Cuando se diseña una oficina para que trabajen nuestros empleados, uno de los argumentos menos tenidos en cuenta es el de la productividad personal. Siempre que tengamos que definir cómo van a desempeñar sus funciones nuestros trabajadores del conocimiento, deberemos tener en cuenta cómo es el trabajo de hoy, cómo se desenvuelve cada día y qué elementos enturbian su desarrollo e impiden su correcta realización.

Hay una tendencia muy generalizada en tratar de aprovechar al máximo el espacio para lo cual, lo normal, es que se utilicen espacios abiertos. Es decir, se meten el mayor número de mesas en el menor espacio posible.

Esto que en ciertas circunstancias puede estar bien, en el caso del trabajador del conocimiento puede ser la causa de una baja productividad y causante de gran parte del estrés que sufren muchos trabajadores.

Puede estar muy bien cuando lo que se quiere primar es la creatividad, fomentar la colaboración entre trabajadores e incrementar una fluida comunicación. Pero no nos engañemos, esto no es lo más importante a la hora de trabajar y sobre todo de hacerlo bien.

¿Por qué a los jefes y responsable se les reserva un despacho cerrado?, ¿qué tiene de especial?, ¿qué cosas tienen que hacer que los diferencien de los demás?

Todo trabajador del conocimiento, en parte de su jornada laboral, tendrá que concentrarse para desarrollar su trabajo, tendrá que decidir, tendrá que desarrollar, etc. Ninguna de estas funciones se puede llevar a cabo de manera eficaz y productiva con el ruido existente en los espacios abiertos.

Cuando hablamos de ruido no sólo nos referimos a los decibelios causados por las conversaciones, los teléfonos, incluso para ciertas personas la música de fondo, es decir, en general el movimiento típico de toda oficina. También incluimos las interrupciones. Esa situación que machaconamente nos ocurre muchas veces a lo largo del día y de la que es muy difícil escapar en espacios abiertos.

En estas situaciones es imposible que un trabajador que en un momento de su jornada tenga que rendir un plus especial, que tenga que concentrarse, lo haga bien. Va a sufrir para lograrlo. Va a tener que esforzarse mucho más que si estuviera aislado en una sala aparte. Como consecuencia, su trabajo no tendrá la calidad que podría haber tenido en otras circunstancias.

Es muy fácil que tras todos los días en estas circunstancias, lleguemos a una conclusión errónea, no soy productivo porque los demás no me dejan.

La solución a este problema puede llegar a ser muy sencilla. Basta con que haya alguna sala o despacho, donde estas personas puedan acudir a realizar este tipo de tareas especiales. Donde puedan aislarse del ruido de la oficina, para una vez realizadas las tareas, volver a su sitio habitual de trabajo.

Se deberá buscar la forma de que todos puedan hacer un uso racional de estos espacios de concentración. Habrá que buscar una manera de reservarlos, definir unos turnos para que todo el que lo necesite pueda tener su oportunidad.

¿Cuál es tu santuario productivo?, ¿dispones de él?, ¿qué vas a hacer para tener uno?

 

José Ignacio Azkue