Hoy en día, muchas personas se toman el trabajo como una situación o como un estado del que difícilmente se pueden separar. En su mente, siempre hay un espacio de atención o de preocupación hacia él que los lleva a seguir atendiéndolo; y lo hacen, incluso, cuando están físicamente alejados de sus obligaciones laborales o cuando lo prudente sería desconectar para atender otros aspectos de su vida e, incluso, para poder descansar satisfactoriamente.

Por medio de la tecnología que a cada instante les rodea, casi ni pueden desconectar del trabajo. En cualquier situación en la que estén o en cualquier lugar donde se encuentren, les llegan notificaciones, avisos, llamadas, que les impiden dejar de trabajar y los mantienen constantemente pendientes, para seguir resolviendo problemas o atendiendo asuntos por solventar.

Trabajar jornadas interminables para seguir estando disponible ante cualquier correo o mensaje que nos pueda llegar durante nuestro descanso o durante el fin de semana, termina por convertirse en un hábito que nos hace ver como normal lo que a todas luces está fuera de la lógica.

Nunca te das cuenta de lo que has hecho; sólo puedes ver lo que queda por hacer” Marie Curie.

Esto, que podría parecer lógico y hasta natural para un adicto al trabajo, no deja de ser un gran error que acarrea sus propias consecuencias. Está muy claro que esta forma de actuar afecta a la salud, a las relaciones familiares y sociales y, también, tiene su repercusión en la productividad de estas personas.

Es una realidad más que palpable que la productividad se va reduciendo, drásticamente y de manera exponencial, a partir de las 8 ocho horas de trabajo diario. Si tenemos en cuenta este dato y la relación que existe entre la productividad y las horas de descanso, parece contraproducente, no solamente trabajar más de 40 horas a la semana, sino también prolongar nuestro trabajo durante el fin de semana o, incluso, durante las vacaciones, pues lo hacemos a costa de sacrificar nuestro tiempo de calidad con la familia y los amigos.

Si eres de lo que no puedes dejar tu trabajo en el trabajo lee unos consejos para tratar de equilibrar el tiempo de actividad laboral con el de descanso.

  • Aprende a ser respetuoso con tu descanso

Debes asimilar y aceptar que el descanso es una característica más de tu trabajo, pero sobre todo de tu organismo. Del mismo modo que si no comes terminarás por derrumbarte, no descansar o no hacerlo adecuadamente te llevará por el mismo camino. Descansar suficiente es esencial y ayuda a reducir el estrés y la fatiga, previene el agotamiento y las consecuencias negativas que éste tiene sobre tu productividad. Es algo que merece abordarse con el necesario respeto y comprensión. Se debe asumir que dormir y descansar bien es vital para nuestro bienestar tanto físico como mental, porque repercutirá en todo lo que después hagamos.

El descanso pertenece al trabajo como los párpados a los ojos” Rabindranath Tagore.

  • Asegúrate de tener el tiempo necesario libre, y además de calidad

Deberás buscar el modo de que no te interrumpan ni te corten los tiempos de descanso para que éstos tengan la calidad necesaria y sin perturbaciones. Con tal fin, deberás identificar las fuentes por donde puedan entrar esos estímulos que te hacen perder el foco de tu reposo. Si, por ejemplo, corres el riesgo de que te entren correos electrónicos a través de tu móvil, deberías de tenerlo apagado. Si lo necesitas para vida social desconecta la aplicación que lo gestiona. Lo mismo deberías hacer si utilizas un portátil: apártalo de tu vista para que no surja la tentación de comprobar qué se cuece en tu mundo laboral porque tu curiosidad permitirá que sean otros los que gestionen tu descanso y tu ocio.

  • Evita que los fines de semana laborales se conviertan en algo normal

Por supuesto que si un día, de forma ocasional, tienes que llevar trabajo a casa, no pasa nada. En caso en el que te encuentres en tal situación y la identifiques como algo inevitable y excepcional, tienes que tomarla como tal y no darle más vueltas. Porque el problema comienza cuando esto deja de ser ocasional para convertirse en algo habitual. Identifica este hecho y el motivo por el que se produce. En el caso de que se deba a urgencias de última hora, es muy posible que tengas que aprender a decir que no o, al menos, a saber situar el problema en su contexto para poder aparcarlo hasta la semana siguiente. De todas formas, siempre es conveniente que te cuestiones el dimensionamiento de tus obligaciones y que asumas la delegación como una opción más de tu trabajo.

  • Identifica actividades que quieras realizar en tu tiempo libre

Si tienes una visión clara de las actividades que quieres llevar a cabo en tu tiempo de ocio, es más fácil poner cada cosa en su sitio y, de ese modo, olvidar tus obligaciones laborales cuando estás fuera de tu trabajo. Como he comentado en más de una ocasión, soy partidario de gestionar todos los compromisos, tanto profesionales como personales, bajo el mismo sistema. Debes habituarte a llevar a cabo una buena gestión de todos ellos, lo que te va a permitir ver en cada momento qué es relevante para ti. Pasar tiempo con la familia, leer, distraerte con tus aficiones, limpiar, reunirse con amigos, viajar, pasar tiempo al aire libre, realizar compras, aprender algo, hacer deporte, etc., también son proyectos y tareas muy importantes en la vida de cualquier persona, por lo que deberías ser capaz de visualizarlas en el momento adecuado para llevarlas a cabo y, de paso, evitar la tentación de preocuparte por temas a los que podrás dedicar tu atención mañana o la semana que viene.

El que no tiene dos terceras partes de su jornada para sí mismo es un esclavo, sea lo que sea, político, comerciante, funcionario o erudito” Nietzsche.

  • Créate rutinas hasta convertirlas en hábitos

Gran parte de los actos que llevas a cabo cada día vienen influenciados por tus hábitos.  Puedes aprovecharte de ello y tratar de identificar distintos patrones que diferencien las horas de trabajo de las de tu tiempo libre. Puede sonar simple, pero trazar una línea divisoria clara entre los diferentes tipos de situaciones en los que te vas a encontrar a lo largo del día, te puede facilitar situarte en cada momento de tu jornada. Será tu subconsciente quien de esta forma te mande unas indicaciones para actuar cada vez que identifique una determinada señal. Acciones que pueden venir indicadas por códigos como los que recibas a través de la comida, la vestimenta, el coche, la cama, tu mesa de trabajo o el salón de tu casa. Sin que importe lo caótica que resulte tu vida, ciertos rituales pueden devolverte a la realidad que quieres vivir. Por ejemplo, ordenar tu mesa de trabajo todos los días a última hora puede que te ponga en disposición de abandonar el trabajo. Al llegar a casa, cambiar tu ropa por otra cómoda y holgada o unas zapatillas de deporte, te estará predisponiendo a que salgas a hacer ejercicio y a olvidarte de tus “otras” obligaciones que se han quedado en tu trabajo.

Es esencial advertir acerca de la absoluta necesidad, mejor obligación, de dejar el trabajo en el trabajo para que tu vida pueda continuar sin estridencias y sobresaltos. Por si deseas  lograrlo, te he planteado una serie de ideas que no requieren de ningún esfuerzo especial para ponerlas en marcha. Muchas de ellas son tan sencillas que basta con identificarlas y ponerlas en práctica para que, por medio de la repetición, se transformen en los hábitos que te ayudarán a lograr el equilibrio entre tus diferentes áreas de responsabilidad, y que te permitirán separar tu vida profesional de tu vida personal para que la una no interfiera en la otra y la boicotee.

 

José Ignacio Azkue