¿Por qué nos cuesta, en demasiadas ocasiones, poner en marcha muchos trabajos que tenemos pendientes y a los que no vemos la hora de que arranquen? ¿Qué  es lo que los hace parecer losas sobre nuestro cuerpo y nuestra mente que nos lleva a la inacción y que, al final, en general, ésta acaba teniendo graves consecuencias en la mayoría de los casos?

Hace unos días, dando una charla de productividad y GTD en un prestigioso colegio profesional, uno de los asistentes sacó a colación que la ITV de su coche había vencido hacía 4 meses, pero su problema no era sólo ése, porque el de su mujer estaba en la misma situación y además hacía 6 meses  que debería haberle cambiado el aceite.

Este es un típico caso  en el que, por no tener un sistema de productividad que englobe todo nuestro mundo que abarque el juego del trabajo y los negocios de la vida, abandonamos nuestros compromisos personales, y lo mismo nos termina ocurriendo con los compromisos profesionales. Esta persona se sentía agobiada y estresada por su trabajo, por la cantidad ingente de compromisos pendientes que tenía. ¡Si no puedo con todo lo relacionado con mi profesión, como voy a ocuparme de cosas menores! Esto puede darse como resultado de una falta de control y perspectiva, pero también por una falta de claridad en las cosas pendientes.

Es un ejemplo muy claro, porque este hombre podría haber tenido resuelto su problema en un instante  si hubiera sabido aplicar la metodología de GTD. Veamos cómo.

GTD, el inigualable método de productividad definido por David Allen, se basa en tres pilares fundamentales: La planificación natural de proyectos, el flujo del trabajo y los horizontes de perspectiva.

Si aplicamos el flujo de trabajo (recopilar, aclarar, organizar, revisar y hacer), esta persona debería haber recopilado estas tres cosas que han pasado por su mente en un sistema fuera de su cabeza: tomando nota de “la ITV de mi coche, la ITV del coche de mi mujer, el cambio de aceite del coche de mi mujer”.

Al aclarar uno de estos compromisos, por ejemplo La ITV de mi coche, el pensamiento debe decidir qué hacer con algo cuando no es obvio o evidente. Pero no voy a entrar en más detalles sobre este punto del flujo de trabajo ya que el fin de este artículo es incidir sobre la invisibilidad de las acciones.

En un momento del proceso tengo que decidir: ¿Cuál es la siguiente acción? Una vez respondida esta pregunta clave, se produce un importante cambio en el estado de mi compromiso.

Antes estábamos en la indefinición, ya que “la ITV de mi coche” es algo inconcreto, es un pensamiento, es un proyecto y los proyectos no se pueden hacer, porque sólo se “hacen” tareas concretas. Mientras se encuentra en la indefinición, el trabajo es ‘invisible’ y no seré capaz de ver nada que pueda hacer  por él. Es como si una mano siniestra me impidiera ponerme en acción, como si hubiera una barrera que no me dejara dar el primer paso.

Si aún no has imaginado y definido el siguiente paso que tienes que dar, no sabrás si lo puedes resolver y llevar a cabo en dos minutos, dos horas o te va llevar todo el día.

Una vez respondida esta pregunta clave, “¿Cuál es la siguiente acción?”, la invisibilidad y la inconcreción se transforman radicalmente. Algo visible, concreto y realizable aparece en tu mente: La Tarea Concreta: “Voy a buscar en internet a una persona o garaje que me gestione la ITV y la voy a llamar”.

Ahora sí. Ya he quitado la barrera y he puesto en la pista de despegue algo concreto. Esto lo puedo hacer en menos de 2 minutos y lo hago ya, o lo puedo delegar en mi secretaria.

Los mismo pasa con los proyectos grandes. Muchas veces sientes que es tal su magnitud e importancia que sólo tú puedes responsabilizarte de ellos. ¿Cómo los vas a delegar? Imposible, es tu responsabilidad. De repente piensas en uno de ellos y ves la siguiente acción. Ahora sí que podrás encomendar esa acción concreta a otra persona. La realidad es que el proyecto estaba atascado porque no se había pensado en él lo suficiente como para comprender cuál era el siguiente paso a dar.

Esta pregunta tan simple, pero tan potente para tu productividad, es como una llave que abre un lugar en tu mente, una llave que te predispone a la acción. Has descubierto realmente qué tienes que hacer. Ahora  todo es más sencillo. Parece que estás más predispuesto a llevarlo a cabo lo que antes, cuando todo era confuso y no había claridad en lo que querías hacer, cuando estaba parado y abandonado en un lugar de tu mente que no hacía más que ruido.

¿Cuál es la siguiente acción? He ahí una pregunta con  el efecto de levantar barreras, de tender un puente entre lo invisible y lo visible, entre la idea y lo realizable, entre lo espiritual y lo físico.

¿Cuántos compromisos están en tu mente parados por esta causa? ¿Qué beneficios obtendrías de definir la primera acción de todos tus compromisos? ¿Por qué no lo haces?

 

José Ignacio Azkue