Hay mucha gente, sobre todo a principios de año, que se propone realizar grandes o pequeños cambios en su vida. Y entre éstos puede que esté la mejora de su productividad personal. También son muy típicos los propósitos de adelgazar, hacer deporte, aprender algún idioma, dejar de fumar, etc.

Al final, la realidad es que la mayoría de estos propósitos se estrella contra la naturaleza humana. Se estrella, no por el tamaño del reto, sino contra la tendencia natural que tenemos de permanecer dentro de nuestra zona de confort, sin salirnos de ella para enfrentarnos a lo desconocido. No nos damos cuenta, pero de manera inconsciente nos resistimos al cambio porque, para lograrlo, probablemente tengamos que pelear por adquirir hábitos nuevos o modificar otros que llevan acompañándonos desde no sabemos cuánto tiempo. Es probable que, además, tengamos que cambiar creencias adquiridas a través de la socialización o de nuestras experiencias vitales, y todo esto cuesta. No vemos el mundo como es, lo vemos como somos.

Nos supone un gran esfuerzo el cambio, y muchas veces abandonamos nada más empezar o incluso antes de hacerlo. Los objetivos que nos habíamos planteado, tal vez con un excesivo optimismo, ahora nos parecen gigantes, el trabajo a realizar para conseguirlo una epopeya, y nuestra voluntad, que es lo que realmente falla, la sentimos como muy pobre.

«Imposible es solo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible NO es un hecho, es una opinión. Imposible no es una declaración, es un reto. Imposible es potencial. Imposible es Temporal«. Mohammed Ali

Pero existe una manera de afrontar estos retos, una técnica, un método sobre pequeñas acciones, pequeños cambios en nuestros hábitos y que nos facilita sencillos movimientos de avance que nos llevan a una motivación acumulativa  para ayudarnos a transformar tanto conductas como empresas.

Cuando identifiquemos proyectos a realizar, metas a lograr, objetivos a alcanzar, independientemente de su grandeza, su dificultad o importancia, asumir estos hitos como si fueran un enorme cambio en nuestra vida o una importarte dedicación en nuestra profesión puede resultar contraproducente, porque cualquier pequeño fallo en su cumplimiento, la propia pereza que nos produce todo cambio o cualquier desajuste en su continuidad, terminará desmotivándonos, produciendo un abandono temprano, o apartando de nuestro foco lo que habíamos deseado alcanzar.

Cuando se dan estos condicionantes, es cuando podemos hablar y de pensar en la filosofía Kaizen. Es de origen japonés y su significado viene a ser como una mejora continua basada en pequeños pasos o avances. Tiene su origen en la milenaria cultura japonesa donde está muy arraigada la idea y el concepto de que cada día, de cada persona, debe de tener alguna, aunque sea mínima, mejora. Como todo lo que funciona bien en la cultura japonesa, esta idea ha calado también en el espíritu de muchas de sus empresas y se aplican desde hace tiempo como estrategia para mejorar la calidad en las organizaciones. Dada su efectividad no ha tardado en extenderse por el resto del mundo industrial, aunque en nuestro país, sea una verdadera desconocida.

Para Masaaki Imai, responsable de popularizar el concepto de Kaizen, significa mejoramiento continuo en la vida personal, en la casa, la vida social y en el trabajo.

El Kaizen es una técnica que sintoniza perfectamente con nuestra condición biológica (lo explican mejor autores como Robert Maurer). Al parecer, nuestro cerebro rechaza de manera inconsciente los grandes cambios y reacciona con temor, anulando cualquier motivación al cambio. Sin embargo, si realizamos pequeñas pero constantes acciones en dirección a un objetivo, el cerebro se siente a gusto, y vivenciamos una motivación acumulativa. Su principio es muy simple: una serie de mejoras continuas y pequeñas  es mejor y más fácil de lograr que un solo cambio grande.

Esta simple idea y su enorme poder, están basados en que así es más fácil anular nuestra predisposición natural al miedo que nos producen los cambios,  las cosas nuevas, los retos por sencillos que sean, y de esta manera podemos poner fin a ese impulso tan humano que nos lleva a la posposición irracional de nuestros trabajos, compromisos y obligaciones, es decir, nos evita caer en la procrastinación.

Cada gran salto que logra, viene después de que haya tomado una decisión clara y firme”. Brian Tracy

Nos cuesta “meterle mano” a las cosas grandes, y uno de los obstáculos que tenemos delante es el temor a fallar, pero las tareas pequeñas y sencillas, nos llevan de manera inconsciente a la acción, nos hacen ponernos en movimiento para quitárnoslas de encima y es como una bola que ponemos a rodar en una pendiente; ésta coge inercia y no para. Si además logramos realizar esto de manera continuada en el tiempo, puede tener un impacto mucho mayor, ya que la repetición espaciada y continua en el tiempo convierte los hechos en hábitos, lo que nos lleva a obtener resultados permanentes y constantes.

Como ponía de ejemplo en un artículo que escribí hace unos años: “Cada vez que tengo que enviar un e-mail a varios destinatarios, me desespera no encontrar los contactos fácilmente, pero tengo un lío en la base de datos, que sólo pensar en ordenarla me da dolor de cabeza”. Bueno, la solución es hacerlo poco a poco. Ordena 10 contactos cada día. “¡Pero mi base tiene más de tres mil!”. No importa. Esta ínfima acción, repetida cada día, generará el Gran Cambio. Llegará un momento que:

  • la acción de ordenar se habrá hecho un hábito,
  • nos moveremos sin esfuerzo en la dirección correcta, y
  • habremos desactivado la temible imagen de la gigante base de datos queriendo fagocitarnos.

Además, esa pequeña acción repetida evitará que cambiemos a la fuerza por un colapso nervioso una tarde ajetreada.

Si sientes que tienes dificultades para generar cambios reales en tu vida, es posible que debas probar con cambios pequeños, llevados a cabo de manera continua. Pasa hoy tres minutos antes de la cena con tus hijos, dedica 5 minutos todos los días a ordenar tu escritorio, come un bocado menos de tu cena sin esperar el comienzo de la dieta el lunes, si quieres hacer deporte oblígate a ponerte las zapatillas aunque hoy no lo quieras hacer. Este sencillo acto puede ser todo lo que necesitas para decidirte a salir y hacer deporte y será lo que necesites para transformarlo en un hábito. Y mañana de nuevo, y pasado, otra vez. En pocas semanas verás que has encontrado una fórmula para transformar tu conducta, tu empresa y toda tu vida.

 

José Ignacio Azkue