Muchos profesionales, directivos, jefes y, en fin, trabajadores del conocimiento, entre otros, tienen el problema de que no existen unos límites bien definidos entre su jornada laboral y el resto de “su vida personal”.

En realidad, para muchas de estas personas no se deja de trabajar cuando acaba la  jornada laboral  ya que ésta, por desgracia, nunca acaba o no tiene unos límites claros y bien definidos.

Hace unos años se hablaba de la soledad de los dirigentes y propietarios, sobre todo en las pequeñas empresas, porque nunca dejaban de trabajar. Cuando salían de sus despachos, los problemas les seguían a sus casas. Cuando  llegaba el fin de semana, seguían trabajando con la excusa de que deberían sacar sus negocios adelante.

Productivamente hablando, pienso que es una equivocación porque el descanso y la desconexión son necesarios para poder trabajar productivamente y con calidad, tanto  hoy como mañana, y también la semana que viene.

Por desgracia, parece que este problema se ha extendido. En vez de saberlo solucionar, se ha repartido entre un cada vez más amplio escalafón dentro del  ámbito laboral. Hoy en día muchas más personas se llevan los problemas a casa o, lo que es peor, los problemas van a buscarles allí donde estén  por mucho que se escondan,  sin respetar ni tan siquiera su intimidad.

Cuando se habla de que la naturaleza del trabajo ha cambiado, no debes pensar que esta circunstancia sólo afecta a tu vida laboral, porque las consecuencias de este cambio llegan también a tu vida personal.

Sí, el trabajo ha cambiado y esto se ha debido al desarrollo de la informática, al desarrollo de la telefonía móvil y al desarrollo de las redes sociales. Como consecuencia, estás en condiciones de recibir correos electrónicos, llamadas profesionales, comunicaciones de todo tipo.

Hoy en día no es raro que cualquiera de vosotros reciba a cualquier hora de la noche a un desagradable “cartero” (me refiero al correo electrónico; por supuesto, no me refiero a los sufridos repartidores empleados de Correos) con correos de toda clase.

Lo mismo os pasa con el teléfono: podéis recibir una llamada de cualquier parte del mundo, de ese partner, de ese proveedor, de ese cliente que está en China, (puede que  con estos últimos tengáis que comprender la diferencia horaria). Pero, ¿qué pasa con ese socio, jefe, compañero, cliente, que a pesar de poder estar mañana contigo en horario laboral, tampoco respeta tu vida personal?

  • ¿Sabías que el 84% de los empleados de nuestro país cree que le dedica demasiado tiempo al trabajo?
  • ¿Sabías que las encuestas indican que  la tendencia al uso de la tecnología asociada a su actividad laboral en el plano personal está creciendo de manera alarmante?
  • ¿Sabías que un 40% de los trabajadores dan una nota entre 8 y 10 al nivel de estrés que sufren en el trabajo (tres puntos porcentuales más que un año atrás)?
  • ¿Sabías que se ha detectado un elevado potencial de frustración entre los trabajadores a causa del  solapamiento entre la vida laboral y personal?

No debes dejar de hacerte preguntas como éstas: ¿cómo me afecta esto?, ¿tiene consecuencias?, ¿logro verdaderamente descansar?, ¿me estresa y angustia?…

Sin embargo, la más importante y, tal vez, la que más duela podría  ser: ¿de quién es la culpa? Que cada cual mire su ombligo y responda sinceramente si el verdadero culpable no es uno mismo. ¿Quién fue el que por primera vez decidió, mientras desayunaba, en vez de hablar con sus hijos, consultar el correo electrónico para estar informado antes de ir a trabajar?, ¿Quién fue el que respondió al teléfono mientras estaba cenando con su familia y terminó cenando solo y amargado? Podríamos seguir disparando, pero para qué.

De la misma manera que se ha abierto la espita para todas estas incongruencias, se puede ir cerrando. Tal vez no lo puedas hacer de golpe, pero sí poco a poco. En mis seminarios y charlas insisto siempre, y de manera machacona, en  que la productividad es cuestión de ir cambiando poco a poco. No puedes pretender dar la vuelta de la noche a la mañana todos tus hábitos y maneras de trabajar. Tienes que ir paso a paso, con paciencia y constancia.

Así pues, te propongo que vayas poniendo barreras entre tu trabajo y tu vida personal. Porque el simple hecho de apagar el terminal móvil, ordenador o teléfono, te va a ayudar. Tu  familia, tu salud y tú mismo al final lo agradecerás.

¿Cómo y cuándo vas a empezar a hacerlo?

 

José Ignacio Azkue