Saber decir que no a los demás y, así, poder fijar tus propios límites no resulta fácil, aunque sea algo fundamental para tu vida y para mejorar tu productividad. Sí, ya sé que es muy probable que hacerlo te ocasione ansiedad, malestar e, incluso, cierta sensación de estar defraudando a los demás e incumpliendo sus expectativas, pero deberás aprender a hacerlo si quieres mejorar tu efectividad. Te aseguro que, aunque te cueste creerlo, tus relaciones personales mejorarán y, sin duda, te sentirás mejor interiormente.

Seguro que conoces mi opinión, si me sigues en este blog, acerca de que tus creencias y también tus hábitos te pueden llevar por un camino poco aconsejable si lo que buscas de tu trabajo son unos resultados óptimos y adecuados. Si no sabes decir “no” transitas uno de estos caminos, y es probable que, si lo transitas con frecuencia, acabe siendo, si no uno de los peores, sí uno de tantos enemigos que amenazan tu productividad.

Analiza tu situación y tu manera de actuar. Cada vez que digas que sí a los demás, pregúntate en qué medida estás anteponiendo las necesidades o la satisfacción de otras personas a las tuyas. Cuestiónate si, en realidad, cada vez que actúas así, estás dejando de atender tus necesidades o tus prioridades para satisfacer las de otros; y aclara, en lo más profundo de tu persona, si estás perdiendo el control sobre tu vida y dejando de vivirla para atender o para vivir las de los demás.

Piensa que decir que sí a todo o a casi todo, algo muy habitual por otra parte, puede ser como una bola de nieve que rueda descendiendo una ladera. Al principio puede que sea pequeña e inofensiva, pero, según va rodando cuesta abajo, va creciendo hasta convertirse en algo grande, en un peligro para los que se encuentran más abajo en su trayectoria. De igual forma, con cada sí que dices te vas a encontrar con que cada vez tendrás más cosas aceptadas y, por tanto, que tendrás que cumplir y que tendrás que hacer. Si analizas, de entre todas las cosas en las que ahora ya tienes algo para completar, cuáles y cuántas te han llegado de fuera, convendrás en que muchas de ellas carecen de importancia y valor para tus obligaciones. Por si no fuera poco que te impidan cumplir con tus cosas, esta actitud complaciente con los demás te añadirá una importante e innecesaria dosis de estrés con la que tendrás que lidiar cada día.

Ni sumisión, ni agresividad, el equilibrio es la asertividad” Riso Coma Walter.

Claro que tienes que atender siempre a los demás quienes, evidentemente, también tienen sus derechos, pero que éstos no perturben ni tapen los tuyos. Tenemos que aprender a ser más asertivos y a utilizar esta cualidad para poder determinar con claridad cuándo y en qué momentos debemos negarnos y en qué momentos habremos de decir que sí y aceptar el requerimiento de otros. Se trata de saber defender nuestros intereses sin que por ello haya ninguna intención de lastimar o perjudicar a nadie.

Pero ¿por qué te cuesta tanto decir que no en demasiadas ocasiones?

Hay diversas razones que influyen en tu capacidad para ponerte límites, o para que te niegues a peticiones de los demás. Normalmente tenemos grabadas a fuego algunas ideas, casi siempre irracionales y limitantes, que condicionan las respuestas y, por tanto, llevan a cargar estoicamente con una actitud que mantiene este problema y consigue que te resulte más complicado negarte racionalmente a las peticiones de otros. Veamos algunas:

  • El miedo y el sentimiento de culpabilidad son razones de peso a la hora de decir que sí a todo. Sin duda te han educado, como a todo el mundo, en la idea de que hay que complacer y ayudar a los demás. El negarte te sobrecoge porque entra en conflicto con la educación y con las creencias que te han sido inculcadas a lo largo de la vida. Te han enseñado, erróneamente, que siempre debes ser generoso, amable, colaborativo y que, de lo contrario te verán huraño, antipático e, incluso, poco sociable, y esto último no gusta a nadie.
  • Te importa más lo que piensen de ti que lo que de verdad te debería interesar hacer. No quieres, ni te gustaría, ser rechazado, ya que esto tendría repercusiones negativas, por lo cual si dices que no temes ser excluido. Esto te hace estar más pendiente de lo que opinan los demás, de querer quedar bien, de que no piensen mal de ti, de aparentar que eres un buen profesional, que de tus verdaderos intereses.
  • Piensas que te pagarán con la misma moneda. Es muy posibles que tengas anidada en tu cabeza la idea de que, si dices que no a tus compañeros o a otros requerimientos, terminen por hacerte a ti lo mismo cuando necesites ayuda de otros, pero no tiene por qué ser así. Cuando te niegues a algo hazlo con un criterio racional. No se trata de negarte, sin más y por principio, a todo; tal actitud sí que te llevaría por el camino de la imagen insociable.
  • Hacerte, y sentir que debes ser, responsable de todo a tu alrededor. La sobreimplicación no es buena, y pensar que eres imprescindible tampoco lo es, porque estas ideas te llevarán a aceptar y buscar más cosas de las que, razonablemente, te puedes ocupar. Tienes que conocer las competencias de los demás para poder delegar en vez de responsabilizarte tú de todo.
  • Creer que a los jefes no se les puede decir que no. A éstos, como a los demás, hay que hacerles ver las prioridades y los compromisos de cada cual. Además, no deberíamos pensar que, por decir ahora que no, vayamos a perder en el futuro otras oportunidades, y que no se nos vayan a ofrecer porque las puertas estén cerradas.

Dentro de 20 años te sentirás más defraudado por las cosas que no llegaste a hacer que por las que realmente hiciste” Mark Twain.

Aprender a negarte a que otros te invadan y te saturen con sus necesidades supone claras ventajas para ti y tu trabajo. Veámoslas:

  • Vas a tomar las riendas de tus decisiones y así fortalecerás tu seguridad y autoestima. Cuando empieces a decir no y a dar prioridad a tus cosas, te sentirás mucho más seguro y a gusto contigo mismo. Sentirte a expensas de los demás deteriora el concepto que tienes de ti mismo, te debilita y provoca malestar y resentimientos.
  • Te podrás dedicar con más cuidado, detalle y calidad, a tus tareas más importantes, evitando así que otras capten tu atención y que te impidan, por lo que te ocupan, que les dediques el interés que por su naturaleza se merecen.
  • Podrás atender a todas esas cosas que te interesan de verdad pero que, por falta de oportunidad o por estar demasiado ocupado, no terminas de volcarte en ellas y están olvidadas en el baúl de los recuerdos.
  • No desgastas tu capacidad productiva. Cada tarea que realizas a lo largo del día le da un mordisco a tu capacidad natural de realizar trabajos. Cada vez que haces uno, se van minado tu resistencia y tu capacidad de concentración de modo que, al finalizar el día, te sientes agotado física y mentalmente. Por eso, ten en cuenta que cada vez que atiendes algo que no debes de hacer robas parte de la energía que deberías dedicar a tus tareas.
  • Si lo haces con asertividad, con educación y de manera positiva, te darás cuenta de que no es tan difícil lograr esquivar esos golpes, esos encargos, esos marrones, esos compromisos.

Si tu plato está lleno de comida, ¿seguirás sirviéndote más a pesar de que te va a rebosar y puedes ensuciar el mantel de la mesa e, incluso, a ti? Y, con tu trabajo y tus compromisos ¿por qué dejas que otros hagan que tu capacidad se vea desbordada?

«Si tienes que decir sí, dilo con el corazón abierto. Si tienes que decir no, dilo sin miedo» Paulo Coelho.

Decir que sí a todo te hará pagar un alto precio, te conducirá al empacho de cosas por hacer, y ésta es la mejor manera de llegar al incumplimiento por exceso y a la perdida de tu horizonte por saturación.

Como persona libre que eres, tienes el derecho de elegir lo que quieres hacer, decidir lo que debes llevar a cabo, en qué quieres involucrarte, qué peticiones debes atender y cuáles rechazar o negarte a ellas. Esto implica asumir tu opción libre de decir que no a aquello que no te interesa, pero sobre todo implica saber ejercer esa libertad cuando realmente lo deseas.

 

 

José Ignacio Azkue