El término “trabajador del conocimiento” fue acuñado por Peter F. Drucker, el mayor pensador y, sin duda, quien más hizo por el desarrollo del management durante el siglo XX. Gran y prolífico escritor, publicó más de 35 libros sobre temas referentes a la gestión de las organizaciones, las sociedades del conocimiento y sobre la importancia de la productividad para este tipo de trabajador.

El concepto

Ya en 1959 acuñó y definió el término trabajador del conocimiento refiriéndose a aquellos trabajadores capaces de generar ideas y dar soluciones gracias a sus conocimientos.

Señaló asimismo que para estos trabajadores su principal valor residía en su capacidad de generar beneficio gracias a su mente; de crear soluciones, analizar y procesar la información que reciben desde diversas fuentes y de establecer estrategias novedosas.

Aunque esta definición surgió a mediados del siglo pasado, no fue hasta principios del siglo XXI, gracias a la revolución tecnológica y al cambio que se ha producido en la naturaleza del trabajo, que se propició la aparición y el protagonismo del trabajador del conocimiento en todo tipo de organizaciones.

Están en todas las empresas, ocupan cargos muy diversos y no es difícil encontrarlos. Es más; tú, que estás leyendo este artículo, muy probablemente seas uno de ellos.

La productividad

Se debe tener en cuenta que para que un trabajador del conocimiento sea razonablemente efectivo no basta con que sea inteligente o domine perfectamente las competencias adquiridas, ni siquiera que trabaje duro. La capacidad de ser efectivo no es innata en las personas, por lo que ha de aprenderse como una competencia más.

Sin esa productividad que se ha de aprender y ejercitar, no hay alto desempeño, por mucho esfuerzo que se realice o, incluso, por muchas horas que se trabaje. Por tanto, una de las principales responsabilidades de los dirigentes de una organización será, precisamente, mejorar la productividad y efectividad de sus trabajadores del conocimiento mediante la formación concreta en esta práctica.

La productividad, llamémosla si queremos efectividad, en realidad se basa en un conjunto de hábitos, o lo que es lo mismo: un conjunto de prácticas. Estas siempre pueden aprenderse y, de hecho, es recomendable esforzarse en hacerlo.

Libertad de decisión y de acción

De la misma manera, si estos trabajadores deben decidir y pensar como parte de su trabajo, no es lógico contratarlos para dirigirles y decirles qué deben hacer. Un verdadero líder debe saber que estos trabajadores son un activo clave, pues de sus decisiones y resoluciones va a depender el futuro de la organización. No puede permitirse el lujo de que las ideas y las órdenes fluyan en el organigrama de arriba abajo y se desaproveche parte del potencial de sus mentes. Será conveniente, en cambio, potenciar su libertad de acción y de decisión.

Si hay algo que motiva a un trabajador del conocimiento son los retos que se le presenten, las dificultades que tenga que superar. Por consiguiente, lo que necesita es enfrentarse a desafíos con cierto grado de responsabilidad, así como con libertad de actuación.

Hay que dejar de hacer cosas

Si cualquiera de vosotros, como trabajador del conocimiento, analizara todas y cada una de las tareas a las que dedica su tiempo a lo largo del día, quedaría impresionado de la cantidad de asuntos que le mantienen ocupado y que nadie echará de menos si no los atendiera.

Tendemos a sobrevalorarnos y llegar a la conclusión errónea de que, con frecuencia, la mayoría de las tareas solo pueden ser hechas por uno mismo. Esto lleva a que muchos ejecutivos sigan asumiendo un buen número de tareas innecesarias e improductivas para sus prioridades.

En estos casos, un trabajador del conocimiento debe identificar los procesos de trabajo que podría realizar otra persona y aprender a delegarlos.

Para ser efectivo o productivo cualquier trabajador del conocimiento, y especialmente cualquier profesional que quiera tener muy buenos resultados en su trabajo, necesitará disponer de bloques de tiempo continuado sin interrupciones lo suficientemente grandes. Deberá tener muy claro lo que tiene que hacer para evitar las distracciones y, de esta manera, poder trabajar concentrado en sus prioridades.

Conseguir tiempo productivo en el trabajo requerirá de mucha autodisciplina y de una determinación férrea para decir “no” a muchas cosas con las que podrías interactuar en tu entorno.

Las reuniones también son un enemigo

La mayoría de las reuniones son una concesión a la organización deficiente medidas en cuestión de tiempo frente a resultados. Si los trabajadores del conocimiento dedican algo más que una mínima parte de su jornada a reunirse, será un signo claro de falta de organización, y este fallo afecta directamente a su productividad.

Las reuniones deben ser la excepción más que la regla. Deben tener un objetivo claro y servir para un fin y, como norma, nunca se debería permitir que las mismas fueran la principal demanda de tiempo de un profesional. Una organización en la que cuyos trabajadores se reúnen a todas horas será una en la que seguramente nadie atiende a sus prioridades, o se hace mucho menos de lo que se debería y podría hacerse.

Atender lo que se debe hacer para obtener resultados

La inteligencia, la imaginación y el conocimiento son atributos esenciales para este tipo de trabajador. No obstante, solo si este aplica técnicas validas de productividad en la gestión de sus recursos, tanto mentales como materiales, sus acciones se convierten en resultados tangibles y positivos.

Por tanto, tener claridad en cuanto a las prioridades y trabajar en las tareas más importantes es lo que hace efectivo al trabajador del conocimiento, y en eso consiste la productividad. Este tipo de beneficio no se mide por la cantidad de trabajo que se lleve a cabo, tampoco por el coste que represente; el trabajo del conocimiento se valora por sus resultados.

Si hay algo imprescindible en productividad es poder alcanzar cierto grado de concentración a la hora de realizar un trabajo, sobre todo para cumplir con el orden de las tareas en la lista de prioridades.

Por eso los profesionales efectivos saben decidir en cada momento de qué tarea deben encargarse primero entre todos sus compromisos. Saben centrarse en una sola actividad y evitan por todos los medios que las trivialidades les despisten y les alejen de sus resultados.

Un trabajador del conocimiento productivo sabe que no se tiene que comprometer con nada más que con la tarea que está realizando en el presente. Una vez terminada, podrá revisar su situación, el entorno en el que se encuentra y su inventario completo de tareas; así elegirá el siguiente cometido que, desde ese momento, será el único que ocupe su atención.

Este es el secreto de por qué los trabajadores del conocimiento se sienten orgullosos de su trabajo, quieren crecer y buscan enfrentarse a nuevos retos a lo largo de su carrera profesional. Es la razón por la que este tipo de personas son las que “hacen muchas cosas” y, con frecuencia, “muchas cosas difíciles”. Tal vez por todo ello sea por lo que consiguen resultados sorprendentes.

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José Ignacio Azkue