Siempre hemos creído, y lo seguimos teniendo asumido, que un buen trabajador debe tener capacidad para trabajar muchas horas y rendir lo máximo. Es más, en la cultura de nuestro país está muy arraigado, sobre todo en la parte alta del organigrama de las empresas, que trabajar horas extras es sinónimo de buen trabajador.

En mis seminarios, cuando facilito formación sobre productividad personal, siempre insisto en que trabajar muchas horas nos hace pagar un precio muy alto en comparación con los resultados que obtenemos por ellas. Influye en nuestro descanso, en nuestro sueño, en nuestro ocio y sobre todo en nuestras relaciones sociales pero, sobre todo, con nuestra familia.

Si un día, ante un problema puntual, metemos unas horas extras necesarias, no pasa nada. El problema aparece cuando esto se convierte en la tónica general, en una “necesidad” diaria.

Una persona que lleve el ritmo de vida que convierte en habituales las horas extra, no estará, al día siguiente, en condiciones como para trabajar a plena capacidad, a pleno rendimiento para, así,  aprovechar su máxima productividad. Esto ocurrirá como resultado de que su capacidad de recuperarse, mediante el descanso y la desconexión de su trabajo, no será la adecuada, y al día siguiente acudirá al trabajo cansado y fatigado, tanto mental como físicamente. En estas condiciones, nuestra capacidad de resolver, nuestra creatividad  y nuestra atención estarán preocupantemente afectadas.

Tener tranquilo el ánimo y alegre el humor a las horas de comer y de dormir, es uno de los preceptos cuya práctica contribuye más a prolongar la vida”. Sir Francis Bacon

Henry Ford introdujo la semana laboral de cinco días de ocho horas allá por 1914. En la actualidad  ya se ha experimentado e, incluso, hay países  de los que se consideran adelantados  en los que la jornada laboral se ha reducido a seis horas diarias.

Existe una persona que ha dado una vuelta más al tema del horario laboral y propone instalar la  semana de dos días laborales de 10 horas por jornada. Esta idea viene como resultado de haberse dado cuenta de las nefastas consecuencias que tenía para él el hecho de trabajar semanas de 50 o 60 horas laborales. En esencia, propone trabajar los martes y los miércoles y tener un fin de semana de 5 días.

Esta persona es William Power, experto en desarrollo y política y autor del libro «New Slow City«, quien después de haber trabajado de manera estresante y exigente para instituciones tan poderosas e importantes como el Banco Mundial, llegó a un límite.

Para llegar a su conclusión, se basó en dos principios fundamentales de productividad: por un lado,  la “Ley de Parkinson”, cuya fórmula indica que el trabajo se expande todo lo necesario hasta llenar todo el tiempo disponible. La segunda idea en la que se apoya es la conocida como el “principio 80/20” definida por el empresario Richard Koch. Este principio,  que también se da en amplios aspectos de nuestra vida y en múltiples campos en las empresas, señala que alcanzamos el 80% de nuestra productividad en el 20% de nuestro tiempo.

Power anima a todos los profesionales a dejar de ser un adicto al trabajo como lo fue él en su día. Para lograrlo,  redujo al mínimo los plazos de sus proyectos, se fijó en las cosas más eficaces que podía hacer y,  a la vez, eliminó todo lo superfluo relacionado con su trabajo, llegando incluso, a eliminar de su cartera a los clientes menos rentables. El resultado fue que redujo su horario de trabajo en un 60 % mientras que sus ingresos sólo se redujeron un 20%.

Este cambio le permitió disfrutar más de su familia y de su ocio, le permitió dedicarse a sus aficiones, pero para poder hacerlo tuvo que asegurarse de que las horas que dedicaba a su trabajo fueran excepcionalmente productivas.

Hay organizaciones y hay países donde también se han hecho reducciones en las jornadas laborales de sus trabajadores,  y con consecuencias y conclusiones positivas.

Algunos responsables de organizaciones que han implementado este cambio señalan claras ventajas. Entre ellas, y aunque cueste creerlo, se ha evidenciado un incremento en los ingresos. Pero además hay otras ventajas, tan importantes como la anterior, que afectan a las personas. Es más fácil el reclutamiento e, incluso,  la retención de estas personas se ve favorecida. Igualmente,  se palpa  que la motivación y la moral de los empleados mejoran.

Si trabajas fielmente ocho horas al día, quizás llegues a ser jefe y trabajarás doce”. Frost, Robert

Para poder trabajar menos horas y ser más felices deberíamos asumir como  necesario que:

  • Nos concentremos en ser más productivos y dejemos de pensar solo en estar ocupados.
  • Si pensamos que nunca tenemos tiempo para las cosas importantes, es porque le dedicamos demasiado tiempo a cosas que no merece la pena hacer.
  • No te esfuerces en corregir tus defectos, sino en potenciar tus virtudes, que son las que de verdad valen para avanzar.
  • No pienses que el dinero te va a dar la felicidad. Se encuentra en otros sitios.
  • Si no te satisface lo que haces prueba a hacer algo diferente.
  • Decide hacer todos los días algo que se te resista.

Tal vez sea difícil implementar la semana de 2 días laborales, pero no es tan difícil mejorar la productividad para poder trabajar menos horas y centrarte en ser más feliz. Ya sé que algunos argumentarán que son felices trabajando y que el tiempo, por muchas horas que trabajen, se les pasa volando. A mí me pasa lo mismo: disfruto mucho con mi trabajo y me gusta mucho, pero disfruto más con mi familia, con mis amigos, con mis aficiones y con mi ocio.

 

José Ignacio Azkue