Que la productividad y los hábitos van estrechamente relacionados no creo que a estas alturas suene a novedad. Las técnicas o los pasos que hay que aprender para practicar un método de productividad, en cualquier caso, son muy sencillos.

La verdadera dificultad radica en adquirir los hábitos necesarios que automaticen la conducta de una persona ante determinados estímulos porque, si lo consigue, podrá transitar por un buen y productivo camino, ése que le facultará para gestionar correctamente su trabajo e, incluso, su vida.

En tu caso, puede que hayas identificado la necesidad de modificar algún mal hábito o la de introducir nuevas rutinas en tu trabajo o en tu vida; tal vez hayas visto algunos aspectos de tu día a día que te afectan negativamente y, por tanto, en la cabeza te ronda la idea de que necesitarías cambiar algunas cosas. Y el problema es que, muy probablemente, no sepas ni cómo ni por dónde empezar, o que lo intentes sin haber asimilado, de verdad, el esfuerzo que vas a necesitar hacer para conseguirlo.

Es muy habitual que, en estas circunstancias, te llenes de buenas intenciones y optimismo pero, también, es muy fácil que todos esos buenos deseos iniciales vayan quedando postergados, incluso rápidamente, y te excuses, para no actuar, aplazando estos cambios por medio del eterno “empiezo mañana”, que casi nunca suele llegar.

«La victoria más grande e importante es conquistarse a uno mismo» Platón.

Si eres de los que actúan así, seguro que empiezas poniéndote excusas para no hacer nada. Te justificarás viendo problemas donde no los hay o, muy probablemente, surgirán otras prioridades que acapararán tu atención con tanta fuerza que perderás el foco hacia los cambios que querías hacer. Seguramente, la frustración terminará apareciendo para hacerte sentir mal, bien porque te sientes incapaz de arrancar, o bien porque con los primeros pasos te rindes. Al final del proceso, insisto, aparecerá la frustración y junto a ella la pérdida de motivación para hacer cambios. Tristemente, asimilarás como una verdad indiscutible que “no eres capaz” … ¡cuando esto no es cierto!

No te sobresaltes, ni te inquietes pensando negativamente sobre estos hechos. Lo primero que deberás hacer es quitarte esa equivocada idea de la cabeza.

Te voy a explicar el método Seinfeld, atribuido a este cómico y actor americano, para que lo puedas aplicar como una estrategia a la hora de modificar o adquirir hábitos.

Antes de nada, deberás meditar sobre qué quieres cambiar y definirlo con claridad. Una vez que conozcas tus objetivos, y para que no queden demasiados frentes abiertos a los que atender, elige para centrarte, como máximo, tres de ellos. Solamente a estos que has elegido les dedicarás especialmente tu atención, durante los días que sean necesarios, hasta que consigas integrar estos cambios como hábitos.

Necesitarás, además, un calendario de papel lo suficientemente grande para que lo veas bien, que debes procurar tenerlo en un sitio en el que te sea bien visible durante todo el día, por ejemplo encima de tu mesa de trabajo o pegado en la pared de tu despacho. También necesitarás un rotulador, de color vivo preferiblemente. En caso de que el cambio a realizar ataña a tu vida particular, lo más aconsejable sería tenerlo en tu casa, y también en un lugar visible.

Todos los días, antes de salir de trabajar asentando tus hábitos profesionales o antes de irte a la cama para los referentes a tu área personal, pregúntate si has cumplido bien con todos y cada uno según te habías comprometido.

Si tu respuesta a esta pregunta es positiva tacha la fecha de hoy con un color vistoso, por ejemplo, con una “X” grande y gruesa. Es muy importante que taches el día únicamente si has conseguido realizar las acciones relacionadas con los hábitos que te has propuesto adquirir o modificar, pues de lo contrario te estarías engañando a ti mismo y este método no valdría para nada.

Si no realizas todas las tareas que te habías propuesto, deberías dejar la casilla de esa fecha en blanco para que este hueco te sirva de aviso de que es muy fácil, sobre todo al principio, fallar. También cabe la posibilidad, para mí la más acertada sobre todo los primeros días, de tachar de manera diferente por ejemplo con un guion medio “-“ los días precedentes al fallo, y dejar el de la fecha en la que se ha fallado en blanco, para que te sirva de referencia. También deberías poner en tu mente a cero en número de días que has cumplido con tu objetivo y empezar la cuenta de nuevo.

No se trata de si te derriban; se trata de si te levantas” Vince Lombardi.

Me imagino que habrá una pregunta, a estas alturas, rondando tu cabeza. ¿Cuántos días de repetición voy a necesitar para adquirir un hábito? Aquí lo difícil es dar una respuesta concreta y acertada, ya que todo depende de cada individuo. Hay autores que indican que para los hábitos más sencillos con 21 días basta, otros hablan de 31 días, incluso hay quien señala que se necesita 66 repeticiones.

El número no debe importar porque lo relevante es el beneficio que vas a conseguir cuando logres lo que te habías propuesto. No debes de caer en la trampa de esperar, con ansiedad e impaciencia, a que llegue el día 21. Si no has llegado a conseguirlo, en esos días, sigue intentándolo hasta el día 31, al 50 o los que sean necesarios, porque sólo tú sabrás cuándo es, ya, un hábito…

Y, para que te sea más fácil todo el proceso, aquí te dejo unas sencillas ideas.

  • Asume públicamente tu compromiso

Anúncialo sin miedo, cuéntaselo a tus familiares o a tus compañeros de trabajo. Te sentirás más comprometido al haberlo hecho público, te exigirás más a ti mismo, incluso los que te rodean te pueden servir de ayuda e inspiración cuando te distraigas o flaquees. Que, seguramente, ocurrirá.

  • Mantén tu motivación alta

Debes encontrar la manera de motivarte. Para ello son de gran ayuda las visualizaciones y las afirmaciones positivas. Sin duda, te será más fácil perseverar en tu intento si repetidamente te visualizas con el hábito ya conseguido y disfrutando de los beneficios que te va a aportar el cambio.

  • Busca cómplices que te ayuden

Emprender el camino acompañado es más fácil. Trata de buscar un aliado que persiga el mismo fin, ya en tu trabajo, ya entre los tuyos. Compartir experiencia, dificultades, incluso tropiezos, hace más llevadero todo el proceso. Incluso la celebración del éxito conseguido será más placentera en compañía que en solitario.

«Somos el resultado de lo que hacemos repetidamente. La excelencia entonces, no es un acto, sino un hábito» Aristóteles.

  • Mantente enfocado en tu objetivo

Puedes utilizar todas las tretas posibles que te hagan recordar lo que quieres conseguir. Por ejemplo, puedes poner post-it en varios sitios para que cuando los veas te recuerden a cada momento qué persigues.

  • Es muy importante la recompensa

Todo hábito tiene tres componentes: la señal, la acción y la recompensa. Esta última es la que nos ayuda a fijar el hábito. Gratificarte cuando lo estás haciendo bien aumentará tus posibilidades de éxito y esto es crucial, sobre todo, durante los primeros días del proceso.

  • Ten previsto el fracaso:

Prepárate, sobre todo mentalmente, para el momento en que puedas tropezar y sentir que todo se ha ido al traste. Piensa qué estrategia aplicarás y cómo vas a motivarte para volver de nuevo al camino.

Seguramente no te será fácil, sobre todo al principio, y, sin duda, supondrá un reto importante conseguir poner cada día una “X” en la casilla correspondiente. Dejar la casilla en blanco puede que, para muchos, sea un fracaso difícil de superar. No te desanimes, porque desanimarte sería lo más fácil pero no lo mejor para ti.

Procura, día a día, seguir la cadena de “X” de tu calendario. Sin apenas darte cuenta, estarás creado nuevas rutinas que irán reforzando, con cada repetición, los hábitos que te habías propuesto. Al final serás consciente de que no era tan difícil; es más, sentirás que llegará el día en que te resultará extraño abandonar la nueva rutina. Habrás adquirido ya el hábito. Enhorabuena y plantéate comenzar con otro.

 

José Ignacio Azkue