Solemos ver a los jefes como esas personas que sabotean, quiero creer que de forma involuntaria, el trabajo de sus subordinados de un modo que les suele impedir centrarse en su labor para tener que ocuparse de otras cosas que, precisamente para los jefes, son supuestamente más importantes.

Todos sabemos o intuimos que el trabajo de un jefe no debe ser fácil. Sin embargo, ahora más que nunca, un jefe debería contar entre sus competencias, la de poseer unos buenos hábitos  productivos para saber gestionar sus compromisos con efectividad y, sobre todo, para apoyar  en la identificación de lo que ha de mejorarse y en  aplicar unos nuevos y buenos hábitos de trabajo. Por tanto, debe ser el inspirador y el apoyo para implementar una nueva manera más efectiva de gestionar el trabajo ayudando, en lo posible, a que  sus subordinados la pongan en práctica. 

De la misma forma que una casa nunca se empezará a construir  por el tejado, una organización será más fácilmente productiva si los jefes lo son, porque podrán mostrar el camino e inspirar las normas al resto. En caso de no ser así,  serán los primeros saboteadores del trabajo de los demás y su improductividad se irá extendiendo en cascada.

Las personas no están jamás tan cerca de la estupidez como cuando se creen sabias”. Jean-Baptiste Poquelin (Molière)

Si los jefes no comparten los cambios hacia una buena productividad, es mucho más difícil que los subordinados puedan realizar los cambios necesarios.

Esto me lo cuentan muchas personas de rangos inferiores a la jefatura y se quejan de dificultades al no sentirse apoyados o comprobar que, ni se les ayuda, ni se comprende, ni acepta la razón de los giros que están realizando, sobre todo cuando se trata de jefes con ideas y fórmulas caducas.

Los malos hábitos, la forma de pensar y de actuar de estos jefes, puede hacer prácticamente imposible lograr cambios de mejora; sobre todo, si la frenan y la desdeñan.

De todos modos,  tampoco debemos olvidarnos de la actitud de los compañeros, quienes por medio de su incomprensión ante los cambios pretendidos  pueden ser casi tan molestos y dañinos como los jefes.

No caigamos  en el error de pensar que nuestra productividad depende de otros. Por el contrario, sepamos y aceptemos que, en realidad,  la efectividad empieza en nosotros y que principalmente  depende de la decisión y la actitud de cada uno de nosotros.

No debemos olvidar que la productividad de una organización se compone de la suma de la productividad de todos sus integrantes. Y que es entre todos, acumulando los actos de cada uno, como se llega a los resultados que esa organización obtiene.

Un jefe, transmite productividad o improductividad con cada uno de sus actos. Sus hábitos buenos suelen terminar contagiándose a los que les rodean. Pero, por desgracia, los malos también. Un jefe que cambia sus  prioridades de forma repentina, o que ve urgencias por todos lados, o que está constantemente improvisando, que llega sistemáticamente tarde a las reuniones, etc., tiene consecuencias negativas para todos.

Estos jefes no permiten que sus colaboradores logren la concentración y dedicación necesaria para realizar bien sus tareas. Esperan respuestas inmediatas a sus mensajes de textos, a sus correos, a sus llamadas, les parece normal que el colaborador subordinado tenga que dejar lo que está haciendo para acudir a una reunión convocada cinco minutos antes, les gusta que se atienda a todo lo que va surgiendo a lo largo del día, que se hagan horas extras, incluso todos los días, que estés disponible incluso cuando estás descansando en casa o en vacaciones, incluso no le importa si trabajas también de noche con tal de sacar adelante cualquier tipo de trabajo. Pero así es muy difícil trabajar de forma relajada y con la motivación y productividad necesarias para tener unos óptimos resultados.

Si eres de los que sufren de estas circunstancias, tal vez estés convencido de que no tienes mucho que hacer para cambiar estas situaciones. Puede que estés en lo cierto, ya que hay personas que no admiten  ni las sugerencias para realizar cambios  ni que se les diga o insinúe que están provocando problemas en el trabajo de los demás. Porque creen, es más,  están convencidos de que se hallan por encima de todos los demás.

Seguramente no hay nada peor en el mundo de los negocios que trabajar para un jefe que no quiere que triunfes”. Jack Welch

A pesar de todo, debemos intentar llevar a cabo, al menos, ciertas iniciativas para tratar de cambiar la situación y mejorar en lo posible nuestra productividad.

Debes de identificar dos consecuencias inmediatas cuando te encuentras ante estas situaciones: Una estará a nivel de tu estado emocional y la otra estará a nivel de tu capacidad de actuar.

Tu estado emocional se verá afectado. Lo normal es que te sientas frustrado, indignado, enfadado, desesperado, impotente e incapaz en muchas ocasiones de seguir adelante y de trabajar con arreglo a tus prioridades. Debes de saber que estar en este estado no te ayuda a resolver el problema. Estarás asentado en la negatividad y así es difícil trabajar con calidad, de modo que la calma y la profesionalidad serán sustituidas por la improvisación, la ansiedad y el mal hacer. Difícilmente llegarás con ellas a buen puerto. Debes de buscar la calma y la serenidad para enfrentarte a esta situación y, desde la tranquilidad y la objetividad, tratar de cambiarla y superarla.

Para ello deberás de actuar de manera proactiva, enfrentarte al problema y a su origen de modo que una vez identificado lo que está ocurriendo se puedan poner remedios que eviten su repetición y te permitan trabajar como tu deseas.

Puedes hablar claramente con tu jefe de la situación. Debes de exponerle lo que ocurre, las consecuencias, los resultados que no se están obteniendo. Explícale tus ideas de cómo trabajar mejor, de la importancia de trabajar centrado, con foco, sin estar cambiando constantemente de tarea. De la importancia de no dedicar recursos y tiempo a reuniones que son un fracaso anunciado por su falta de preparación e improvisación. Hazle ver la diferencia de trabajar de una manera o de otra y su repercusión en los resultados.

Te puedes encontrar, para tu sorpresa, con que unos buenos argumentos y unas buenas ideas, pueden volver razonable a casi cualquier jefe ya que, a la postre, éstos buscan siempre los mejores logros posibles.

Las personas que comparten y expresan sus sentimientos se adaptan mejor a los cambios”. Luis Rojas Marcos

Trata al menos de cambiar lo que esté en tu mano. Por ejemplo: Gestiona mejor el correo electrónico; probablemente ya sepas que no es necesario consultarlo constantemente durante todo el día. Evita en lo posible las interrupciones. Céntrate en acabar lo que empiezas. Desconéctate durante varios momentos de tu día del mundo online, etc.

Si hay alguien que comparte tus inquietudes y tus ideas, pídele ayuda, porque es más fácil hacer ver la importancia de ciertos cambios con compañía que luchar solo.

Demuestra que tus ideas funcionan. Haz los cambios que puedas y explica los resultados que obtienes. Las evidencias son la manera más efectiva de demostrar lo que funciona positivamente.

Tienes que ser consciente de que el éxito dependerá de tu actuación y de tu estado anímico. Debes empezar a actuar, armarte de proactividad y ponerte en marcha para ir aplicando tus cambios productivos de forma que los demás los vean como una mejora, no como unas simples manías.

 

 

José Ignacio Azkue