Te ha tocado vivir en una época en la que pensar sobre tu trabajo es imprescindible para tu productividad. Sin embargo, vives en un mundo donde tienes acceso a internet, prácticamente, durante todas las horas del día y, probablemente, estés donde estés. Por tanto, tienes acceso directo a ese pozo sin fondo en que se ha convertido la información que está a tu disposición en internet.

Ante cualquier duda que tengas, ante cualquier decisión que debas tomar, puedes buscar información en la web, y desde la más simple de las búsquedas hasta la más compleja, convertirla en una respuesta, pues se te ofrecen millones de posibilidades transformadas en sitios donde bucear buscando resultados sobre cualquier tema imaginable.

Sí, perseguir información para pensar sobre tu trabajo o para decidir acerca de algo, aunque solo trates de disipar tus dudas sobre pequeños aspectos concernientes a cualquiera de las variables a las que te enfrentas, te puede hacer pasar horas ante una pantalla tratando de distinguir los árboles dentro de un bosque de información. Esa forma de hacer te conduce a disipar el foco de tu búsqueda y a perderte en un mundo de ramas sin fin que te puede llevar por vericuetos que no deseas, perjudicando con ello tu trabajo y tu disposición hacia el mismo.

Ya lo afirmaba el psicólogo Barry Schwartz, en su libro publicado en el 2004 “La paradoja de la elección: Porqué más es menos” donde se refiere a lo que denomina la tiranía de la abundancia. Afirma que, si bien disponer de múltiples opciones puede conducir a resultados objetivamente mejores, es muy probable, y fácil, que éstos se obtengan a costa de pagar un alto precio en el estrés, la ansiedad e infelicidad ocasionados, precisamente, por la tiranía de la abundancia.

La conclusión a la que llega Schwartz es que la profusión de posibilidades, en vez de permitirnos tomar mejores decisiones, demasiado a menudo nos conduce hacia el temor a adoptar decisiones erróneas. Y ese temor nos puede atrapar en un bucle de indecisión e, incluso, a una parálisis ocasionada por el exceso de análisis.

El auténtico genio consiste en la capacidad para evaluar información incierta, aleatoria y contradictoria” Winston Churchill.

A pesar de todo esto, ya sabes que pensar sobre tu trabajo es imprescindible para tu productividad en la actualidad y que esto, en sí mismo, es ya de por sí un trabajo, si bien el análisis excesivo previo puede llevarte por un camino poco aconsejable: no es interesante demorar la toma de decisiones sobre las acciones para poner en marcha, realizar y completar tu trabajo, porque hacerlo te afectará.

Es evidente que, por mucho que te guste tu trabajo, para llevarlo a cabo necesitas de cierta dosis de fuerza de voluntad. Puedes entender esta cualidad como la capacidad del ser humano para conseguir las metas que se propone, para vencer los obstáculos y problemas que surjan en el camino. Es decir, es la capacidad de hacer cosas cuando no te apetece hacerlas.

Por lo que parece, la fuerza de voluntad es, en realidad, un recurso limitado de nuestra mente. Cada vez que acudes en su busca consumes una parte de esa capacidad que tienes. Así mismo, cada vez que tomas una decisión, por simple y trivial que sea, como puede ser contestar a un correo que te acaba de llegar, gastas parte de la reserva que tienes.

Cuando pasas horas buscando información, analizándola y cotejándola para tomar una decisión, tu fuerza de voluntad va mermando rápidamente y terminas agotado. En otras palabras, pensar demasiado merma tu fuerza de voluntad, por lo que tomar buenas decisiones tras un esfuerzo continuado es mucho más difícil.

No soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones” Steven Covey.

Hay cierto perfil de personas a quienes les cuesta mucho darse por satisfechas tras una búsqueda, pues siempre están dudando sobre la idoneidad de todas las opciones que han estudiado o tenido en cuenta, y necesitan más para poder decidir. El querer hacer la mejor elección les causa ansiedad y son de los que no paran hasta que han examinado todas las opciones posibles y han analizado todas las alternativas.

Esta actitud les puede conducir a la parálisis por exceso de análisis y esto los lleva a dedicar mucho más tiempo del razonable a pensar hasta que se deciden por una opción. Ahí es cuando sienten que no les alcanza el día para cumplir con alguno de sus compromisos, y de ahí, precisamente, nacen su insatisfacción, su ansiedad, su descontento y sus dudas acerca de si las decisiones tomadas han sido acertadas.

Te voy a dar unos consejos para evitar esta situación:

Ten muy claras tus prioridades y tus objetivos. El involucrarte en asuntos sobre los que tendrás que tomar algún tipo de decisión, pero que no están alineados o no forman parte de tus prioridades, puede llegar a ser muy tentador cuando se trabaja en equipo y hay que mantener un buen ambiente colaborativo, pero trata de evitarlo para no echar más leña al fuego.

Si sientes que, con tus prioridades, caes en la búsqueda excesiva de información, trata de visualizar cuáles serían las condiciones necesarias para cumplir lo esperado, pero sin buscar el perfeccionismo. Si la información que posees hasta este momento sirve para promover eso que buscas, toma la decisión ya, lo antes posible. La excelencia exagerada no es una buena compañera de viaje ni te va a hacer más productivo; si acaso, todo lo contrario.

Cuando tus valores son claros para ti, tomar decisiones se vuelve más fácil” Roy E. Disney.

Trata de establecer, en la medida de lo posible, una fecha límite objetiva para la toma de decisiones. Establecer un límite de tiempo, un plazo para zanjar un asunto puede llevar a tomar una decisión mucho más rápidamente si se hace bien y aunque a muchas personas no les guste. Lo verdaderamente complicado es fijar los plazos con objetividad. Los límites subjetivos carentes de otro criterio ajeno a, simplemente, forzar el cumplimiento del plazo, raramente funcionan. La clave está en encontrar el modo de hacerte responsable de tu límite de tiempo.

Comienza el día con tus decisiones o tus tareas más importantes. Empezar el día con trivialidades, atendiendo a requerimientos de otras personas, te lleva a ir gastando energías y tu capacidad de decisión con temas que, en muchos casos, se podrían resolver más tarde.

Plantéate una decisión: Ocuparte, o bien de cómo vas a mejorar tu oferta a ese cliente que estás a punto de perder, o bien de buscar los datos que te ha pedido tu compañero de departamento para completar un informe. Puede que las dos cosas sean importantes, pero, sin género de dudas, una lo será más que la otra.

Como he dicho antes, con cada decisión que tomas, tu fuerza de voluntad y tu capacidad para tomarlas se van mermando, por lo cual deberás gestionar con inteligencia la elección de cada tarea que vayas a realizar. En mi opinión, deberías encarar los trabajos más difíciles cuando tus recursos mentales están más fuertes y frescos. Esto, que parece una obviedad, no hay tantas personas que lo lleven a cabo.

Deberías aprender a visualizar o intuir cuándo es suficiente la información que necesitas. Para ello tal vez necesites poner un límite a la cantidad de información que precisas para tomar una decisión. Nunca podrás ni aprender, ni leer, ni estudiar, ni recopilar absolutamente todo lo referente a lo que buscas. Si con lo que tienes te basta para el fin que persigues déjalo ya, toma una decisión y sigue hacia adelante.

El riesgo de una decisión incorrecta es preferible al terror de la indecisión” Maimonides.

Recuerda que la perfección no existe, ni es recomendable a la hora de tomar decisiones. La mejor de las informaciones también te puede llevar a tomar el camino erróneo. Cuanto más difícil sea de tomar, más fácil será que caigas en la parálisis por exceso de información.

Y, para terminar, ten en cuenta que por muy buena que sea la decisión que hayas tomado, en la mayoría de los casos, será lo que hagas después lo que determinará su éxito o su fracaso.

 

 

José Ignacio Azkue