Te acaba de sonar el despertador en el teléfono móvil. Como cada mañana, lo coges para apagarlo y observas, con consternación, el icono que representa la bandeja de entrada de tu correo electrónico. Aunque ya deberías estar acostumbrado, no deja de desesperarte el hecho de que el número de mensajes haya crecido, desde que, anoche, miraste por última vez el teléfono.

Poco después, mientras desayunas, oyes el característico sonido anunciando que alguien te ha enviado un WhatsApp. Como la curiosidad es mayor que la voluntad necesaria para ignorarlo, lo miras y compruebas que es tu compañero de trabajo quien, con un tono poco amigable por los emoticonos que adjunta, te pregunta: ¿no has leído, todavía, el correo que te envié anoche?, ¿no estabas conectado?, Por favor, míralo, porque es urgente. Y un escalofrío recorre todo tu cuerpo porque intuyes, desde primera hora de la mañana, lo que te espera.

Una clienta mía me comentaba, durante una de las tutorías que le facilitaba, que todos los días se quedaba, nada más despertarse, como hipnotizada ante la pantalla de su móvil, viendo los iconos que le anunciaban que tenía ya, desde primera hora de la mañana, demasiadas cosas que atender. Y me decía que se quedaba como abobada, rumiando “mala leche”, preocupándose por cosas que todavía no tenían sentido y desatendiendo lo más importante para ella en ese momento, como eran: las caricias, los besos, los buenos días, las palabras de amor que le quería dedicar su pareja desde el otro lado de la cama que compartían. Y terminó teniendo, como es natural, problemas a causa de ello.

Si esta situación te resulta familiar o si piensas que podrías haber sido tú el protagonista de la anterior historia, seguro que vendrá acompañada por ciertas dosis de ansiedad, preocupación e impaciencia ocasionadas por querer conocer lo que todos esos mensajes esconden. Deberías saber que, probablemente, sufras de estrés tecnológico, que seas una persona tecnoestresada debido al continuo uso de la tecnología, lo cual puede terminar generando cierto tipo de adicción.

Las cosas que se han aprendido a hacer mal, cuanto mejor se saben, peor” Noel Clarasó

Este tipo de padecimiento tiene los mismos síntomas y consecuencias que el ocasionado por cualquier otro factor que nos estrese. Produce ansiedad, nerviosismo, irritabilidad, frustración, dificultad para la concentración, dolores diversos, malestar general, problemas con el sueño. Como se ve, toda una serie de inconvenientes que nadie desea para sí pero que, inconscientemente, se adquirieren porque nadie medita sobre las consecuencias de abusar de estas, supuestas, facilidades que nos aporta la tecnología.

Esta condición de estar todo el día conectado, lo único que produce, con seguridad, es un incremento de las distracciones e interrupciones. Y deberíamos ser conscientes, a estas alturas, de las nefastas consecuencias que producen las mismas en la productividad de cualquier persona.

Es más, la mayoría de los profesionales a los que he consultado en mis seminarios y cursos de productividad, tiene la impresión de que tal cantidad de correos, mensajes y notificaciones les abruma y, como consecuencia, les cuesta mucho más poder concentrarse para trabajar bien.

Por el contrario, cuando se les pregunta si esta tecnología les ayuda en su productividad, la respuesta, en general, es negativa y ampliamente muestran un sentimiento negativo hacia la hiperconectividad que tanto abunda en estos días. Además, manifiestan cierto sentimiento de que la proactividad y la posibilidad de decidir sobre el trabajo de cada uno desaparece y, en su lugar, se ha instalado la idea de que todos tienen que responder a cualquier mensaje e, incluso, a cualquier hora.

Pero no nos olvidemos de los jóvenes, pues a ellos también les afecta en su productividad y, más gravemente aún, en cómo se relacionan entre ellos y con el resto de la sociedad. La revolución tecnológica les afecta de lleno y son mucho más vulnerables que los adultos, a la adicción a las tecnologías.

La tecnología es un siervo útil, pero un amo peligroso” Christian Lous Lange.

Las nuevas tecnologías representan, para los jóvenes y adolescentes, la posibilidad de perderse en un mundo de fantasía que les facilita una posible huida de la realidad y de la rutina cotidiana. De hecho, introducen, puede que inconscientemente, un nuevo paradigma en sus relaciones y una paradoja: a través de las redes sociales y de Internet, crece de forma exponencial la posibilidad de relacionarse, pero les induce, en muchos casos, a no mostrarse tal y como son en realidad, sino que muestran una imagen artificial e idílica de sí mismos, lo que refuerza su adicción a las tecnologías.

Se puede detectar esta adicción a la tecnología cuando se observa el uso excesivo y descontrolado, por ejemplo, del móvil, de internet, de las redes sociales e incluso de los videojuegos. Además, esto resulta más evidente cuando una persona joven se siente angustiada, tensa o, incluso, mal si no puede estar conectada. Hay que tener en cuenta que tal dependencia puede acabar generando impactos negativos en otras áreas de responsabilidad, en la vida de estas personas.

Si temes ser adicto a la tecnología, pregúntate si tienes algunos de estos síntomas que son, por otra parte, los más comunes:

  • Para el adicto, la utilización del móvil es una actividad prioritaria, incluso llegando a dejar en segundo plano otras actividades cotidianas.
  • Estas personas se aíslan, en algunos momentos del día, para atender su servidumbre hacia la tecnología que le rodea, lo puede afectar a su trabajo, a sus estudios o a sus relaciones familiares, con sus amigos o, también, a las profesionales.
  • Incluso en el trabajo, en los estudios o en la vida social se concede al móvil un protagonismo, para todo, que no debería de tener.
  • Se hace un uso excesivo para mantener las comunicaciones o incluso para posibles gestiones de todo tipo, llegándose a reducir, por esta causa, el contacto personal al mínimo.
  • Se puede llegar a mentir acerca del excesivo uso que se hace de estos medios, para tratar de minimizar, disimular, su patología.
  • Aún estando rodeados de gente, como cuando se está en una reunión de trabajo, con los compañeros, con los amigos, con la familia se sigue atendiendo lo que llega a través de la tecnología.

No se quiere renunciar a la tecnología porque es muy útil para las comunicaciones, pero no se han desarrollado buenas pautas para dominarla o controlarla, y ni tan siquiera se ha pensado sobre las conductas que genera y que van a repercutir sobre lo que es productivo o no.

Cada aspecto de la tecnología humana tiene un lado oscuro, incluyendo el arco y la flecha” Margaret Atwood.

Es más, la mayor parte de las personas ni tan siquiera tienen una cierta “cultura digital”. Por tal razón, los inconvenientes que generan las nuevas tecnologías incluyen la pérdida de relaciones personales o la sobrecarga de información. En muchos casos, esto lleva a convertir a las personas en más dependientes, en más solitarias, e incluso -por qué no decirlo- en más ignorantes.

Las tecnologías pueden saturar a las personas y hacerles menos productivas porque quedan atrapadas en ellas sin darse cuenta de lo que les ocurre, ni de lo que les ocasiona. La productividad proviene del cambio creativo de los hábitos que interfieren en el trabajo. Pero estos nunca te harán funcionar de modo efectivo si te llevan, a ti o a cualquier profesional, a que te sientes delante de una máquina a enviar y recibir de manera descontrolada y convulsiva emails o mensajes a todas horas.

 

José Ignacio Azkue