Hay personas que siguen pensando que la inversión en productividad para los trabajadores del conocimiento es cara y que no sirve para casi nada. Prefieren mirar en otra dirección para no tener que reconocer que no tienen razón, ya que toda mejora en productividad es buena, y lo saben. Pero se equivocan al pensar de esta manera. También lo hacen cuando no miran  en la dirección correcta para identificar el creciente y generalizado problema que se ve, hoy en día, en el mundo del trabajo inteligente.

Las empresas y organizaciones han realizado un gran esfuerzo y han gastado ingentes cantidades de dinero, sobre todo desde hace tres décadas, en mejorar la productividad de sus procesos productivos. Es decir, han invertido en fabrica, en el proceso de fabricación y en formar técnicamente a las personan involucradas directamente en ese proceso.

El resultado ha sido sorprendentemente bueno y la capacidad productiva de esas organizaciones ha  ido creciendo de manera exponencial. Esto ha permitido a muchas empresas desarrollarse y expandirse de la misma manera que aumentaba su capacidad productiva. Como resultado de ello, se han ido abaratando los costes y en competitividad también han mejorado.

Pero se han dado una serie de paradojas en el mundo de la empresa. Mientras que la productividad crecía, la necesidad de mano de obra en fábrica iba disminuyendo y, la necesidad de mano de obra administrativa iba aumentando. Es decir, se necesitaban menos personas poco cualificadas para producir y, cada vez, se necesitaba un mayor número de personas más cualificadas para controlar y gestionar esa producción.

Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”. Derek Curtis Bok

Contrariamente a lo ocurrido con los procesos de fabricación, los esfuerzos y las inversiones para mejorar la productividad del trabajador del conocimiento, de ese trabajador cada vez más cualificado y especializado, han sido mínimas y, con el paso del tiempo, han ido decreciendo de manera alarmante.

Durante algunos años se ha hecho algún tipo de formación sobre “gestión del tiempo”. Ahora bien, cada vez tienen menos aceptación y provocan hasta cierto rechazo porque sus técnicas, hoy en día, no solucionan nada. Es más: te llevan, sin duda alguna, por el camino de la ansiedad, el estrés, la confusión y de peores resultados.

Pero, como ocurre con casi todo en la vida, nada es inmutable y el trabajo del conocimiento tampoco: le ha tocado cambiar, lo ha hecho,  lo seguirá haciendo y, además, cada vez de manera más rápida y contundente.

Como consecuencia de esto, la productividad de esta categoría de trabajadores está reduciéndose de manera constante, y ha llegado a un punto en que resulta alarmante.

Porque los cambios en la forma, en las herramientas, en las facilidades que tenemos hoy en día para realizar nuestro trabajo, y que aprovechamos también en gran medida dentro de nuestra vida no profesional, nos han traído unos nuevos elementos que no sabemos gestionar adecuadamente como son la inmediatez y la sobreinformación.

A consecuencia de lo anterior, muchas personas se dejan llevar por el día a día. Caen en el hacer por hacer, en el hacer sin sentido, sin un horizonte al que tratar de llegar, lo que acarrea un gran impacto en su persona, en su motivación, en sus resultados y, finalmente en las organizaciones, en las empresas. De la misma manera, las secuelas alcanzan también su vida personal, familiar y social.

Ni las organizaciones, ni las empresas, ni incluso sus responsables y dirigentes, y tampoco  en muchos casos los propios trabajadores,  han identificado este elemento como un nuevo problema. Ven como algo natural el que el trabajo de hoy en día sea así, ya que no han asimilado los cambios como algo nuevo a lo que hay que adecuarse.  Se han digerido, con resignación, las consecuencias negativas de esta nueva forma del trabajo como si se tratase de algo que está dentro de la normalidad.

No se ha educado, no se ha enseñado a utilizar adecuadamente, a gestionar correctamente todos esos elementos que tanto distorsionan nuestro trabajo y nuestra vida. Muchos responsables piensan que la educación en productividad es cara y poco eficaz. Probablemente piensen así a causa de los pobres resultados que, como ya hemos comentado, viene aportando desde hace unos años la formación en gestión del tiempo.

Sin embargo, hay un nuevo método que trae una brillante solución para los nuevos retos que supone el trabajo en el siglo XXI. Este método es GTD (Getting Things Done), de David Allen. Revoluciona con sus ideas la forma de enfrentarnos  cada día a nuestro trabajo. Nos ayuda a que nos focalicemos a la hora de decidir qué hacer para lograr nuestros objetivos. Nos permite saber, en cada situación que nos encontramos, qué es lo mejor que podemos hacer. Nos facilita el ser consciente de qué no estamos haciendo y por qué no lo hacemos.  Se trata, en fin, de un método que ayuda a trabajar sin estrés, de manera relajada y con gran eficacia.

¿Sigues pensado que la inversión en productividad y eficacia son caras?, ¿has cuantificado lo que cuesta no ser productivo ni eficaz?, ¿sabes lo que deja de ganar tu organización por ello?

 

José Ignacio Azkue