Seguro que consideras que eres un buen profesional y, desde luego, es fácil que así sea. No tengo ninguna duda de que tus capacidades y tus competencias son las adecuadas y, tal vez, más que suficientes para el puesto de trabajo que ocupas, pero, ¿son tus resultados y tu productividad los que deseas?

Estoy seguro de que trabajas muy duro, de que dentro de tu cabeza ronda siempre la idea de hacer más; te gustaría poder resolver más rápidamente las cosas pendientes de hacer, y tampoco tengo duda de que, a menudo, te quedas haciendo horas extras para poder reducir tu excesiva carga de trabajo, pero, ¿piensas que todo esto significa realmente que tu productividad esté siendo la adecuada?

Probablemente te sorprendas, o tal vez no, porque la respuesta a esta pregunta debería ser una rotunda negación. Por muy decepcionado que te que sientas leyendo la afirmación anterior, has de saber que trabajar duro y trabajar mucho, como lo haces, no tiene por qué equivaler a hacerlo de modo efectivo ni productivo.

La productividad, entendida como “hacer más en un tiempo determinado” está fuera de lugar en la actualidad porque, cuando me refiero al trabajo basado en el conocimiento, buena parte de tus resultados provendrán de las decisiones que tomes sobre tu trabajo en cada momento.

Tal vez esto no sirva, aunque podría ocurrir que sí, cuando nos estemos hablando del trabajo manual, las cadenas productivas donde hacer 1000 piezas siempre resulta más productivo que hacer 500 del mismo nivel de calidad en idéntico lapso de tiempo.

Te voy a dar una definición muy sencilla de lo que yo entiendo por ser productivo en el trabajo del conocimiento. No se trata más que de hacer en cada ocasión lo mejor que se pueda hacer en ese momento teniendo en cuenta, en el momento de elegir, tanto tu perspectiva como tus objetivos o tus planes.

Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible” San Francisco de Asís.

Lo que acabará dando significado a la productividad que buscas será tu capacidad de elegir bien las tareas que vas a llevar a cabo, ya sea en tu trabajo profesional o ya sea en tu vida privada.

Puede que pases gran parte de tu día muy atareado quitando de en medio toneladas de trabajos superficiales en vez de prestar la debida atención a esas tareas que son realmente significativas para ti. Pues bien: simplemente, cuando eliges para hacer entre unas u otras, estarás marcando la diferencia entre ser productivo o no serlo.

A lo largo de un día de trabajo tienes diferentes tipos de tareas que realizar. Hay tareas que consideras significativas para tus resultados y hay otras de diferentes naturalezas, muchas de las cuales parecen importantes o urgentes que, de hecho, no los son y que, finalmente, terminan siendo responsables de tu déficit de productividad porque “matan” tu efectividad. Sirvan como ejemplo muchos de tus correos, ciertas tareas burocráticas, las reuniones inútiles o que sirven para poco, así como algunas demandas de compañeros e, incluso, de tus jefes, por no hablar de la mensajería instantánea, las redes sociales, etc.

Tu productividad tiene más que ver con lo que no haces que con lo que haces; ten en cuenta que vives en un entorno tecnológico acelerado que te empuja a reaccionar inmediatamente y a tratar de solucionar todo de manera instantánea. Has de saber que tal actitud alimenta tu falsa productividad, es decir, tu sensación de hacer muchas cosas. Es muy probable que así, entreteniéndote con falsas urgencias que se camuflan como importantes, puede que pases gran parte de tu día muy ocupado, haciendo cosas que no te aportan, y no haciendo, por falta de tiempo, las que de verdad son tus prioridades o tus cosas importantes.

Siempre puedes hacerlo más tarde… pero tu yo de más tarde también sentirá lo mismo” Leo Babauta.

Este modo de hacer las cosas es muy problemático para tu productividad. En primer lugar, porque esconde entre sus entrañas una terrible capacidad adictiva que transformará muchos de tus actos en hábitos poco productivos. En segundo lugar, porque “viaja” acompañada de continuas distracciones que afectan negativamente a tu trabajo. Pero, sobre todo, afecta a tu capacidad de concentración, algo imprescindible para hacer bien los trabajos verdaderamente importantes que, al distraerte, se ven muy afectados.

La bandeja de entrada del correo electrónico, sin ir más lejos, se ha convertido en una especie de tirano que te dicta una tras otra, sin misericordia, las tareas a las que debes dedicar tu atención y, además, define desde el primer minuto lo que debes de llevar a cabo, supuestamente, en primer lugar, apartando tu atención de tus prioridades. Es muy fácil caer en su trampa a causa del hábito adquirido, de modo que, en consecuencia, te lleve a pasarte el día reaccionando instantáneamente a cada estímulo que recibas.

También se da otra circunstancia ante la acumulación de tareas que perjudicará tu productividad: el ansia, la ansiedad en definitiva, por finalizar trabajos. Ella te lleva, inconscientemente, a elegir tareas pequeñas y fáciles de terminar. Cada vez que acabes un trabajo, por pequeño y fácil que sea, tu cerebro te regalará una dosis de dopamina, “la hormona de la felicidad”, que te reforzará, a través de esta mini sensación placentera, para seguir buscando ese tipo de tareas rápidas y fáciles con que obtener tu recompensa. Harás muchas cosas, pero se te estarán quedando, con seguridad, las tareas verdaderamente importantes sin hacer.

La disciplina para lanzarte únicamente a tu primera prioridad hasta terminar, es lo que te hará más productivo que nadie” David Valois.

Otro factor que te lleva a apartar el foco de atención sobre tus tareas primordiales es la dificultad que se tiene para decir que “no”. Tratar de ayudar y ser colaborativo con los demás es un impulso social muy fuerte, sobre todo si previamente has recibido ayuda ajena, porque te predispondrá a devolver el favor. Esta actitud favorable hacia a los demás y sus problemas, es un comportamiento social muy normal y, en general, muy bien aceptado, pero puede hacerte daño y perjudicar tu productividad, pues te obligará a aceptar trabajos que, probablemente, no quisieras hacer y que sabes que van a incrementar, gratuitamente, tu carga de trabajo.

En el mundo de la información y la tecnología en que te mueves, manda la velocidad, lo que afectará a tu productividad. Es muy posible que estés acostumbrado a reaccionar instantáneamente, a soportar continuas comunicaciones en tiempo real y que el flujo de información constante sea una realidad diaria. Es más, seguramente todos estos factores habrán labrado en tu personalidad un conjunto de hábitos muy poco productivos. Pero ser productivo, en realidad, no significa trabajar más rápido o completar más tareas, si ignoras su importancia. Por el contrario, cuando en tu mente no figura pensar sobre la repercusión de lo que haces, sino que, simplemente, te dedicas a quitarte la mayor cantidad de trabajo posible, estarás cayendo en una productividad falsa.

Lo que deberías hacer, es evitar que te seduzca la tiranía del trabajo fácil, llegue de donde te llegue. También convendría dejar, de una vez por todas, de caer en las continuas trampas de las falsas urgencias con las que llegan muchas de tus tareas, y que te arrastran a actuar con inmediatez. Emprende, con valentía, un análisis de cada cosa que te llega, para poder apartar lo significativo de lo superfluo, y así dedicar tu atención a lo que de verdad te incumbe. Eso es lo que, con seguridad, traerá resultados reales y perfilará tu deseada productividad.

 

José Ignacio Azkue