La velocidad a la que vivimos hoy en día hace muy difícil encontrar un equilibrio a gusto de todos entre las horas de trabajo y el tiempo libre. Se trabaja, por lo general, muchas horas y, además, siempre está ahí latente la disponibilidad casi permanente de las personas más allá de su estricto horario laboral, por lo que la sensación de trabajo continuo y desmedido crece entre las personas de manera exponencial.

El problema ha alcanzado tal magnitud que desde hace ya unos cuantos años se viene utilizando el término workaholic. Mediante el uso de tal término inglés, se viene a denominar a la persona que, se comporta como adicta al trabajo, y se trata de crear con ella, cierta similitud con la dependencia del alcohol, o alcoholismo.

Hace ya unos años, en un estudio publicado en la revista Psicothema, se argumentaba acerca del peligro que significa para los profesionales trabajar más de 12 horas al día. Según este estudio, trabajar tantas horas es el camino directo a la adicción al trabajo. Para entonces, ya lo sufrían más del 8% de los españoles.

El que no tiene dos terceras partes de su jornada para sí mismo es un esclavo, sea lo que sea, político, comerciante, funcionario o erudito” Friedrich Wilhelm Nietzsche.

Por los años ’60 se describió “el Síndrome de Burnout”, o del achicharrado, para explicar ciertas afecciones que sufrían algunos profesionales cuyo trabajo tenía un alto componente de relación con el público, pero en la actualidad este problema puede afectar a casi cualquier trabajador, sobre todo si como ya se ha comentado la disponibilidad debe ser casi total.

Este síndrome es un padecimiento que a grandes rasgos consistiría en la respuesta de nuestro organismo ante el padecimiento de manera prolongada al estrés. Vendría producida por factores emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo, que incluye fatiga crónica, ineficacia, desmotivación, aburrimiento, etc…

Lo podríamos resumir como: síndrome de desgaste profesional, síndrome del trabajador consumido, síndrome de quemarse por el trabajo. Ante esto y sus consecuencias negativas conviene reflexionar sobre la importancia que el tiempo libre aporta a los resultados de las organizaciones y la salud de sus miembros.

 

En algunas organizaciones, sobre todo fuera de España donde, por desgracia, esto es aún una verdadera excepción, ya se ha hecho esta reflexión, se han visto sus ventajas y se está empezando a ofertar con mayor frecuencia esta posibilidad.

Se trata de sustituir la clásica recompensa consistente en un ascenso dentro del organigrama, o una mayor retribución, por ofrecer más tiempo libre. Y, de esta manera, contrarrestar y dar respuesta con efectos positivos a las consecuencias negativas detectadas como resultado de un excesivo número de horas trabajadas.

Escoger el propio tiempo es ganar tiempo” Sir Francis Bacon.

Esta posibilidad requiere un entorno de trabajo flexible frente a la otra, clásica, vieja, en desuso y poco operativa basada en estar siempre presente en el puesto de trabajo con un horario rígido. En mi opinión, la del tiempo libre es una muy buena idea que aporta un plus positivo en productividad y motivación. Pero, en nuestro país, es por ahora poco aceptada.

En las organizaciones, donde esta oportunidad de mayor tiempo libre es una posibilidad, puede darse en cierto modo una contradicción cuya solución es, en muchos casos, verdaderamente difícil.

Esta contraprestación de tiempo libre debe ser posible solo en los casos en los que la efectividad y los resultados lleguen como mínimo a un cierto nivel ya prefijado. Y esto resulta del todo imposible en los lugares de trabajo donde los profesionales no tengan claramente definidos los proyectos o los objetivos a conseguir.

Indefectiblemente si lo que se busca es alcanzar esos niveles antes mencionados y, además, se busca la motivación y la satisfacción de los profesionales de una manera diferente al clásico ascenso o al aumento de salario, esta idea choca, en muchas organizaciones, con la cada vez mayor exigencia de una dedicación y disponibilidad de casi las 24 horas del día.

Como decíamos, la consecución de resultados es un elemento limitante para que se pueda dar este tipo de intercambio. Para ello, cada persona tiene que tener muy claros cuáles son sus objetivos u obligaciones profesionales y cuándo los alcanza. Por tanto, estos deben ser de una manera u otra medibles para que, cuando se alcancen o su desarrollo vaya parejo con lo estipulado previamente, se pueda dar este intercambio de trabajo por ocio.

Está muy claro que partimos del supuesto de que el dinero, en principio, es el fundamental motivo por el que la gente trabaja. Pero deberíamos tener en cuenta que, aun siendo el principal motivo, según se vayan cumpliendo ciertas necesidades básicas, esta motivación puede ir perdiendo su importancia mientras que otras pueden alcanzar cuotas parecidas o incluso superar la motivación económica.

Y aquí no es tan fácil señalar unos patrones claros que definan la necesidad, ya que cada persona es diferente, así como sus necesidades. Por poner un ejemplo, puede haber jóvenes, o no tan jóvenes, que prefieran disfrutar de más tiempo libre porque lo valoran más que el poder económico, mientras que otros puede que estén todavía luchando por satisfacer sus necesidades básicas.

Hay empresas que ya están aplicando políticas en este sentido, y parece que con resultados sorprendentes como, por ejemplo: Adobe Systems, BMW, 3M, Virgin, Google, Volkswagen, Microsoft, Amazon. Pero no hace falta ser una súper empresa en todos los sentidos como estas, para aplicar políticas en este sentido. Basta con tener voluntad para ello y visualizar los beneficios que, para todos, tanto para la organización como para sus miembros, pueden acarrear este tipo de decisiones.

“Si quiere trabajadores creativos, dales tiempo suficiente para jugar” John Marwood Cleese.

Y se puede hacer de diferentes formas:

  • Ofrecer x días libres pagados sin necesidad de justificación. Estos días no se computan como vacaciones, En España, dentro de un sector dependiente de la Administración Pública existen los llamados “Moscosos”, en recuerdo a un Ministro que los implantó entre sus funcionarios.
  • Vacaciones cuando quieras. Sin tener que pedir para ello permisos especiales o tener que negociar las fechas para poder disfrutarlas. En algunas organizaciones, además, puedes cogerte todo el tiempo que tú quieras para disfrutar de este periodo vacacional.
  • Sabáticos. En algunas empresas fomentan y brindan la posibilidad de que sus empleados se tomen sabáticos por cada cierto número de años trabajados. Estos periodos sirven para que sus profesionales se desarrollen profesionalmente o personalmente, mediante la formación o reflexión.
  • Trabacaciones o mezclar el trabajo con las vacaciones. Dada la dificultad de ciertos perfiles para desconectar durante sus periodos vacacionales, se da la oportunidad de prolongar éstas, pero manteniendo la obligación de dedicarle ciertos momentos del día al trabajo.
  • Derecho a la desconexión a la tecnología. En algunos países de la Unión Europea se ha conseguido que se reconozca el derecho a no estar conectados todo el día a los dispositivos electrónicos para evitar recibir llamadas de teléfono o tener que estar pendientes a todas horas del correo electrónico. Si esto no fuera posible, la alternativa que se tiene es la compensación con más tiempo libre adicional.

Pensemos que el tiempo libre puede ser una buena recompensa para los trabajadores y que, además, puede llegar a ser una potente herramienta para motivar y focalizar a las personas para perseguir los resultados esperados. Incluso puede ser, también, un potente imán que atraiga el talento, que no sobra en ninguna empresa. Este tipo de políticas puede llegar a ser, y de hecho es, un argumento positivo para que las personas se sientan atraídas hacia las organizaciones que siguen esta política.

 

 

José Ignacio Azkue