Debería ser conocido por todo el mundo que el presentismo laboral representa un coste importante y que afecta a la productividad y a la cuenta de resultados de las empresas.

Tampoco es casualidad que, en los países con peores índices de productividad, este fenómeno tenga una manifestación relativamente importante en las organizaciones, mientras que en los países más productivos su incidencia es mucho menor.

El presentismo laboral se da cuando una persona se ve obligada a acudir a trabajar, bien porque ella así lo cree necesario o bien a imposición de sus superiores, aunque la persona sea consciente de que no está en condiciones de hacerlo.

Los motivos por los que no debe acudir pueden ser muchos y variados: ya sea por enfermedad, porque se encuentre en un momento muy difícil de su vida coincidente con la enfermedad grave o la muerte de un familiar, o a causa del cuidado de los niños, por graves problemas económicos, problemas legales, etc.

Estas personas, en realidad, tienen más miedo a perder su trabajo, a ser sancionadas o a que se les cuestione su profesionalidad, que a las consecuencias de lo que están sufriendo. Por tanto, se presentan a su trabajo con la intención de realizar las tareas encomendadas, pero en unas condiciones, bien sean físicas o mentales, que les van a impedir desempeñarse con la misma efectividad que si estuvieran en condiciones normales. Sin embargo, en su situación puede llegar a generar problemas, tanto en la empresa como en su departamento o en su equipo, a causa de falta de dinamismo y, también, falta de capacidad para el desempeño de sus obligaciones.

“Estoy enfermo, pero ese trabajo debo de terminarlo”, “no puedo decepcionar a mi jefe”, “solo yo puedo hacer ese trabajo”, “ese cliente solo quiere hablar conmigo” …

Un síntoma de que te acercas a una crisis nerviosa es creer que tu trabajo es tremendamente importante” Bertrand Russell.

Si te suenan alguna de estas frases, has de saber que pueden ser un claro indicativo de que quizá estés cayendo en el presencialismo laboral cuando, aunque no te encuentres bien, acudes al trabajo.

Se trata de un problema más extendido de lo que parece, y se tienden a subestimar tanto su repercusión como sus consecuencias. En general, los dirigentes de cualquier organización están obsesionados por luchar contra el ausentismo de sus empleados, y esta preocupación les impide ver el problema “opuesto”, es decir, el que se ocasiona cuando se está presente en la empresa, pero ausente del trabajo.

El ausentismo puede llegar a ser un problema porque afecta a la capacidad productiva de una empresa. Así mismo, puede repercutir negativamente en la moral y motivación del resto de la plantilla. Además, y sin duda, es probable que acarree, como mínimo, un incremento de costes.

En general, son los propios empleados quienes deciden proseguir trabajando pese a saber que lo van a hacer por debajo de sus niveles de rendimiento habituales, aunque lo aconsejable sería pedir los días necesarios de baja para recuperarse o para solucionar sus problemas personales. Pero no lo hacen, y con ello consiguen prolongar los efectos de la enfermedad o de lo que les esté afectando. Por consiguiente, las empresas terminan sufriendo un impacto negativo y perjudicial tanto en la calidad como en el volumen del trabajo realizado, que acaba repercutiendo negativamente en el desempeño general del negocio.

“Si la pasión te impulsa, deja que la razón tome las riendas” Benjamin Franklin.

Si una persona no acude a su trabajo el problema se hace evidente y no hace falta nada para identificar sus consecuencias: un puesto de trabajo vacío, trabajos pendientes de hacer que se acumulan, cuestiones que se van retrasando, etc. Eso no ocurre con el presentismo, donde el problema no es tan fácil de identificar, porque en la mayoría de los casos resulta difícil identificar a los empleados que son víctimas de este conflicto y, en consecuencia, se complica dar los pasos necesarios para solucionarlo.

Existe una relación estrecha entre los dos casos, el presentismo y el ausentismo, y será difícil solucionar uno ignorando el otro. La solución a los dos problemas se debe contemplar a través de una adecuada política de «gestión de las ausencias» que deberán de ser siempre conscientes y debidas.

Por tanto, lo primero debería ser desestigmatizar el ausentismo y evitar que se den casos en los que se penalice este hecho. Será necesario dejar claro que ausentarse cuando se está enfermo o con graves problemas entra dentro de lo lógico y, así mismo, aclarar que el presentismo no es bueno ni para los trabajadores ni para la empresa.

En mi opinión, otra de las mejores medidas para evitar el presentismo es la flexibilidad en el horario de trabajo, además de tratar de buscar con ella la conciliación laboral. En muchas empresas se ha identificado como preferible tener a los empleados trabajando en horarios más reducidos e intensivos, que tenerlos todo el día presentes perdiendo, a partir de ciertas horas, tiempo y recursos.

Aunque todavía está muy extendida la idea de que un buen trabajador es aquel que trabaja muchas horas, seamos lógicos: ¿alguien se cree que una persona que trabaja más de 8 horas todos los días obtiene buenos resultados en su productividad? La respuesta claramente es que no, porque trabajar muchas horas no te hace más productivo.

Sin embargo, si la jornada laboral se reduce o se da opción a que cada uno la adapte a su situación personal e, incluso, atendiendo a la conciliación laboral y a sus necesidades, esta persona podrá organizarse de tal manera que las horas que esté presente en la empresa serán productivas y centradas en su trabajo, permitiendo que pueda dedicarse en su tiempo libre a las cuestiones personales.

El único inconveniente de este tipo de propuestas suele radicar en la desconfianza y la prevención de la dirección de la empresa hacia posibles abusos que dichas medidas pudieran generar en los empleados. Pero hoy en día existen numerosos medios técnicos para controlar que no se produzcan tales abusos. Es más que posible que tanto el empleado como la empresa conozcan, prácticamente en tiempo real, el número de horas trabajadas para, de esta forma, saber si está metiendo horas extras o, por el contrario, debe recuperar el tiempo no trabajado.

El arte del descanso es una parte del arte de trabajar” John Steinbeck

Estos medios, además, pueden facilitar la gestión de otras de las posibles medidas que se pueden tomar para reducir el presencialismo, como es el trabajo desde casa. Poder hacerlo así tiene sus ventajas y sus inconvenientes, sin duda, pero puede permite que el trabajador cumpla con sus obligaciones sin tener que acudir a su puesto en la empresa.

Aplicando medidas como estas se lograrán, además de reducir el presencialismo y el ausentismo, otros beneficios muy interesantes como, por ejemplo:

  • Aumentar la productividad y la motivación de los empleados
  • Contribuir a su conciliación laboral y familiar
  • Mantener a través de la satisfacción del empleado el talento en la empresa
  • Reducir el estrés de los trabajadores
  • Mayor compromiso de estos con los resultados esperados por la empresa

Tristemente, hay directivos cuya mentalidad trasnochada sería preceptiva cambiar, porque prefieren tener empleados presentes en la oficina con baja productividad, a causa de que estar mentalmente ausentes y calentando la silla sin hacer nada productivo para su trabajo, y no tienen en cuenta que esto no es beneficioso, ni para la empresa, ni para el trabajador.

El fenómeno del presentismo afecta a muchos profesionales de nuestras empresas, tanto a nivel emocional como físico. Es muy recomendable que los dirigentes lleven a cabo un esfuerzo inteligente para detectarlo a tiempo, y así ir haciendo posible erradicar esta lacra mediante soluciones que sirvan y satisfagan tanto al trabajador como a los responsables de la empresa. Así será más sencillo generar un ambiente y una mentalidad que salvaguarden la salud laboral y el bienestar de los empleados, para que estos puedan trabajar más a gusto, más motivados y ser más productivos.

Es fundamental fomentar la presencia sana de los trabajadores en las empresas. Sin excesivo esfuerzo se puede lograr mejorar las condiciones a través de la flexibilidad en los horarios y, también, a través de la posibilidad de trabajar desde casa. Así se evita el presentismo y, de paso, se mejora también el absentismo y sus efectos negativos traducidos en una baja productividad.

 

José Ignacio Azkue