Vivimos en un mundo globalizado e hiperconectado y esta situación puede afectar negativamente a tu productividad. Prácticamente toda la información se encuentra al alcance de todos en cualquier momento y lugar. Tenemos toda la información del mundo en nuestras manos a un clic de distancia. Suena maravilloso, ¿verdad? Entonces, ¿por qué es tan difícil ser productivo en estas circunstancias?

¿Qué es la hiperconectividad y cómo afecta a nuestro trabajo?

La hiperconectividad la podríamos definir como ese estado en el que se ha dado un importante aumento en la interconexión entre personas, organizaciones y dispositivos que ha resultado en tres oleadas consecutivas de innovación tecnológica: Internet, tecnología móvil e Internet de las cosas.

Si nos fijamos en las aplicaciones que utiliza un usuario medio, nos podremos hacer una idea del alcance que está teniendo esta cuestión para nuestra productividad y para nuestra vida.

Una persona hiperconectada

Imaginemos un profesional cualquiera: no es muy difícil que, al tener que trabajar e interactuar con varios clientes, tenga una cuenta de correo en Outlook, aparte de su otra cuenta personal en Gmail. Para trabajar en la nube con sus compañeros y con los clientes, usa OneDrive, donde tiene todo un arsenal de aplicaciones para videoconferencias, gestión de proyectos, tareas, publicaciones, etc. También dispone de otra cuenta en la nube con Google Drive, con la que comparte fotos y chascarrillos con su familia y amigos. Se comunica con algunos de sus clientes a través de Slack, mientras que con otros, su familia y amigos lo hace por WhatsApp. Incluso tiene un cliente un poco raro que usar prefiere Signal (¿quién usa Signal?).

Esta persona se puede encontrar así todo el día, jugando a una imaginaria ruleta rusa, sin saber cuándo va a recibir un disparo de una aplicación que, sin duda, tendrá que atender. Podrá ser una llamada a través de Zoom, un chat de vídeo de Google Meet, una reunión a través de Teams o, simplemente, le van a llamar a su teléfono móvil.

Todo esto le lleva a tener que usar un gestor de contraseñas. Para las que están compartidas con sus compañeros y para las que son de carácter profesional utiliza LastPass; para las personales usa 1Password.

Además, como necesita hacer un seguimiento del tiempo invertido en cada tarea, siempre tiene activado Hubstaff, y con Minute7 puede controlar los gastos diarios de viajes y visitas a clientes.

Pero la vida es mucho más que trabajo y también necesita de ciertas aplicaciones que también le ayuden a nivel personal. La aplicación de mensajería instantánea preferida ya hemos dicho que es WhatsApp. La usa todos los días. Es más, en cuanto oye el aviso de la llegada de un nuevo mensaje no puede evitar mirarlo. Junto a las cuentas de Gmail y Drive también tiene, cómo no, una cuenta en Twitter, otra Instagram, TikTok y Facebook. Pero ahí no acaba la cosa: está suscrito a YouTube Premium, Netflix, Amazon Prime y está pensando suscribirse también, para complacer a sus hijos, a Disney +. Por si fuera poco, no olvidemos que también está suscrito a Uber, Spotify, tiene una aplicación para su seguro médico, dos aplicaciones bancarias diferentes, Uber Eats, Flo, y Call of Duty Mobile entre otras.

Esta supuesta persona solía ​​pensar que estar conectado era una elección, que podía apagar su teléfono cuando quisiera y seguir con su vida con toda naturalidad. Pero se ha dado cuenta de que ya no es así. Necesita tanto su teléfono que si se le olvida en algún sitio, se siente como si fuera el fin del mundo. Estar hiperconectado ya no es una elección, sino una obligación.

 

Adictos a la novedad. Nuestra vida actual requiere novedades constantes

La hiperconectividad no nos deja espacio para estar con nosotros mismos: poco a poco termina siendo una barrera que, en muchas ocasiones, nos separa de las cosas que realmente importan. Se ha convertido en una cascada de sobreinformación que cambia constantemente, en la que cualquier noticia es remplazada por otra de forma inmediata y nos mantiene enganchados a cualquier novedad, por fútil o inútil que sea.

Pasar unos minutos sin consultar el móvil, por el motivo que sea, parece una misión imposible: mirar un correo, comprobar cualquier red social, leer un mensaje, enterarme del último chascarrillo, etc. Por este motivo perdemos la oportunidad de centrarnos, atender o llevar a cabo actividades que podrían ser importantes para nosotros, como por ejemplo terminar una tarea correctamente o cenar tranquilo con tu pareja. Incluso la vida social pierde parte de su sentido cuando podemos estar en contacto con nuestros amigos a través de nuestros dispositivos. La dura realidad es que se deja de atender lo realmente importante porque cada aplicación que hemos introducido en nuestra vida nos parece indispensable.

Estar siempre conectado. ¿Por qué afecta esto a mi productividad?

Yo no digo que no agradezca que, a través de internet, dispongamos de cantidades ingentes de información a un solo clic de nuestra mano. Hace unos pocos años, nuestra realidad era ciencia ficción.

Pero admito que puede transformarse en un enemigo cuando la tecnología hace que nuestra atención se desvíe hacia el lugar equivocado. Y esto ocurre, por ejemplo, cuando abrimos YouTube para ver un tutorial de tres minutos y terminamos viendo un vídeo sobre la pesca del salmón en Alaska; o cuando recibimos un aviso de un nuevo correo entrante y, sin poder evitarlo, lo leemos y nos dedicamos a atender algo completamente diferente de lo que estábamos haciendo. Llegamos a poner en riesgo, tal vez inconscientemente, nuestra integridad física andado por la calle mientras atendemos a la pantalla, o incluso conduciendo sin darnos cuenta de que hemos perdido la atención en nuestro entorno.

Sin duda, creemos, y por eso las hemos descargado, que todas las aplicaciones las tenemos para resolver problemas o controlar situaciones cotidianas. Y sí, muchas lo consiguen o nos ayudan, pero tenemos tantas que terminamos enterrados en notificaciones.

Si no puedo desconectarme para siempre, ¿cómo lo soluciono?

Ahora ya sabes que Internet puede llegar a ser tu enemigo. Solo si eres consciente de ello y de lo que te puede ocurrir, estarás preparado para controlar esta posible situación.

Cuando se reconoce y se controla esta dependencia es cuando la productividad empieza a no verse perjudicada por los efectos negativos de la hiperconectividad.

Para que no te veas afectado, te recomiendo seguir estos consejos:

Apaga el teléfono durante ciertas horas

Esta debería ser una regla de oro, olvídate de conectarte nada más levantarte de la cama. No pierdas el tiempo leyendo el correo electrónico e informándote de cosas que no tienen importancia. Desayuna bien, prepárate con tranquilidad y llega a tu trabajo con la mente despejada. Elige una tarea relevante y no te dejes distraer por nada hasta terminarla. Una vez finalizada, enciende el teléfono por si tuvieras alguna llamada perdida.

Si tienes que hacer un trabajo que te requiera estar concentrado o si debes asistir a una reunión, olvídate del teléfono o tendrás abierta la puerta a distracciones o tentaciones que afectarán a tu productividad.

Cuando estés en casa por la noche, valora la importancia de tus relaciones familiares, compáralo con lo que te puede aportar estar conectado al mundo y toma tu propia decisión al respecto.

Un día sin conexiones en el trabajo

Aunque pueda parecer una idea disparatada, estoy seguro de que a casi todos nos gustaría tener un día a la semana en el que no se nos convocara a ninguna reunión ni tan siquiera se nos interrumpiera por nada. Nuestros cerebros están habituados y condicionados para responder cuando alguien se nos acerca para algo. Por eso es tan difícil ignorar las notificaciones y parece imposible zafarse de las que se dan a través del chat corporativo.

Si a cualquier persona le preguntases qué haría en el supuesto de que pudiese contar con 4 horas en la oficina para trabajar sin que nadie le molestara, seguramente te señalaría un montón de tareas pendientes importantes y, más que probablemente, sería feliz si las tuviera. ¿Por qué entonces no se acuerda en la oficina una tarde al mes, por ejemplo, un jueves, en la que estén prohibidas las reuniones y todo tipo de interrupciones o incluso hablar entre compañeros? Si funcionara y tuviera buenos resultados, esa tarde al mes, ¿por qué no se repetirlo cada 3 semanas, o cada 2 semanas, o incluso todas las semanas?

Establecer un día sin molestias ni distracciones puede resultar increíblemente beneficioso, porque vas a poder trabajar concentrado en lo importante e incluso puedes preparar y definir tus prioridades.

Desconectar también del correo electrónico

Tener desconectado el correo electrónico y revisarlo cada una o dos horas es un hábito muy común que resulta muy productivo. Lo recomiendan en casi todos los blogs de productividad, por lo que no hay mucho más que decir al respecto

Disfruta de los necesarios minidescansos

El descanso y la desconexión es una parte importante de nuestras vidas. No podemos pretender estar todo el día al 100 % de nuestra capacidad y trabajar sin hacer descansos.

Hacer varios recesos voluntarios en el trabajo puede ser muy productivo. Estos pueden durar desde unos pocos segundos hasta unos pocos minutos, y se pueden aprovechar para preparar un café, comer una pieza de fruta, mirar un vídeo musical en alguna de las redes sociales, incluso para hacer estiramientos musculares.

Se trata, por lo tanto, de buscar el momento adecuado para llevar a cabo estos pequeños recesos; aprovecharlos para realizar alguna actividad que te ayude a desconectar y así puedas retomar tus labores con las fuerzas renovadas. Las pausas son muy necesarias y mejoran la productividad.

Si no consigues concentrarte en tu puesto de trabajo, busca otra alternativa

El ruido ambiente y estar siempre disponible se han convertido los principales problemas en los lugares de trabajo. Esto conduce a que muchas personas tengan una gran dificultad o se sientan incapaces de conseguir la necesaria concentración para llevar a cabo su trabajo. Esta situación afecta a la productividad y creatividad de muchos profesionales.

Para solucionar esta importante cuestión, si fuera posible, bastaría con asignar ciertos espacios aislados del ruido donde los trabajadores pudieran acudir a ellos, a su libre discreción, para realizar ciertos trabajos: de esta forma uno de los principales problemas para trabajar concentrado estaría resuelto. Sería muy aconsejable ir a estos lugares sin el teléfono móvil o, si se lleva, dejándolo en silencio o apagado.

Como decía Aristóteles «Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”.

 

 

José Ignacio Azkue