Estás trabajando en algo que te interesa especialmente y, sin que te des cuenta, tu concentración se ha elevado a su máxima potencia. De repente, el mundo exterior desaparece de tu mente y tu productividad se dispara. En tu consciencia solo existe la tarea que estás realizando y disfrutando. El tiempo pasa, pero para ti ya no existe. Tu mente vuela sin descanso sobre una sola actividad. Tu productividad se dispara por encima de las nubes y, casi sin darte cuenta, ya has terminado lo que estabas haciendo.

A este estado en el que podemos caer mientras trabajamos o realizamos una actividad concreta se le ha llamado “estado de flujo”, “estado de flow” o “estado de fluidez”. Algunos expertos de la productividad también lo definimos como “estar en la zona”.

Es un estado mental en el que la persona está totalmente conectada con la tarea o trabajo que está realizando; experimenta una sensación de total concentración energética y de una participación absoluta, a la vez que disfruta de cada segundo que pasa mientras está inmersa en esa actividad. No importa la naturaleza de la tarea, le puede ocurrir a cualquiera; desde a un músico o escritor hasta un médico o ingeniero.

El término “fluir” y el concepto que representa fue definido por Mihály Csikszentmiháyi, quien plasmó sus investigaciones sobre este tema en su libro: Fluir (flow): una psicología de la felicidad. En esta obra, en la que se trata la redefinición de la subjetividad humana, se relaciona este estado con la creatividad, el talento y la felicidad.

Este estado mental comienza en la infancia

Según este autor, los humanos empezamos a percibir esta sensación desde la infancia, pues está asociada al juego y al bienestar que este produce. Es por ello que los niños y adolescentes entran en este estado fácilmente, les basta con cualquier actividad que les resulte atractiva: haciendo un puzle, leyendo un libro, viendo la televisión, jugando a un videojuego, etc.

Sin embargo, a medida que pasan los años resulta más difícil entrar en este estado, pues como adultos nos exponemos a los constantes estímulos y distracciones del trabajo y la vida cotidiana; cada vez que se rompe o impide un estado de concentración se le cierra la puerta al estado de flujo.

Por ello decimos que una persona está en la zona, o en flujo, cuando alcanza un estado subjetivo en el que llega a estar completamente involucrada en algo, hasta el extremo de olvidarse de todo lo demás, incluso, del tiempo, de la fatiga o de cualquier compromiso. Para esta persona solo existe, en su foco de visión y percepción, la tarea que está realizando.

Qué experimentamos cuando estamos en flujo o en la zona

En cierto modo, al entrar en la zona dejamos atrás cualquier sentimiento negativo; solo percibimos cierto placer por realizar una actividad. Debemos tener en cuenta que esa tarea, seguramente, estará muy relacionada con algo de gran interés para nosotros, por lo que al centrarnos en ella se activan sensaciones positivas y el sentido de la responsabilidad hacia lo que estamos haciendo.

Cuando esto se produce y se entra en flujo, como ya he comentado, se pierde muy fácilmente la noción del tiempo y se eleva en gran medida la creatividad y la capacidad de solventar problemas, así como la productividad. Si lo has experimentado alguna vez, coincidirás conmigo en que habrás sentido que:

  • Se han disparado tu productividad y creatividad.
  • Tu concentración es muy elevada.
  • El tiempo y la noción que tenemos de él desaparece de nuestro horizonte.
  • La tarea que realizas te atrae especialmente y te es muy gratificante.
  • No te supone un esfuerzo el trabajo que haces.
  • Te sientes plenamente competente para terminarlo con éxito.
  • No eres consciente del cansancio. Este puede aparecer solo al final de la tarea.
  • Existe un sentimiento placentero que te empuja a continuar con lo que estás haciendo.

¿Cómo conseguir este estado?

No hay un manual que se pueda seguir al pie de la letra para entrar en flujo. Depende, como en otras muchas cosas, de cada individuo. Pero sí que hay una serie de factores que, juntándolos o facilitando que estén presentes, propician de alguna manera que se pueda llegar a fluir y a poner nuestra mente en un estado óptimo para que la tarea a realizar se convierta en algo muy gratificante.

  • Parece obvio, pero evitar las distracciones y concentrarse en solo una tarea es imprescindible para entrar en la zona. El entorno de trabajo es fundamental en este caso.
  • Tener muy claro cuáles son tus prioridades. Los objetivos de los que van a emanar las tareas que tienes que realizar deben ser específicos, claros y alcanzables.
  • Procurar que las tareas que tengas que realizar estén en sintonía con tus habilidades y las estimulen. Por el contrario, si la tarea te supera, te estresará, y si te resulta una trivialidad, te aburrirá, por lo tanto, te costará entrar en flujo.
  • Lo que vayas a realizar debe resultarte interesante, ya que debe haber una motivación intrínseca para llevarla a cabo.
  • Aunque el estrés lo dificulte, en niveles muy altos puede facilitar alcanzar este estado. Es lo que ocurre cuando llega una fecha límite sin tener terminado un trabajo: ver o intuir las graves consecuencias de fallar con un compromiso puede dar el empujón necesario para entrar en flujo.
  • Hay que centrarse en el proceso, no en el resultado. Aunque al final se persiga un objetivo, lo que realmente resulta placentero es la acción en el momento presente; divertirse mientras se realiza la tarea.

Poder o saber entrar en este estado es muy importante, tanto para el profesional como para las empresas u organizaciones para las que este trabaja. Es evidente que esta habilidad representa una mayor productividad, pero no hay duda de que aquellos que consiguen entrar en la zona son también más felices en su trabajo, sienten que sus vidas tienen más significado, un propósito más claro, por lo que sus resultados serán mejores.

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José Ignacio Azkue