En este mundo tan cambiante, ahora mismo existen dos tipologías diferentes de personas según sea su actitud ante los problemas: el llorón o el solucionador. La vida está llena de dificultades y complicaciones, esto nadie lo pone en duda, tanto si nos referimos a nuestra vida profesional como a la personal. Pero sobre todo, si nos referimos a la primera, éstos crecen como las setas y aparecen por doquier y a cada instante.
La diferencia de estos dos tipos de personas consiste en la actitud que adopta cada uno de ellos ante los problemas que de continuo nos amenazan. El llorón actúa de víctima de forma que, como reacción a cada problema que surge, se detiene, queda paralizado casi siempre y le cuesta actuar proactivamente para afrontar los retos que aparecen. El solucionador, por el contrario, actúa, identifica el problema y de inmediato busca algo que hacer para poner en marcha la posible solución.
“Es fácil eludir nuestras responsabilidades, pero no podemos eludir las consecuencias de eludir nuestras responsabilidades” E.C. McKenzie
David Allen señala perfectamente en sus libros ambas figuras a través de la matriz de autogestión.
El llorón sería el reactivo, la persona que tiene poco control y poca perspectiva sobre lo que hace.
Si nos fijamos en el cuadrante, veremos que es una persona con muy poco control sobre todo lo que sucede en su entorno y también con muy poca perspectiva que le ayude a elegir qué hacer de manera exitosa. Se trata, efectivamente, de un llorón, de una víctima. Esta persona vive en modo apagafuegos, de urgencias en urgencia, siempre actuando de forma reactiva al último problema que le acaba de llegar. Rara vez tiene tiempo de prestar atención a las cosas que todavía no son un problema, pero a los que sería interesante que les dedicara su atención.
Sin embargo, el solucionador es una persona que tiene alta perspectiva para decidir qué hacer, y alto control sobre su realidad. Este es el cuadrante ideal para estar. Aquí hay un equilibrio entre la función y la forma, entre la obligación y la libertad. Desde esta situación el estrés desaparece y en su lugar nos encontramos con un estado de flujo que nos permite trabajar o vivir con plenitud de facultades. Es el puesto del Capitán o Comandante.
“La mayor parte de mis problemas me parecían complicados. Pero las soluciones una vez encontradas, resultaban bastante sencillas” Spencer Johnson
Para el llorón o víctima, los problemas son algo desagradable, complejo, difícil de resolver, que le revuelven, le echan para atrás, a los que le cuesta meterles mano y sobre todo, de los que nunca deja de quejarse. Muchas veces terminan enquistándose, se pospone su solución de manera irracional, es decir se procrastina con ellos. Y en la mayoría de los casos o se solucionan solos o terminan explotando con el consiguiente revuelo, prisas, estrés y, al final, falta de calidad para cerrarlo.
¿Cómo podemos evitar las quejas y la manera de actuación de este tipo de personaje? Es más sencillo de lo que parece, lo único que tenemos que hacer es un cambio conceptual.
El llorón tiene problemas, mientras el solucionador tiene proyectos. No hace falta pensar mucho para darnos cuenta de que, para los dos, los problemas son los mismos, pero vistos a través de dos cristales diferentes. Uno de los cristales pertenece a una persona con hábitos reactivos y probablemente no demasiado eficiente. Por el contrario el otro cristal pertenece a una persona proactiva, que gestiona bien sus compromisos y por lo tanto, eficiente.
La cuestión fundamental que nos debemos responder para saber que nos encontramos ante un proyecto es muy sencilla: ¿qué necesito terminar? Cuando un llorón se encuentra ante un problema esto es lo primero que se tiene que preguntar de manera inmediata: ¿qué necesito terminar?
La propia definición de proyecto en GTD también nos da la pista de que la mayoría de los problemas son proyectos. Ahora bien, esto no quiere decir, ni mucho menos, que todos los proyectos sean problemas.
Por proyecto debemos entender que es el resultado deseado o que queremos lograr, que requiere más de una acción para conseguirlo y, es el origen de las actuaciones físicas que se necesitan hacer para lograrlo. Si reflexionas sobre esta idea, puede que te des cuenta que, seguramente, tienes más proyectos de los que crees.
Esta idea de proyecto-problema, tiene una amplia gama de posibilidades que abarcan toda mi vida: arreglar la lavadora, las malas notas de mi hijo, pasar la ITV de mi coche, sustituir la vieja carretilla elevadora del almacén, el conflicto permanente entre dos departamentos de la empresa, las reiteradas quejas de un cliente, hasta concluir la adquisición de una empresa…
Cuando una persona piensa que tiene un problema, ella misma se sitúa en el cuadrante reactivo y su modo de pensar pasa a ser de una víctima. Y cuando se halla en esta situación solo cabe una respuesta que además se hace muy bien. ¡Quejarse!
“El carácter de una persona lo determinan los problemas que no puede eludir y el remordimiento que le provocan los que ha eludido” Arthur Miller
Sin embargo hay otra manera de actuar. Si miras el problema objetivamente, y te preguntas: ¿cuál es el resultado exitoso que deseo alcanzar con la resolución de este problema? o, ¿cuál es el resultado exitoso que eliminaría ese problema de mi vida? Con la respuesta te encontrarías con un proyecto claro, definido e identificado. Si siguieras preguntándote, y ¿cuál es la siguiente acción o siguientes acciones físicas que se deberían hacer para solucionarlo? La manera de focalizar la situación cambia drásticamente.
Haciendo estas cosas se experimenta un cambio radical e inmediato. Se pasa de ser un llorón a ser un solucionador. Y esa persona en vez de ser la victima pasa a tener ahora el control del problema.
Enseñemos a los llorones a cambiar los cristales con los que ven los problemas, para que sin que pierdan su naturaleza y su dificultad, pasen a ser proyectos. Para que de esta manera se conviertan en algo concreto a lograr, con las acciones a realizar claras y definidas. Lograremos así convertir las quejas y el estar a merced de las circunstancias, en tener el control de la situación para poder actuar en el momento que sea preciso.
Interesante post, José Ignacio. Estoy contigo en que existen perfiles claramente identificables a la hora de trabajar. Y que hay personas que habitualmente van a rastras, y personas que habitualmente proponen soluciones.
En relación al cuadrante GTD que mencionas, me gustaría añadir que no se trata de una manera de «clasificar» a las personas, sino de una herramienta para evaluar dónde se ubica una persona en un momento determinado. El propósito del test que acompaña a esta matriz es ayudarte a tomar conciencia sobre su grado de control y perspectiva, de manera que pueda corregir el rumbo si lo desea. Nada más (y nada menos).
La posición de una persona en la matriz GTD es una especie de instantánea del momento actual, y para nada pretende dibujar su perfil. Tanto es así que el propio David Allen insiste mucho en que la mayoría de las personas nos movemos todo el tiempo entre estos cuatro cuadrantes según las circunstancias (independientemente de si eres un solucionador o un llorón). Así que no estoy seguro de que la matriz sirva como herramienta para definir perfiles.
Solo quería aclararlo para evitar falsas expectativas sobre lo que puede o no puede obtenerse con el uso de esta herramienta. Por lo demás, interesante reflexión :)
Hola Jerónimo, me alegra que te haya parecido interesante el artículo.
En cuanto a la aclaración que me haces sobre el cuadrante, efectivamente, es como tu lo señalas, y evidentemente, también la conozco casi desde que me empece a interesar por GTD y sus bondades como método. Y por supuesto, conozco los lados positivos y negativos de cada uno de ellos y que como David Allen señala: «La matriz es relativa, situacional y fluye» y que puede ser una herramienta útil para evaluar. Pero para nada, en este artículo, he pretendido instruir sobre ella o sus situaciones. Esa parte a mí no me interesa.
Lo que hay entender en el artículo, o lo que pretendo con él, es el fondo más que la forma. Yo escribo para que la gente que tiene problemas de productividad y efectividad, pueda identificar su situación y de esta manera, que pueda ver, que es posible cambiar y solucionar su actual estado. Intento que las posibles «victimas» vean que lo suyo puede cambiarse. Una vez conocido el fondo ya le llegará el momento para la forma, pero como primer paso hay que identificar el «que» para luego determinar el «como». Si una persona no identificado su «que» es imposible que llegue al «como», aunque tu, yo, o cualquier otro «experto» se lo demos.
Mi intención no es escribir para demostrar mis conocimientos puros y ortodoxos sobre GTD o cualquier tema de productividad. Rara vez me meto con la forma. Y salvo personas que conozcan con claridad la finalidad de la matriz, no veo la posibilidad de crear falsas expectativas al respecto, ya he dicho que no me meto a explicar para nada la matriz. Y esa persona que conoce estos términos, a mi no me interesa, porque probablemente ya lo esté haciendo bien.
Por eso aquí nombro, como un perfil, el de la persona que siempre está en ese cuadrante, el de la victima. Y esta situación, y lo sabes, abunda más de lo que parece y también es frecuente el caso de la victima que rara vez abandona este cuadrante. A ese perfil es al que me dirijo, no al que ya usa GTD, para que sepa que hay otras situaciones, otras formas enfocar las cosas y soluciones y, que si tiene ganas de cambiar y identifica esa necesidad, hay medios para ello.
Un cordial abrazo.
Siento si mi comentario parecía una crítica, José Ignacio. No era la intención. Solo quería matizar un aspecto que me parecía importante resaltar, precisamente para quienes lean el post y no conocieran la matriz.
Un abrazo y seguimos leyendo :)
Hola Jerónimo:
Creo que nos conocemos y nos leemos los suficiente como para saber que entre los que estamos metidos en este lío el enfado por las opiniones no tiene lugar.
Las partidas de «ping-pong» si.