La mente es algo maravilloso, pero, como casi todas las cosas, también tiene su cara negativa. Me refiero, en este caso, a que es una verdadera máquina de crear excusas con las que, con mucha frecuencia, trata de convencernos para que hagamos cosas o no las hagamos, para que tomemos medidas o no las tomemos, a sabiendas de que con esos pretextos que nos presenta no lograremos los objetivos que perseguimos o desperdiciaremos buenas oportunidades para lograr cambios o hacer cosas positivas.

En mi caso, también he tenido que aprender a escuchar a mi mente, para descubrir cuándo trata de engañarme y convencerme de que no haga lo que debo hacer. Necesito hacerlo cuando veo que trato de concentrarme, pero mi cabeza me hace volar a otras partes. Lo tuve que hacer en mi aprendizaje para mejorar mi productividad. Lo volví a hacer cuando vi la necesidad de adelgazar unos kilos, momento en el que tuve que ponerme a dieta y modificar mis hábitos alimentarios. Lo mismo me pasó cuando tuve que empezar a hacer ejercicio, para mejorar mi estado físico. Y tengo que acallar esas voces cuando tengo que hacer algo relevante y la procrastinación aparece, tentándome con estímulos para que dedique mi atención a cosas más triviales.

No tengo la menor duda de que si no me hubiera aplicado para identificar estas excusas y aprender cómo suprimirlas, me hubiera costado mucho más llegar a donde estoy hoy en día.

Entonces, ¿qué es lo que pasa para que la mente nos trate de engañar y nos ponga excusas irracionales con el fin de que tomemos malas decisiones?

La mente prefiere la zanahoria sobre el palo, tiene miedo a la incomodidad y, sobre todo, detesta la presión y el cambio. La mente donde verdaderamente está a gusto es en su zona de confort, y cada vez que siente que la sacamos de ahí, trata desesperadamente de hacernos volver a ella, incluso a costa de sacrificar nuestra salud, nuestra felicidad o hasta hipotecando el éxito a corto, medio o incluso a largo plazo.

Te voy a poner una serie de excusas que son tremendamente dañinas y que nos pone nuestra mente, a ver si te suena alguna de ellas.

  • No puedo hacerlo

Con cuántas cosas, simplemente porque son algo difíciles de hacer, nuestra mente nos dice que es imposible llevarlas a cabo. Generalmente, todo lo desconocido es más costoso de completar, pero basta un pequeño esfuerzo, en muchas ocasiones, para ir superando las dificultades que se presentan e ir dominando lo que desconocíamos. En muchos casos, cuando atiendes esta excusa es tu propia mente la que te lleva a infravalorarte y a no creer en ti ni en tus verdaderas capacidades.

Si analizas cuántas personas te han dicho que no puedes hacer alguna cosa, te darás cuenta de que quien más veces lo ha dicho has sido tú mismo. Cada vez que oigas esto, te estarás enfrentando a la dualidad que representa tu duda o tu fe sobre tu capacidad para conseguir algo. Tanto la una como la otra te están pidiendo que creas sobre algo que todavía no existe, sobre algo que todavía no has logrado. Al final, la decisión será siempre tuya, simplemente tendrás que decidir sobre qué parte de la balanza dejas caer tus decisiones.

  • Estoy tan liado que no tengo tiempo para hacer cambios

¿Alguna vez has conocido a una persona que sea feliz y a la que tú consideras que tenga también éxito? Si es así, seguro que esa persona no es de las que, regularmente, evita sus responsabilidades y culpa a los demás o al sistema de que las cosas no salgan como a ella le gustaría. La verdad es que cada persona escribe su destino a través de las elecciones y decisiones que toma todos los días. De esta manera, cada persona se convierte en el diseñador de su propio futuro y en gran medida de las cosas que le ocurren.

Echar la culpa a la falta de tiempo es lo más fácil, si lo que se quiere es adormecer la conciencia y justificar unos resultados mediocres. Así que es mucho más importante saber a dónde se quiere ir y por qué se quiere ir, que tratar de conocer el tiempo que nos va a costar llegar. De hecho, lo más importante en la vida es saber cuáles son las cosas más importantes para ti y saberlas priorizar cada día. Sin embargo, la triste realidad indica que la mayoría de las personas pasan más tiempo en cosas urgentes y triviales y no les dedica el tiempo suficiente a las cosas importantes.

  • Lo puedo hacer más tarde

Claro que lo puedes hacer más tarde, pero ¿estás seguro de que tu yo del futuro, cuando llegue ese “más tarde”, no volverá a decir lo mismo y pospondrá esa tarea otra vez, a otro yo del futuro? En general, la gente es muy optimista y opina que en un futuro será más disciplinado de lo que es en este momento. Esta forma de actuar es muy peligrosa porque, sin darnos cuenta, y a través de repetirla, podemos adquirir un hábito de procrastinar tareas.

  • Por esta vez no pasa nada

Esta es una de las mentiras más tentadoras con las que nos engatusa nuestra mente. Es probable que por una vez no pase nada, pero lo más fácil es que, una vez que se abre la veda, esto suceda muchas más veces de las que serían recomendables.

Nos pasa con ese helado tentador, con ese dulce que nos apetece comer, con ese entrenamiento, con ese cigarrillo un día de celebración, con ese presupuesto difícil de revisar, con ese correo que tenemos que contestar, con esa opinión que nos han pedido, etc.

Desafortunadamente, cuando nos dejamos llevar por esta excusa, el cerebro aprende, rápidamente, que puede escapar cuando quiera de algo que no le apetece hacer, y utilizará esta excusa una y otra vez.

  • Es demasiado tarde para mí

En esta sociedad en la que vivimos, el cambio se ha transformado en una constante que, como si fuera una ola, nos arrastra con ella queramos o no. Sin embargo, el crecimiento o el desarrollo personal, por desgracia, sigue siendo una opción a la que no todo el mundo quiere optar.

Dónde termines depende de tu actitud y de la respuesta diaria que des a los nuevos y constantes retos, y nunca será demasiado tarde para cambiar tu actitud sobre algo que puedes cambiar o no. Honestamente, nada es demasiado tarde mientras que se esté vivo.

Así que deja de hacer caso a las excusas que te inventas para no hacer determinadas cosas y comienza a enfocarte en todas las razones por las que sí deberías hacerlas. La mayoría de las cosas que te llevan al éxito o que son grandiosas no suceden por casualidad, suceden porque ha habido una elección que te ha permitido alcanzarlas.

Ahora es tu turno, empieza a preguntarte qué tipo de excusas suenan en tu mente.

 

 

 

José Ignacio Azkue