Nadie duda que, salvo desgraciadas excepciones, la persona, como ser libre, tiene la capacidad de escoger por sí mismo/a siempre su destino. Ahora bien, esta afirmación no es tan veraz como en un principio nos pueda parecer, ya que la libertad se halla condicionada por múltiples factores internos y externos.

Evidentemente, existe una serie de factores externos como serían los sociales, los religiosos o los legales entre otros, que pueden poner freno y delimitar nuestra libertad de elección. Pero sin que seamos conscientes de ello, también han influido, y lo siguen haciendo, cada una de las decisiones que hemos tomado y tomamos a lo largo de nuestra vida.

Cada vez que hemos decidido algo, cada vez que hemos elegido una opción por muy simple o muy compleja que sea, nos hemos visto obligados a enfrentar a nuestra mente con una decisión a tomar, y esta acción de decidir, añadida a todas las demás una detrás de otra, va configurando nuestro cerebro y lo cambia, tanto emocional como intelectualmente, en una determinada dirección. Por tanto, si somos capaces de tomar nuestras propias decisiones y éstas vienen en parte determinadas por lo que hemos vivido y por cómo lo hayamos asimilado, nuestro futuro también se verá influido por las cosas que hagamos y las decisiones que tomemos, de modo que formarán parte de nuestro propio bagaje y aprendizaje.

Una parte muy importante de nuestra conducta vendrá reflejada por la creatividad que despleguemos. Sin ella todavía es posible que estuviésemos saltando de rama en rama como nuestros parientes los monos. (Espero que a nadie ofenda esta afirmación sobre nuestro parentesco con los primates).

No hay duda de que la creatividad es el recurso humano más importante. Sin creatividad no habría progreso y estaríamos repitiendo siempre los mismos patrones” Edward de Bono.

Para el resto de los animales, aunque cada vez existen más indicios de que algunas especies tienen algún tipo de inteligencia, una vez cubiertos sus instintos básicos y elementales para la subsistencia y reproducción, se dan por satisfechos y no hacen nada más. No son capaces de pensar ni de desarrollar su creatividad, de modo que a su instinto de supervivencia nunca se le podría llamar ambición.

Sin embargo, los humanos tenemos ambiciones, de forma que, a través del pensamiento, de la reflexión, de utilizar nuestra creatividad para solucionar problemas, parece que somos los únicos seres capaces de alterar las cosas a fin de conseguir aquello que deseamos.

Para poner en marcha la creatividad que late en todos los seres humanos, pero que se halla más o menos despierta, adormecida o incluso atrofiada según cada caso, el requisito imprescindible es tener ambición. Aunque en un principio este término nos evoque algún sentimiento negativo al poder emparejarlo con ciertas bajas pasiones, para nada es así en relación a lo que estoy exponiendo. De hecho, resulta más grato asimilarlo a un término más suave como pueden ser el deseo, dado que tiene connotaciones más agradables para nuestra forma de pensar.

Pero la forma en que va a responder nuestro cerebro va a ser diferente si lo espoleamos a través de un concepto duro, abrupto e intenso como es la ambición o, por el contrario, lo estimulamos con suavidad a través de un deseo apacible.

Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará, otras hacen que suceda” Michael Jordan.

Que sepamos, la ambición consiste en poner en marcha todos los caballos de potencia de nuestro cerebro para asaltar algo que queremos conseguir con furia y energía. Sin ambición jamás llegaremos a ser verdaderamente creativos.

Si solamente aceptamos, deseamos o pensamos que queremos algo, nuestro cerebro no se va a activar ni se va a poner en marcha. La prueba de la anterior afirmación es que las cosas que nos proponemos sin fundamento y sin ese chute que le aporta la ambición sabemos que se suelen quedar en nada. Se necesita una descarga mucho más potente para ponerse en marcha con decisión. De ese modo, cuando esa fuerza salte en el cerebro, no le va a quedar más remedio que activar la creatividad para solucionar y alcanzar la idea. La creatividad es la respuesta a una ambición.

Pero debemos añadir un ingrediente más en nuestra ecuación de creatividad y ambición, y éste es la actitud.

Para correr una maratón deberás entrenar. Si quieres aprender un idioma deberás estudiar. Si quieres ahorrar dinero deberás controlar tus gastos. Si quieres ser más productivo y trabajar sin estrés tendrás que hacer cosas que ahora no haces.

Si hay algo que no te gusta o que quieras cambiar de tu vida, o de tu profesión. Si quieres obtener mejores resultados este año en tu departamento. ¿cómo lo vas a hacer? Lo que te puedo asegurar es cómo no vas a conseguirlo. Si las respuestas a esas ambiciones no pasan de la aceptación, de la resignación y de la negación, lo más probable, salvo casualidades, es que te quedes como estás.

Tus futuros logros, tus futuras alegrías, tus futuros éxitos, dependen, en una parte importante, de tu creatividad para dar respuesta a tus preguntas. Es decir, tratando de entender la realidad en la que te mueves y no aceptándola como algo inmutable, tu ambición y tu actitud te harán creer que la puedes mejorar.

Cada uno de nosotros construye su mundo, da forma a la realidad en la que cree y en la que sueña, y esta realidad no se construye a partir de lo que ocurre en el exterior, sino de lo que ocurre dentro de nosotros. De esta manera solo será posible lograr lo que podamos imaginar con nuestra creatividad.

Para ello deberemos de tener en cuenta una serie de aspectos cada vez que imaginemos y nos queramos enfrentar a algo nuevo y desconocido:

Podemos llegar a ser lo que queramos, pero para ello hemos de tener establecidos nuestras metas, nuestros objetivos y nuestra visión; sin embargo, tenemos una tendencia adquirida a establecerlos con una temporalidad: “para el día X deberé haber conseguido Y”. Esto lleva a muchas personas a considerar las metas, los objetivos y la visión como si formasen parte de las rutinas de su vida laboral, como si se tratase de obstáculos que deben saltarse sin caer mientras se esfuerzan por llegar a la meta de la mejor manera posible.

La zona de confort es la gran enemiga de la creatividad” Dan Stevens.

Anteponen el deseo a la ambición, y es debido a que, normalmente, y sobre todo referidos a las metas y los objetivos, se establecen como medida de un rendimiento esperado, de un punto concreto que alcanzar, en vez de describirlos como un instrumento de desarrollo extraordinario, en el que la ambición y la creatividad deben de estar presentes.

Romper con ese modelo exige una nueva forma de pensar, una nueva mentalidad. Hay una lista con las cualidades más comunes a las personas que han destacado notablemente en algún campo: Enfoque, preparación, convicción, perseverancia, creatividad, ambición, actitud, curiosidad, resiliencia, aceptación del riesgo, independencia, un sentido de elevado propósito.

Muchas de las personas que cuestionaron sus convicciones y nos enseñaron una nueva forma de ver el mundo tenían estas cualidades: Sócrates, Copérnico, Dickens, Mozart, Henry Ford, Gandhi, describieron su vida en términos de aventura, exploración y desafíos y lograron cambiar el mundo. Y tú, ¿tienes deseos o ambición?

 

 

José Ignacio Azkue