Eso de estar quemado en el trabajo puede que en tu caso no sea una realidad. Tal vez seas de los que disfrutan de las jornadas laborales, de los se crecen con cada uno de los retos que se le presentan cada día, puede incluso que estés a gusto y te sientas motivado con las responsabilidades que tienes que enfrentar todos los días.

Pero tal vez tu realidad sea otra bien distinta, y sientas que los lunes te pesan como una losa y que, cuando llega ese fatídico día, ya estés pensando en lo que queda para que llegue el viernes. También es muy probable que, en tu entorno, tengas compañeros, subordinados o jefes que se sientan de la misma manera, quemados por su trabajo; ¿has notado si algunas de estas personas llegan al trabajo el lunes con una desgana que va desapareciendo según va acercándose el viernes?

En realidad, sólo estoy describiendo unos síntomas que se dan con mucha frecuencia hoy en día, y que producen un desgaste profesional que puede deberse a múltiples factores. Entre ellos, a destacar la mala organización y gestión de las tareas, la propia auto exigencia en su cumplimiento, la sobrecarga de trabajo, la monotonía, la percepción de falta de reconocimiento, las expectativas demasiado altas o la falta de directrices claras por parte de los responsables de una empresa.

¿Te suena algo de esto? Porque como es fácilmente deducible, todo ello afecta en la productividad y efectividad, tanto de las personas como de las organizaciones.

Es muy fácil buscar información sobre el tema. Basta con navegar un poco por Google para encontrar cientos de estudios. La gran mayoría de ellos coincide en lo fundamental, es decir, en lo mucho que a la gente le quema su trabajo, y reflejan una impresionante hartura laboral generalizada. Parece que hay más personas de lo que se cree que se levantan cada lunes deseando desde ya que sea viernes por la tarde, o que comienzan su semana laboral con un fin en la mente: que la semana pase lo más rápidamente posible para, así, sentir menos esa angustia que provoca trabajar en un lugar que no les es agradable ni lo desean.

Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día en tu vida” Confucio.

Como ya hemos visto, hay múltiples factores que pueden conducir a un empleado a sufrir lo que se viene llamando “burnout”, que en español castizo definiríamos como “síndrome del trabajador quemado”, refiriéndonos a un estado de agotamiento y a un sentimiento de falta de eficiencia que tienen como consecuencia la animadversión hacia el trabajo que se realiza y suele terminar derivando hacia una negligencia con los objetivos a cumplir por parte del trabajador.

La prevalencia de este trastorno, según todas las estadísticas, va en aumento en nuestro país. Lo que, sin duda, representa un grave problema para las empresas, para la sociedad y para las personas involucradas, tanto por las pérdidas económicas que causa como por las consecuencias en la salud de los trabajadores. A la postre, tiene su origen en la falta de motivación o incentivos, especialmente cuando no se alcanzan los resultados deseados.

Este síndrome se origina en el padecimiento de estrés laboral crónico y en la falta de una clara definición del trabajo a realizar. Puede llegar a confundirse con la depresión, ya que suelen coincidir en varias de sus manifestaciones, por ejemplo, el agotamiento y la falta de ilusión.

Sin embargo, mientras que la depresión afecta a la vida en general, el burnout se restringe solamente al ámbito laboral y desaparece cuando el trabajo termina. El peligro está en no identificarlo y tratarlo a tiempo, ya que puede afectar a todos los niveles dentro del organigrama de la empresa.

Para identificarlo se pueden tratar de reconocer ciertas actitudes y padecimientos que avisarían del peligro, como pueden ser: el levantarse habitualmente cansado y sin ganas de ir a trabajar pese a haber descansado lo suficiente, el no descansar bien y padecer insomnio e incluso dolores de cabeza, el progresivo deterioro y empeoramiento en la calidad de las relaciones con los compañeros,  el sentimiento de que la vida laboral está invadiendo de manera alarmante la vida personal, la indiferencia constante hacia lo que antes podían representar desafíos y retos tentadores, la sensación de ineficiencia y de lograr escasos resultados.

Lo que haces hoy puede mejorar todos tus mañanas” Ralph Marston.

Si se identifican algunos de estos síntomas, como mínimo deberían de saltar ciertas alarmas para tratar de solucionar lo que puede ser y, de hecho, es, un auténtico drama personal.

Investigaciones realizadas por la Universidad de Zaragoza y el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud, definen tres perfiles a partir de los que diferenciar distintos aspectos del síndrome del trabajador quemado o burnout.

El perfil frenético: está asociado al número de horas que se trabajan. Aquellas personas que habitualmente trabajan horas extras tienen una posibilidad casi seis veces mayor de desarrollar este problema. Son aquellos trabajadores que tienen la sensación de estar sobrecargados de trabajo, se sienten abrumados por todo lo pendiente y constantemente arrastran la sensación de que no llegan a cumplir con todas sus responsabilidades. Además, sienten que han perdido parte de su vida personal por el trabajo y perciben que esto les afecta a su salud y a su rendimiento para atender las tareas laborales.

Las personas sin desafíos: en su trabajo predominan las tareas monótonas, por lo cual tienen cierta tendencia hacia el aburrimiento y hacia un sentimiento de falta de desarrollo profesional y personal. Terminan por sentir indiferencia hacia las tareas y obligaciones que se deben completar. Es muy normal que este perfil se sienta tremendamente desmotivado y ronde por su cabeza la idea de cambiar de trabajo. Estos sentimientos empeoran en épocas de crisis donde un futuro negro les obliga a aferrarse a una silla que no desean ocupar, dándose casos de  lo que se conoce como sillas vacías pero calientes o ausentismo laboral.

El aburrimiento es lo que queda de los pensamientos cuando las pasiones son eliminadas de ellos”. Emile-Auguste Chartier conocido como Alain.

El desgastado: es aquella persona con una larga trayectoria en la empresa y una clara sensación de falta de reconocimiento hacia su trayectoria y esfuerzo, que cree conocerlo todo sobre su propio trabajo y muchas veces sobre el de los demás, y termina descuidando sus propias responsabilidades a causa del sentimiento de falta de reconocimiento hacia sus cualidades y habilidades que percibe a su alrededor

Sea cual sea la categoría en la una persona se pueda encontrar, siempre experimentará agotamiento emocional y falta de eficiencia en el trabajo. Y podemos considerar que una persona sufre del síndrome de burnout si presenta al menos uno de estos tres anteriores perfiles.

El capital humano es un valor, si no el más, sí muy importante en las organizaciones, tengan la finalidad que tengan. A una persona formada que puede desempeñar bien su trabajo, hay que cuidarla, lo que pasa a ser responsabilidad de las organizaciones y de sus máximos dirigentes.

Como mínimo, ante la presencia de ciertos síntomas, se deberían estudiar las cargas de trabajo de los implicados, de los resultados que están obteniendo, de cómo mejorar la gestión personal del trabajo de cada uno, de llenar de significado cada nuevo trabajo y de hacerlo identificando los desafíos, retos y metas con los que estarían alineados para, por último, educar a las personas en aprender a encontrar la satisfacción en el trabajo bien hecho.

No estaría de más que se aprendiera a diferenciar el éxito de la felicidad. El primero es obtener lo que se quiere mientras que la segunda significa saber disfrutar de lo que se obtiene, o ya se tiene.

 

José Ignacio Azkue