La incertidumbre que el actual trabajo representa para el trabajador  del conocimiento se ha convertido en un reto para cualquier organización que pretenda sobrevivir en el  globalizado mundo empresarial de hoy en día.

Difícilmente podremos gestionar la incertidumbre de forma adecuada si no somos capaces de relacionar nuestros actos actuales con nuestra visión del futuro. Porque esta última deberá determinar, sin duda, nuestras acciones a lo largo del tiempo. Únicamente desde esta relación consciente entre las acciones presentes y el futuro diseñado podrán las organizaciones definir las acciones de sus componentes.

Definir el presente y diseñar el futuro se ha convertido en una necesidad para todas las organizaciones que quieran alcanzar el horizonte que persiguen.  En mi opinión, se trata de  la única forma de que el trabajo de sus personas goce de la salud necesaria para ser productivo y eficaz. Sin embargo,  esa definición de presente y futuro necesita  ser contemplada por todos sus integrantes para poder reducir los efectos negativos ocasionados por la incertidumbre.

No es posible contemplar el presente desligándolo del futuro y, a la vez, visualizar cómo se van a desarrollar las acciones en el tiempo sin tener en cuenta la actual situación. Y esta situación está llena de incertidumbre y de caos.

La cuestión  radica en gestionar esta incertidumbre. Ahora bien, esto,  de por sí, es una paradoja  consistente en tratar de gestionar algo que todavía no se ha producido. Tenemos que prever lo que todavía no ha llegado.  De alguna manera lo tendremos que hacer, porque  la incertidumbre surgirá, pasará a ser algo real y tangible y entonces habremos de gestionarla.

Para disipar una duda, cualquiera que sea, se necesita una acción”. Thomas Carlyle

En los tiempos actuales, el cambio y la inmediatez se han convertido en Regla. Sin embargo, la estabilidad y el cumplimiento de lo planificado han pasado a ser una Excepción. Todo esto sucede dentro de unos contextos cada vez más variados y dinámicos.

Un indicador bastante fiable de que la incertidumbre y su mala gestión nos están afectando lo podríamos encontrar en el malestar que sentimos en el trabajo. Se traduce en claros síntomas: estrés, desmotivación, ansiedad, sensación de no poder llegar a todo, de tener responsabilidad sobre más de lo que razonablemente podemos controlar, etc.

¿Cómo gestionaremos la incertidumbre y sus consecuencias? Deberemos pensar en que, para poder hacerlo, será imprescindible gestionar íntegramente no sólo lo que denominamos nuestro trabajo, sino también todo lo que nos rodea. No podremos caer en la reacción, ya que sólo traerá más incertidumbre y más caos. Inevitablemente nos apoyaremos en la visión de nuestro futuro, en tener  muy claro lo que hay que  hacer. Además, deberemos dialogar con nosotros mismos para prever lo que está por venir, para conocer sus consecuencias y para calcular, siquiera aproximadamente, cómo va modificar ese futuro que hemos imaginado. Esto nos ayudará a apartar lo que nos llega y no nos interesa, además de que evitaremos distraernos de nuestro camino.

Porque cada uno de nuestros actos, cada una de las cosas que nos llegan, tiene su impacto. Habremos de ser conscientes de que cada acción elegida descarta otras posibles. Por tanto todo lo que hagamos, como lo que no hagamos, incluso también lo que ignoremos tendrá algún resultado, y este impacto, podrá ser tanto en una dirección como en la opuesta.

Una decisión define una acción, un rumbo. Imaginemos una brújula con la que un marino controla el rumbo a su barco. De todos los posibles, solo uno nos indicará la dirección correcta a nuestro destino. El resto, o nos acercará más lentamente al tener que corregirlo sobre la marcha, o nos alejará de él.
José Ignacio Azkue