Sin objetivos claros es muy difícil saber qué hacer, cómo empezar, a qué dedicarle nuestro esfuerzo e, incluso, focalizarnos para trabajar de manera efectiva. Para conocer la calidad de nuestros objetivos, es muy importante preguntarnos si lo que estamos haciendo hoy nos acerca al lugar en el que queremos estar mañana.

El tema de los objetivos, incluso en los blogs de productividad, es algo recurrente durante estas fechas en que nos acercamos al final del año y en nuestra cabeza, mejor dicho, en algunas cabezas, porque en la de muchos ni tan siquiera sucede, empieza o continúa un “runrun” que nos hace pensar en lo que queremos conseguir o alcanzar en un futuro comprendido entre uno y dos años.

La frase con la que comienzo el artículo resulta un tanto curiosa, porque basta con cambiar el orden de un par de palabras para que adquiera diferente significado. Pero si pensamos con detenimiento sobre ello, podemos sorprendernos porque no son tan diferentes, al menos en cuanto a sus consecuencias. Veámoslo.

Si decimos: Cómo empezar cuando no sabes qué hacer. No es lo mismo que: Qué hacer cuando no sabes cómo empezar. En la primera frase no hay acción porque no hay objetivos. En la segunda, por el contrario, es muy probable que haya objetivos, pero sigue sin haber acción.

Un objetivo, una meta, un blanco, sirven para determinar la acción de hoy y obtener el resultado de mañana”. Peter Drucker

Ambas frases tienen algo en común y es el sentimiento de bloqueo. Sentirse así es complemente normal en ambos casos. En el primero sucede porque no se ha pensado o no se tiene claro lo que se quiere hacer. En el segundo, porque no se ha pensado lo suficiente sobre lo que se sabe que se tiene que hacer.

Es muy frecuente que a mi bandeja de entrada del correo electrónico, o a través de las redes sociales donde interactúo, o en los seminarios que imparto, me lleguen o me hagan preguntas sobre estos temas; no sé qué hacer o no sé cómo empezar. Que quede claro que yo también pasé por estas situaciones. Por lo tanto, aunque hoy en día las tengo superadas, me son familiares como seguramente a todo el mundo. A algunos porque las han dominado como yo, y a otros  porque, por desgracia, todavía no lo han hecho.

¿Cuándo fue la última vez que quisiste hacer algo, pero no sabías por dónde empezar? ¿Qué tuvo que pasar para ponerte en marcha y conseguir lograrlo?

Por suerte, sobre todo para aquellos que no se ponen en marcha porque no se plantean nada, el hecho de saber fijarse unos objetivos y encontrar los recursos necesarios para conseguir cualquier cosa que se propongan es una habilidad que se puede desarrollar.

Es más, en mi opinión, considero que es una competencia, una cualidad que va a ser imprescindible para todo trabajador del conocimiento, con independencia de si su foco lo pone en su vida profesional, personal, familiar, social o en cualquier otra área de responsabilidad que tenga.

Y será así  en tanto esta persona quiera vivir de manera libre, responsabilizándose de sus decisiones y acciones, en vez de ser uno más del montón que vive como en un rebaño dejándose llevar por las circunstancias, sin un ideal de vida más allá que seguir ciegamente el camino que marca la sociedad.

Para evitar este bloqueo y éstas, en mi opinión, adversas circunstancias de no saber qué hacer, debemos definir claramente los objetivos que queramos lograr.

La pregunta que nos debemos de hacer para identificarlos sería: ¿Qué quiero conseguir? Su contestación nos va a situar en un nivel superior de perspectiva con respecto a los proyectos y las acciones. Las respuestas que obtengamos con esta pregunta, nos permitirá centrarnos en los compromisos que deberíamos  cumplir para conseguir los resultados deseados durante un plazo de tiempo de uno o dos años.

Hay muchas personas y organizaciones que eligen las fechas previas al fin del año o, por el contrario, las inmediatamente posteriores al inicio de este periodo, para fijarse o tratar de establecer unos objetivos.

Con ese fin, tanto los unos como los otros han de tener en cuenta tan solo cinco puntos. La diferencia entre quien consigue lo que se propone y quien se queda en el camino, o ni tan siquiera comienza en su andadura, radica en cumplir fielmente estos cinco principios.

  • El primero, aunque parezca una obviedad, es saber lo que se quiere conseguir y marcarse el objetivo.

Esto, que parece tan sencillo, no lo es en realidad. Basta con preguntar a cualquier joven de 18 años qué quiere ser de mayor, y te darás cuentas de su falta de objetivos. Pero esta falta de perspectiva la tienen muchas personas durante toda su vida. Demasiadas en mi opinión o, dicho de otra manera, demasiado pocas se proponen logros en su vida y cumplen las cinco condiciones que estamos hablando.

Establecer objetivos es el primer paso para transformar lo invisible en visible”. Anthony Robbins

Lo mismo ocurre en las empresas y organizaciones. A ciertos niveles, a ciertos tamaños, los objetivos están claramente definidos, pero si se tiene en cuenta que la mayor parte del tejido empresarial de nuestro país son Pymes, ¿cuántas de ellas tienen definido lo que quieren conseguir en el periodo de tiempo del que estoy hablando? Por lo que yo conozco, prácticamente ninguna.

  • Definir bien los objetivos, sin ambigüedades, con claridad, de manera tangible

Es muy fácil caer en la intangibilidad a la hora de ponerse (pseudo)objetivos. Sí, es muy fácil pensar que se quiere adelgazar, que se quiere dejar de fumar, que se quiere hacer más ejercicio, que se quiere mejorar los resultados de la empresa, que se quiere vender más,  o que se quiere pasar como se pueda este año. Que se quiere, que se quiere, que se quiere… Ambigüedad, intangibilidad y poca claridad.

Sin embargo esto no es válido, lo que hay que hacer es definir con todo lujo de detalles el objetivo. Hay que ser todo lo concreto y específico que se pueda y, además, reflejarlo por escrito.

Es aconsejable y bien diferente plantearse, por ejemplo: hacer dieta y mejorar la alimentación para adelgazar quince kilos este año, salir todos los jueves puntual del trabajo para andar y hacer ejercicio durante hora y media para mejorar el estado físico y la agilidad corporal, comprar una empresa de la competencia para poder duplicar la cartera de clientes y duplicar la capacidad productiva en dos años, abrir durante el próximo año un local comercial en una provincia limítrofe, y que esté operativo con personal bien formado.

Porque de esta manera lo que se quiere conseguir está muy claro, y la claridad siempre lleva a la ejecución, mientras que la ambigüedad lleva al bloqueo, a la parálisis mental y de acción.

  • Ser constante

La mayoría de los propósitos que se fijan cada año miles de personas y empresas, no se logran porque se abandonan a la primera de cambio. La excusa de que “no pasa nada si hoy no lo hago” tal vez sea cierta, pero, bien sea la dieta, el ejercicio, la tarea para abrir el local o lo que sea, si se empiezan a incumplir, va a abrir la caja de las excusas, de la que se echará mano cada vez con mayor frecuencia. La constancia del día a día es durísima, y ésta es la razón de los abandonos,  algo que marca la diferencia entre  los que lo consiguen y los que no.

  • Tener un plan de acción

Entre el punto inicial en que se fija un objetivo y el punto final en que se puede dar por conseguido el resultado, existe un vacío que hay que llenar de acciones que permitan caminar desde el inicio hasta el final.

Para ello se debe pensar sobre lo que se quiere conseguir, se debe de pensar sobre el resultado a lograr. A través del talento que posee la gran fábrica de ideas que es el cerebro, se irán identificando los proyectos necesarios para el resultado esperado.

A su vez, y a través de la reflexión sobre estos proyectos, se identificarán las acciones concretas que se tendrán que completar para lograrlos, se confeccionará un plan de acción, es decir, cada una de las tareas, pasos, que habrán de darse en ese imaginario puente que une las dos orillas, la del deseo original de conseguir algo y la del resultado final obtenido.

Si se tiene dificultades con la lista de pasos, hay que probar a empezar por el final. Imaginarse que ya se ha conseguido el objetivo y preguntarse: ¿qué fue lo último que se tuvo que hacer?, ¿y antes de hacer eso, qué se hizo? ¿Y antes de eso…?

Si aun así se sigue siendo incapaz de hacer la lista, el problema es que falta información y tal vez se haya pensado poco o no se tenga la suficiente claridad sobre  lo que se quiere conseguir. Si es así, hay que darle unas vueltas más en la cabeza.

  • Creer que se puede alcanzar lo que nos proponemos.

No hay nada más paralizante que el miedo, la duda y la apatía. Para evitarlo no hay nada más motivador que visualizar el resultado y sentir también que lo que se quiere conseguir está al alcance de uno y creer, además, con toda seguridad que se puede lograr.

No digas no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio y te lo recordará cada vez que lo intentes”. Josef Ajram

No tienen que importar los esfuerzos, los sacrificios ni los malos tragos que hay que pasar si lo que se persigue supera estos inconvenientes que, por otro lado, son inherentes a la propia naturaleza de la vida.

Si quieres lograr algo en tu vida, en tu empresa, sé fiel a estas cinco ideas, no deseches ninguna porque, si no las sigues, el resultado se verá comprometido.

Si te sientes paralizado porque no sabes por dónde empezar, como casi siempre, hay que empezar por el principio, pensado en lo que quieres lograr. Después, aplícale los cinco puntos que has leído.

 

 

José Ignacio Azkue