La dilación irracional, también llamada procrastinación, es una consecuencia del trabajo de hoy en día. Y afecta, de manera notable, a nuestra productividad y efectividad. La realidad cotidiana, para cualquiera de nosotros, es que tenemos demasiados compromisos que cumplir, y  esto nos lleva,  si no los gestionamos de manera efectiva, a caer en la dilación irracional.

Los mejores acompañantes para tener éxito en los negocios de la vida y en el juego del trabajo se llaman disciplina, constancia y claridad de pensamiento sobre lo que debo hacer. Por el contrario, uno de sus mayores enemigos, se llama dilación, y ésta es consecuencia de la confusión y de la poca claridad que acarrea el trabajo en la actualidad.

La idea básica de este concepto radica en que algunos acostumbran a dejar algunas cosas de manera irracional, para hacerlas próximamente bajo el falso pretexto de que no tenemos tiempo para completarlas ahora. Además, ponemos en marcha la ficticia creencia de que con toda seguridad las llevaremos a cabo más adelante, es más, seguramente en un futuro muy próximo.

Desdichado el que duerme en el mañana”. Hesíodo poeta griego

Lo cierto es que, por regla general, lo que  pospone  un profesional de la dilación, acaba por no hacerse o, en el mejor de los casos, se retoma cuando es desesperadamente necesario hacerlo, o asoma la amenaza de dramáticas consecuencia por su incumplimiento.

La razón de que se dé ésta circunstancia es consecuencia  de que tenemos el hábito de decir que sí a todo, o a casi todo, lo que nos llega o se nos pide. Y lo hacemos sin pensar, antes de aceptarlo, en sus consecuencias. Este acto, que podríamos calificar de buena voluntad, acaba por nublar nuestra vista para ver con claridad la perspectiva que nos permite elegir con éxito nuestras tareas.

Decimos que sí a todo de manera inconsciente y, tras esta manera de pensar y actuar, está agazapada la esperanza de que muchas de estas cosas se resuelvan por si solas, o que se desvanezcan como si fueran humo, pero esto no ocurre, al menos no tanto como para que nuestras decisiones en este sentido, no nos afecten de manera negativa.

Las estadísticas sobre este tema son claras, según los datos que éstas muestran. Si comparamos la dilación en la actualidad con las últimas décadas, ésta se ha multiplicado por cuatro.  Es decir, aceptamos para no hacer, o no hacerlo en un tiempo que podemos considerar como prudencial, cuatro veces más compromisos que hace veinte años.

Lo cual tiene un claro efecto; hay demasiadas personas que dejan apartados temas importantes para ocuparse, en su lugar, de trivialidades que son las que, en todo caso, se deberían postergar. Y esto repercute con claridad en su productividad y, por consiguiente, en sus resultados, que siempre serán peores.

La dilación es el asesino de la oportunidad”. Victor Kiam

Estas estadísticas también nos señalan que una de cada cinco personas caen en la dilación de manera crónica. Esta actitud tiene unas evidentes consecuencias para quienes la sufren, ya que ponen en peligro su salud, sus relaciones con su entorno, su crédito como profesional o como persona, su trabajo y, evidentemente, sus resultados.

Este efecto tan nefasto  nos podría parecer, en principio, consecuencia de la pereza o de la falta de profesionalidad de algunas personas. En realidad, al menos en la mayoría de los casos, ya que siempre debemos contemplar la posibilidad de las excepciones, en un mundo donde la sobrecarga de información es constante, donde la inmediatez es la norma que impera, donde las distracciones son tantas y de tal calibre que resultan abrumadoras, la dilación es solo consecuencia de un hábito. Es una rutina asimilada por nuestro cerebro  que, sin que seamos conscientes, hipoteca nuestro éxito.

Así mismo, las personas que lo padecen acaban desarrollando un serio problema de concentración, ya que los que dilatan las cosas por la falta de tiempo, son buscadores activos de distracciones para así evitar hacer las tareas que son más importantes.

Y lo peor de todo es que no sólo consiguen menos cosas en la vida, sino que además, probablemente y como consecuencia de ello, suelen ser más infelices que las personas que no actúan de esta manera.

Estas personas saben que no consiguen lo que otros logran, pero muchas veces ni tan siquiera son conocedores del por qué. Son personas que trabajan duro, que hacen muchas cosas, pero su situación no les deja ser conscientes de las consecuencias de postergar muchas de las cosas que deberían de hacer si quieren conseguir aquello que otros alcanzan. La diferencia radica en que éstos últimos no procrastinan, y sí  llevan a cabo las tareas que deben finalizar.

En vez de culpar de esta situación a sus compañeros, a sus jefes, a su abultado calendario, a su pareja; en fin, a todo el mundo, se deberían culpar a sí mismos  por su falta de capacidad para ver sus proyectos, objetivos o sueños incumplidos.

La dilación es una de los más comunes y más mortales de las enfermedades y su efecto en el éxito y la felicidad es pesado”. Wayne Gretzky

Estás personas sufren dos carencias:

  • Falta de claridad en cuanto a lo que quieren conseguir y los pasos que deben de dar para lograrlo.
  • Falta de conciencia sobre aquello a lo que se deben comprometer para lograr los resultados, y las prioridades que emanan de ellos y les deben de servir de guía.

GTD es un método que ayuda a solventar estas carencias. Al aplicar los principios en los que se basa, se ataca directamente la falta de claridad y conciencia.

  • Al identificar un proyecto, se deberá pensar en el por qué, en el para qué y en el qué. Se deberá definir el fin concreto por el que se va a empezar mover. Cuando esto se conozca, la conciencia aparecerá, la motivación y la necesidad de movimiento en esa dirección aportarán las razones necesarias para sustituir la dilación por la acción efectiva.
  • Al pensar sobre lo que hay que hacer para completar y dar por finalizado un proyecto, se tenderá un puente entre la situación en la que se está y a la que se quiere llegar. Este puente serán todas las tareas que se deben realizar para pasar de una orilla a otra. Con este paso se obtendrá la claridad suficiente para poder de la misma manera posponer, pero en este caso, lo que no te haga avanzar en la dirección que se ha elegido con conciencia.
  • Por último las revisiones del sistema y por ende de todos los proyectos y tareas, permitirán elevar y mantener a la altura adecuada los niveles de perspectiva. Es decir tener claridad y conciencia sobre las consecuencias de los actos.

Empieza a pensar sobre tu trabajo, y a darle el sentido debido a lo que aceptas como un compromiso.  Verás que la falta de claridad y la falta de conciencia que te llevan a actuar sin pensar, y a la dilación irracional y sin sentido, pasan a la historia. Y por tanto que sus consecuencias negativas desaparecen y te pondrás a trabajar con sentido, conciencia y claridad en lo que quieres y debes hacer.

 

José Ignacio Azkue