Cuando en nuestra vida y, sobre todo, en nuestro trabajo nos fallan una serie de hábitos productivos, es muy fácil que el estrés acabe formando parte de manera constante e intensa de nuestra vida. Seguramente nos llegue desde diferentes sitios y de diferente manera. Incluso sea posible que, en relación con  alguno de esos detonantes no podamos evitarlo. En cambio, la buena noticia es que sí podemos actuar de una forma proactiva para evitarlo en algunos casos.

El estrés es la respuesta fisiológica, psicológica y de comportamiento de un sujeto que busca adaptarse y reajustarse a presiones tanto internas como externas.

Aunque pensemos que todo estrés es malo y perjudicial, hay uno que no tiene por qué ser considerado así. Más bien al contrario, podríamos decir que hay un estrés bueno que nos ha permitido a los humanos sobrevivir a lo largo de la historia y llegar hasta donde estamos porque nos ayuda a adaptarnos a lo desconocido. Es el estrés que “sufrimos” cuando nos enfrentamos a un trabajo nuevo, a una mudanza, a una presentación que tenemos que realizar ante un cliente, etc. Este tipo de estrés nos ayuda a estar más alerta y a superarnos.

Pero el que más sentimos y más daño nos hace es el estrés perjudicial, el malo. Este puede tener varios orígenes.

Hay uno que nos viene de causas externas sobre las que poco podemos hacer para evitar experimentarlas. Por ejemplo: si nuestra competencia nos ataca tratando de quitarnos clientes con precios agresivos  a los que tal vez no podamos llegar; cuando por causas imputables al mercado tenemos un incremente sustancial de trabajo; cuando las constantes y crecientes demandas del mundo a nuestro alrededor nos sobrepasan y abruman; cuando a un estudiante, por una mala planificación (seamos generosos y llamémoslo así),  le llega la fecha de los exámenes y siente que no puede llegar a todas la asignaturas; o cuando problemas familiares nos agobian.

No hay estrés en el mundo, solo gente creando pensamientos estresantes y luego actuando sobre ellos”. Wayne Dyer.

Cuando hablamos de productividad solemos mencionar otro posible origen del estrés. Sobre este sí que podemos actuar de manera consciente y voluntaria para minimizarlo. Porque este estrés procede del incumplimiento, en general sistemático, de acuerdos a los que has llegado contigo mismo o con los demás, y que no cumples. La única forma de solucionar esta fuente de estrés, como es evidente, es cumplir los acuerdos, anularlos o renegociarlos. La solución al problema sería relativamente fácil y nos costaría poco en términos de estrés si tuviéramos una visión completa de todos esos compromisos. El problema es que los olvidamos y, ante esta situación, no nos resulta posible ni cumplirlos, ni renegociarlos, ni anularlos. Lo único que nos queda es el estrés que nos autoproducimos  a base de pensar en  cuándo nos estallará ese asunto que no recordamos pero que sabemos que hemos asumido y que, tarde o temprano, surgirá de manera molesta y perjudicial para nosotros.

Ponte una lavativa en el cerebro. Te irá mejor que una en los intestinos”. Michel Eyquem de Montaigne

Este último tipo de estrés tiene fácil solución, y sus efectos se pueden minimizar. Basta con seguir los consejos, sobre los que tantas veces he escrito y tantas veces he hablado en mis talleres y seminarios, para saber cómo gestionar nuestros compromisos y ponerlos en práctica de manera productiva y eficaz.

Este tipo de ese estrés es el malo y, como todo estrés malo,  siempre que se prolonga en el tiempo, termina causando daños  e incluso estragos en la salud. Hay efectos no tan dramáticos, pero seguro que siempre muy molestos, que pueden aparecer a corto plazo. Sin embargo, los que llegan a aparecer después de acumular estrés por periodos prolongados de tiempo pueden ser muy serios y afectar de manera importante a nuestra salud.

En cuanto el estrés aparezca por tu vida, antes de que te des cuenta, afectará a tu sueño y descanso, terminará afectando también a tus relaciones familiares, a tu ocio y a tu trabajo. Como consecuencia de un mal descanso tu humor cambiará, te sentirás más irritable. Es posible que tengas más dolores de cabeza que los que sentías antes. Esta situación no es buena para tu entorno, y aún menos para ti, y ten por seguro que no te ayudará a cumplir con tus responsabilidades.

Este tipo de problemas puede causar síntomas parecidos a enfermedades que consideraríamos como graves. El estrés persistente puede llevar a que se presente ansiedad y comportamientos malsanos como comer demasiado y consumir alcohol o drogas en exceso. Este estado emocional puede tener los mismos o similares síntomas que la hiperactividad de la tiroides, el bajo nivel de azúcar en la sangre o un ataque cardíaco.

El tipo de ansiedad que nos causa el estrés, si éste es prolongado en el tiempo, generalmente viene acompañado de síntomas como:

  • Dolor abdominal
  • Diarrea o necesidad frecuente de orinar
  • Mareos
  • Sequedad en la boca o dificultad para deglutir
  • Dolores de cabeza
  • Tensión muscular
  • Respiración rápida
  • Frecuencia cardíaca rápida o irregular
  • Sudoración
  • Fasciculaciones o temblores
  • Disminución de la concentración
  • Fatiga
  • Irritabilidad, incluyendo “perder los estribos”
  • Disfunciones sexuales
  • Dificultad para dormir y pesadillas

En estas situaciones, además de métodos y técnicas de productividad personal, herramientas como “Mindfulness” también pueden aportar algo más que un granito de arena para solucionar sus efectos perniciosos.

En español podríamos traducir estas técnicas como “conciencia plena” y nos sirve tanto para nuestra vida laboral como para nuestra vida privada. Para ello, lo único que necesitamos es entrenar nuestra mente para que sea capaz de centrarse siempre en una única tarea.

Tomarse un tiempo cada día para relajarse y renovarse es esencial para vivir bien”. Judith Hanson Lasater.

Hoy en día, debido a la sobreestimulación que sufrimos sobre todo en nuestro trabajo, caemos con demasiada frecuencia en la multitarea. Es como si estuviéramos entrenando constantemente a nuestro cerebro para que pasara de una actividad a otra sin meditar sus consecuencias. Lo estamos entrenando para que dejemos tareas sin terminar con el fin de empezar otras y sin tener en cuenta el alto precio en términos de productividad y de salud que pagamos con ello. Estoy leyendo un correo electrónico mientras hablo por teléfono y trato de pensar en lo que vamos a tratar en la reunión que voy a tener en menos de media hora.

Pero no desesperes. Sabemos que deshacerte del estrés no es algo fácil. Pero debes saber que hay formas de aliviarlo y superarlo; al menos en caso de que sea como consecuencia de la mala gestión de nuestros compromisos, sin que tengamos que realmente hacer un gran esfuerzo para conseguir buenos resultados.

 

José Ignacio Azkue