Desde hace mucho tiempo veo la palabra proactividad utilizada en los currículos de las personas que buscan empleo o, también, en el de quienes quieren cambiar el que ya tienen. En casi todos, el concepto aparece al principio, como una de las principales cualidades que se quieren resaltar de entre las demás, y que diríase imprescindible para que ese currículo destaque entre los de los demás. Y yo me pregunto: si todos, como afirmamos, somos proactivos ¿es esta cualidad una ventaja?, ¿es verdad que todo el que afirma ser proactivo, en realidad lo es?

Conozco este dato, ya que es rara la semana en la que no recibo, por lo menos, uno de estos currículos: No sé si es por mi profesión, por mi presencia en las redes sociales o porque continuamente trabajo con mis talleres y cursos en empresas de todo tipo y tamaño. Además, casi siempre vienen acompañados por la misma petición. “Si puedes, si tienes la oportunidad, si no tienes inconveniente, te agradecería que presentaras mi CV en alguna empresa en la que impartas algún seminario de productividad”, y cuando puedo lo hago, aunque no siempre me sea posible.

Pero volviendo a las preguntas iniciales, ¿las personas somos tan proactivas como afirmamos? Para contestarnos vamos a ver qué se entiende por este concepto.

Si acudimos a la Wikipedia encontramos la siguiente definición: La proactividad es un concepto de psicología del trabajo y de las organizaciones, definido como la actitud en la que el sujeto asume el pleno control de su conducta de modo activo, lo que implica la toma de iniciativa en el desarrollo de acciones creativas y audaces para generar mejoras, haciendo prevalecer la libertad de elección sobre las circunstancias del contexto. La proactividad no significa tomar la iniciativa, sino asumir la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan; decidir en cada momento lo que queremos hacer y cómo lo vamos a hacer.

Resumiendo; significa libertad de elección sobre las circunstancias del contexto, libertad de elegir lo qué debo hacer y cómo.

No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer” Johann Wolfang Goethe.

Aunque el termino se lo debemos al neurólogo y psiquiatra austriaco Victor Frankl, quien lo utilizó por primera vez en su libro “El hombre en busca de sentido” (1946). El verdadero desarrollo y la popularización de esta palabra se los debemos al inigualable Stephen R. Covey quien, años después, definió en su popular y mundialmente famoso libro “Los siete hábitos de las personas altamente efectivas” la proactividad como el primero de los siete hábitos.

Hay otro concepto que es el opuesto al que nos estamos refiriendo en este artículo, y me refiero a la reactividad. Atendiendo a estas ideas, podríamos clasificar a la mayoría de las personas entre proactivas y reactivas. Y esto dependerá de su actitud ante el entorno, ante los estímulos que les lleguen y ante las decisiones que tomen sobre qué, y cómo, hacer las cosas.

Pero esto, como casi todo en esta vida, no es blanco o negro; puede que algunas personas vayan teniendo a lo largo del día, su proactividad con todos los matices de grises que podamos imaginar ya que, estos pueden depender de múltiples circunstancias, como pueden ser: el estado emocional, el estado físico, la claridad o no a la hora de saber las prioridades, la influencia de su grupo de trabajo…  de un largo etcétera.

Aunque la persona, bien sea proactiva o reactiva, siempre tenderá hacia una manera de actuar según sea su condición, su modo de proceder prevalecerá con independencia de las circunstancias y del entorno que le rodean, ya que ser proactivo o reactivo dependerá mucho de los hábitos y de las creencias, y aquí también vuelven a aparecer las vivencias que hayamos tenido a lo largo de nuestra vida.

Entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir” Stephen R. Covey.

Las personas reactivas reaccionan de manera casi automática ante muchos estímulos. Tienen una actitud pasiva si nos referimos a su capacidad de decidir con objetividad lo que van a hacer. También son víctimas de las circunstancias y, por tanto, de los problemas y de las urgencias.  Aunque puede que haya situaciones en las que esta actitud sea favorable, hemos de ser conscientes de que, por el contrario, el trabajo del siglo XXI donde la inmediatez, los constantes cambios en el trabajo, la sobreexposición a todo tipo de estímulos y tentaciones, este hábito o forma de actuar reactiva puede ser, y de hecho es, nefasta para la productividad y los buenos resultados.

La persona reactiva “reacciona” ante todo, se deja interrumpir constantemente, le detienen en su trabajo cada correo electrónico que llega a su bandeja de entrada, cada llamada telefónica, cada interrupción de un compañero, cada vez que …

Es decir, deja que sean otros los que de manera sibilina decidan qué va a hacer y pasa el día, como hacen los monos cuando saltan de rama en rama sin quedarse quietos en ninguna, saltando él también durante toda la jornada de tarea en tarea sin finalizar cantidad de ellas. Estas personas son la consecuencia negativa de su personalidad, de las circunstancias y del entorno. Y creo que hay demasiadas personas que son así, incluso me atrevería afirmar que lo son, incluso, la mayoría de los que ponen su cualidad de proactividad en los currículos, o al menos es lo que yo percibo a través de mi trabajo.

Las personas proactivas, por el contrario, se mueven para perseguir y lograr que las ideas, los proyectos o, los objetivos que han meditado y elegido cuidadosamente entre todo el barullo, que también a ellos les rodea, salgan adelante. No se dejan amedrentar, saben lo que quieren conseguir y, por tanto, pase lo que pase a su alrededor y por muchos estímulos y tentaciones que surjan, son dueños de sus actos. Son ellos los que deciden a qué dedican su atención.

La proactividad forma parte de la naturaleza humana, y, aunque los músculos proactivos puedan encontrarse adormecidos, sin duda están en su lugar” Stephen R. Covey.

Las empresas necesitan personas, y éstas deben ser proactivas, con capacidad para lograr que las cosas que se propongan sucedan, y que estas cosas lleguen a su destino de la manera más productiva y efectiva posible. Con las personas reactivas esto no sucede, puede que con ellas también se logren cosas, pero no será de la mejor manera.

Las personas que necesitan las empresas para progresar y mantener su competitividad, no tienen nada que ver con la hiperactividad de éstas. Para ser proactivo, productivo y efectivo no hay que actuar deprisa, no se puede trabajar de manera caótica poniendo la atención de manera frenética, ahora aquí, después allá.

Ser proactivo significa pensar y decidir para tener la capacidad de anticipar dificultades, trabajar de manera focalizada sabiendo qué se debe hacer en cada contexto, orientar las acciones a la consecución de unos objetivos claros, y no esperar a que las cosas sucedan sino actuar para lograr un fin, saber enfrentarse a las situaciones cambiantes y tomar las decisiones correctas cada vez que haga falta. En dos palabras, ser productivos y efectivos.

De esta manera se tienen muchas más oportunidades. Si se evita reaccionar ante cualquier circunstancia se podrán aprovechar mejor las competencias, las cualidades, las capacidades y la atención de cada uno. Como consecuencia, con cada acción que se elija, se acortará la distancia que le separa a uno de sus objetivos, y se logrará mantener la focalización en lo que de verdad importa.

La conducta individual, esa que permite destacar, ser un excelente profesional y de esta manera estar entre los mejores, es función de las decisiones propias y no de las circunstancias, de los contextos, ni de las condiciones. Cómo es la tuya: ¿proactiva o reactiva?

 

José Ignacio Azkue