Qué poco me gusta un mundo basado en la productividad personal. Esta frase me la dijo una persona, en un debate, tras una conferencia que impartí en una asociación empresarial.

No le gustaba, porque veía en ella el instrumento a través del cual la figura del individuo, quedaba como mero engranaje dentro de un sistema productivo. El valor de esa persona, decía, solo se mide por lo que aporta al sistema. Para él, el trabajador, sea cual fuera su nivel, era un simple elemento más y pieza intercambiable en una economía cruel, que solo ve con el horizonte de los beneficios. Veía individuos que no tienen objetivos y metas personales, meros números para engordar al sistema. Un sistema que le exige productividad como justificación de su existencia.

Todo esto me recuerda a un famoso libro, “Un mundo feliz”,  de Aldous Huxley, del que se han hecho una película y una serie de televisión, en el que se describe a unos individuos muy productivos pero sin ningún horizonte.

En realidad no estaba criticando a la productividad personal, sino el concepto que tenía del sistema económico, que para él se da hoy en día.

Tampoco pensemos en los adictos al trabajo, en las personas que pasan horas y horas trabajando, en esas personas que aprovechan los fines de semana para quitarse cosas que no han podido hacer durante la semana.

Estas ideas para nada tienen que ver con la productividad personal y lo que esta representa. Es más, las últimas tendencias, los nuevos conceptos que definen la productividad personal están muy lejanos del concepto de producir más en menos tiempo, de producir por producir, del hacer por hacer, del todo vale con tal de exprimirte y anularte más como individuo.

Esos conceptos están obsoletos. Hoy en día hablamos de productividad de la persona, pero de la personas en todas sus áreas de responsabilidad. De la persona como padre, como pareja, como individuo, que tiene sus aficiones y hobbies, como miembro de una sociedad a la que de alguna manera tiene que aportar y también, cómo no, de persona que trabaja, que tiene responsabilidades en un entorno laboral, en el que debe producir cada vez mejor.

Cuando hablamos de productividad personal, en lo último en lo que se piensa, es que es un instrumento muy válido para mejorar nuestra vida personal. Siempre pensamos que debemos separar nuestras dos vidas; la profesional de la personal. Además tratamos sin conseguirlo que una no interfiera en la otra. La primera debe ser lo más productiva posible y ahí tratan, al menos algunas personas, de aplicar técnicas y métodos para mejorarla. De la segunda nos olvidamos y tratamos de llevarla lo mejor que podemos.

Nos olvidamos que la productividad personal sirve también para el desarrollo del individuo, para que gane en calidad de vida, para que aporte a su organización, a su familia, a su entorno lo mejor de esa persona, en calidad no en cantidad.

La persona productiva trata de lograr todos sus objetivos, todas sus metas, pero no solo las de su vida profesional. Tiene presente también las personales, familiares, de ocio, de descanso, de crecimiento personal.

Hoy en día estamos hablando de métodos, como por ejemplo GTD (Getting Things Done) que ponen a las personas por delante, con su perspectiva, con sus metas. Cuando hablamos de productividad hablamos no solo del trabajo y cómo hacerlo mejor. Hablamos de la visión, del propósito y de los principios de esa persona como individuo con un entorno social y familiar.

La productividad que te preocupa a ti, ¿se fija solo en tu vida profesional?. ¿Qué cosas en concreto estás haciendo para mejorar la productividad de tu área personal?, ¿qué objetivos/metas tienes como padre, como pareja, para lograr tus sueños, para desarrollarte como persona?, o por el contrario ¿piensas que estos aspectos no tienen nada que ver con la productividad personal?

José Ignacio Azkue