¿Por qué la mayoría de los profesionales a los que consulto se sienten completamente abrumados por su trabajo? La respuesta puede sorprender a unos cuantos: el problema no radica en la cantidad de trabajo que tienen que realizar, que también es mucho, sino en que la mayor parte de su jornada laboral, prácticamente toda, la pasan haciendo malabares con sus compromisos y tratando de atender demasiadas cosas a la vez. Eso no es bueno y afecta negativamente a su productividad.

Reflexiona si es tu caso:

Tratar de hacer varias cosas a la vez —que es una actitud que se convierte en un hábito contraproducente— ocasiona una reducción drástica de la productividad desde el primer minuto que se practica, y también provoca un mayor y más rápido cansancio que termina por incrementar el estrés, la ansiedad y la desmotivación de quien lo hace, al sentirse sobrepasado por el trabajo.

Cuando tienes el hábito de repartir tu atención constantemente, y simultáneamente en varios asuntos, sin darte cuenta, estás tratando de involucrarte parcialmente en cada una de esas actividades, pero rara vez lograrás enfocarte, en profundidad, en alguna de ellas, ya que nuestro cerebro está preparado para atender solo una cosa cada vez, si es que necesita concentración para ello. Este vertiginoso cambio de atención provoca una gran dificultad para concentrarte en cualquier asunto, lo que repercute en tu rendimiento.

Esto lo he sufrido yo en mi propia piel. Solía estar abrumado, muy estresado y constantemente preocupado tratando frenéticamente de acaparar un montón de temas a la vez, lo que repercutía en mi rendimiento y hacía que terminara, casi todos los días, quemado y de mal humor.

La solución la vi hace ya unos cuantos años, cuando empecé a formarme y a dedicarme a la productividad. Lo vi muy claro, hasta entonces mi negocio sí avanzaba, pero mi vida, o al menos su calidad, retrocedía. Hoy, por ejemplo, mientras estoy escribiendo estas ideas, para mí no existe ni el correo electrónico, ni el teléfono, ni nada que me distraiga. Me he encerrado, en un supuesto búnker, aislado de toda distracción. He aprendido que soy yo mismo quien tiene que poner las condiciones para conseguir ese supuesto aislamiento. Para ello, nadie me va a ayudar a conseguirlo y cuando me encierro en él, si es que las ideas fluyen, escribo mucho más rápido y con mucha mayor calidad que si estoy rodeado de distracciones que sé que terminarán por acaparar mi atención y preocupación.

Mi estrategia es muy clara y sencilla, se basa en atención, atención y atención. En una sola tarea cada vez y una vez finalizada, un breve descanso, y a por otra, donde se vuelve a repetir el ciclo, no eternamente, pero sí mientras dure mi capacidad de concentración.

Imagina que estás de acampada en el monte y necesitas encender fuego para preparar la cena. Como solo tienes una lupa para tal menester, reúnes un montón de hojas secas y tratas de focalizar la luz del sol a través de la lupa en las hojas. Si en tu empeño, vas moviendo el foco de hoja en hoja, para tratar de calentar todas, no conseguirás que arda ninguna llama. Lo que tienes que hacer es centrar toda la luz en un punto de una hoja y esperar a que se inicie la combustión. Así lograrás encender el fuego.

Ese es el poder de focalizarte en una cosa y evitar la dispersión de la multitarea. Tu oportunidad, en este momento, es darte cuenta de que tú eres la lupa que focaliza tus intereses o prioridades y que puedes enfocar, con toda tu intención e inteligencia, el poder de tu mente sobre una sola cosa a la vez.

Cada vez que lo hagas, verás que se encienden potentes llamas que harán avanzar tus proyectos, tus intereses o tus ideas en la dirección correcta. Pruébalo y verás que algo en tu vida cambia.

 

 

José Ignacio Azkue