, en todo momento, de saber a qué la debemos dirigir y por qué lo hacemos. Esto es la atención voluntaria y consciente.

Si, además, conocemos cuáles van a ser las consecuencias de esa elección, las decisiones que tomemos sobre nuestra atención serán más fáciles de llevar a cabo y seguro que nos reportarán mejores resultados que cuando atendemos a nuestro entorno.

Cuando una persona no consigue gestionar su atención queda a merced del estímulo, y le resulta muy difícil controlar su comportamiento. Podríamos entonces hablar de “déficit de atención”, que va unido muchas veces a impulsividad e hiperactividad. Y esto en productividad puede ser y es, de hecho, nefasto.

 

José Ignacio Azkue