La forma de reaccionar de muchas personas en el trabajo y en su vida particular es reactiva, es decir, ante cualquier imprevisto reacciona ante la situación, en vez de ante el resultado. Gráficamente lo podríamos expresar como:

situación –> reacción  –> resultado

Esto evidencia un hábito que ha muchos de nosotros nos hace perder grandes oportunidades. Nuestra reacción a una situación da lugar a un resultado improductivo.

Esta simple concatenación de hechos situación à  reacción  à resultado, dirige gran parte de nuestras reacciones espontaneas. Vamos en nuestro coche por una ciudad desconocida, dudando por qué calle continuar, cuando otro conductor impaciente por nuestra lentitud, nos da unos bocinazos y nos insulta. Reaccionamos insultando, lo que da una relación deteriorada. En el trabajo pasa lo mismo. Estamos concentrados definiendo los pasos de un nuevo proyecto cuando suena la alarma de que nos ha entrado un nuevo correo y lo abrimos. Otro marrón que nos hace dejar el proyecto aparcado momentáneamente.

Ése es el problema. La parte importante de la cadena “el resultado”, y podríamos decir que la única importante, es la que resulta dañada. No lo hacemos queriendo, pero reaccionamos casi de forma instintiva y el resultado es otro.

Para solucionar este problema deberíamos cambiar el orden de esta ecuación, no sé si es muy acertado el término ecuación para esto, pero lo voy a usar.

Debemos evidentemente ante cualquier situación centrarnos en el resultado, a partir de ahí decidiremos la reacción, es decir:

situación –>  resultado –>  reacción

En vez hacer caso a la alarma, (situación), pienso que cuando defina el proyecto, lanzaremos un producto mejorado con respecto a la competencia, (resultado), por tanto dejo el correo para más tarde, ni tan siquiera lo miro para no tener tentaciones, (reacción).

Cuando nos debamos de enfrentar a cualquier situación, debemos de tomarnos unos segundos antes de reaccionar. Nos deberemos hacer una sencilla pregunta, ¿cuál es el resultado que quiero? Luego en vez de reaccionar a la situación reaccionemos al resultado.

Este pequeño cambio en la ecuación nos vuelve proactivos en vez de reactivos. Es decir decidimos nosotros que es lo importante y en consecuencia actuamos. El reactivo decide en función de las necesidades de los demás, en este caso del remitente del correo electrónico.

En otras palabras, deja de reaccionar al pasado y empieza a reaccionar al futuro.

Reaccionamos porque la situación nos pide que reaccionemos. Cómo reaccionemos debería estar determinado por el resultado, en otras palabras por el futuro que queremos.

El correo electrónico nos pide que lo abramos y seguramente que nos enfrentemos con otra tarea diferente a la del proyecto.  El resultado nos pide que dejemos de lado el correo, sigamos con el proyecto y más tarde ya tendré tiempo de decidir qué hacer con el correo, aquí la ecuación vuelve a ser proactiva.

Rebélate contra la inercia (reactividad). Haz una pausa. Cálmate y céntrate. Mira a tu alrededor para ver la realidad de lo que te rodea. Amplía tu visión de ti mismo. Da rienda suelta a todo tu potencial. Concéntrate en el resultado (proactividad).

Saber qué resultado persigues te permite centrarte en lo importante y evitar el torbellino  de actividad que a menudo no te llevará a ninguna parte de forma efectiva.

 

José Ignacio Azkue