En muchos casos gran parte del estrés, el miedo y la angustia que experimentamos en el día a día tiene que ver con nuestra productividad: con nuestra capacidad de gestionar los compromisos; con la claridad con la que ordenamos nuestras prioridades; con el control de nuestro entorno y, por supuesto, con todo lo que pueda representar cualquier cambio que se nos presente o que intuyamos que se va a producir.

La célebre frase convertida en lema be water, my friend, que pronunció Bruce Lee en su última entrevista, explica con muy pocas palabras cómo algunos movimientos filosóficos y estilos de vida abrazan totalmente la idea de que todo puede cambiar y que, de hecho, lo hace constantemente. Que se produzcan esos cambios es algo bueno, y es tan normal que sucede continuamente en la naturaleza.

Este famoso personaje –actor, maestro de artes marciales, cineasta e, incluso, filósofo– dijo en esa entrevista: “Vacía tu mente, no tengas forma ni figura, como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella, si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir, o puede golpear. Sé agua, amigo mío”.

Desde mi punto de vista, la adaptación a los cambios o la flexibilidad ante ellos, son referencias que se ponen de manifiesto en esta conocida cita y que, además, podemos aplicar en nuestras propias acciones y es de vital importancia cuando hablamos de productividad.

Teniendo en cuenta cómo ha ido evolucionando la naturaleza del trabajo y el momento de crisis que vivimos actualmente con la COVID-19, esta reflexión se hace aún más latente. Es imprescindible meditar sobre ella y el significado que se puede extraer de sus palabras. Mucha gente ha tenido que adaptarse a nuevas situaciones laborales a pesar de no estar lo suficientemente preparada para ello, o de no gozar de la energía o confianza necesarias para afrontar el cambio.

Es aquí cuando pienso que la cita de Bruce Lee adquiere total significado: tenemos que actualizarnos, renovarnos, adaptarnos, aclimatarnos, habituarnos. Es decir, debemos encontrar nuestra forma ideal en una sociedad cada vez más heterogénea y cambiante, que viaja a toda máquina hacia un destino que, en muchas ocasiones, ni se ve. Es por todo ello que deberíamos actuar como el agua que baja por un arroyo montañoso, y que adapta, en su avanzar, su forma con cada piedra, con cada curva, con cada accidente que encuentra a su paso; que fluye sin esfuerzo, pero con la potencia necesaria para seguir su camino.

Pero decirle a alguien que para tomar el control en su día a día debe ser flexible y dejarse fluir es como decirle a una persona que está triste que deje de estarlo. Realmente, de muy poco le va a servir si no le decimos cómo puede cambiar su estado.

Para que una persona consiga ser flexible y fluir como el agua, para que logre adaptarse a cada circunstancia, es imprescindible que consiga mantener tranquila y relajada su mente. Este estado es prácticamente imposible de alcanzar si utiliza su cabeza para almacenar recordatorios de tareas que tiene pendientes por hacer.

Si forzamos a nuestra memoria a mantener “pestañas abiertas” de las cosas que van surgiendo a lo largo del día, terminará, más pronto que tarde, por dispersarse entre todos esos frentes abiertos y, sin duda, la obligaremos a esforzarse para tratar de no olvidar y controlar cada uno de esos recordatorios.

Pero nuestra mente no está preparada para ser un almacén de recordatorios. Por eso se nos olvidan esas tareas pendientes y, esto mismo, nos resta calma y serenidad. Sin embargo, la evolución la ha preparado para que sea una gran fábrica de ideas.

Cuando la dejamos trabajar para lo que ha sido formada, sin la presión de tratar de recordar cosas por hacer, es cuando puede adaptarse al entorno como el agua. Solo entonces actuará como tal, fluyendo o golpeando, sin fallarte, creando nuevas ideas.

Te pongo a continuación el consejo más sencillo y práctico que se te puedo dar para liberar tu cerebro y que pueda fluir como debe:

  • Si tienes una tarea pendiente por hacer, anótala.
  • Si te han pedido o tienes una cita, anótala en tu calendario.
  • Si estás esperando de vuelta el trabajo de otra persona, anótalo.
  • Si te interrumpen para pedirte algo, anótalo y sigue con lo que estabas haciendo hasta terminarlo.
  • Si tienes una idea, anótala.
  • Cuando te des cuenta de que se te ha presentado un posible compromiso, anótalo.
  • Y, sobre todo, no trates de separar tu vida profesional de la personal y créate un único inventario de recordatorios de tareas pendientes por hacer.

No es tan difícil, ¿verdad? La complicación desaparece cuando consigues transformarlo en un hábito, y para empezar es el mejor consejo que te puedo dar. Te sugiero y te animo a que vuelvas a ver cómo empieza el «discurso» de Bruce Lee. Verás la razón que tiene cuando dice: “Vacía tu mente, no tengas forma ni figura, como el agua”.

Deja a tu cerebro tranquilo y verás cómo, cada vez más, será flexible y fluirá como el agua.

 

José Ignacio Azkue