No importa el cargo que un profesional ocupe dentro de su organización, en cualquier caso, lo importante para que consiga alcanzar sus objetivos no es que se esfuerce en hacer muchas cosas en el menor tiempo posible, sino que se focalice en realizar las cosas que debe hacer. En eso se basa precisamente la productividad, y el llevarlo a cabo diferencia a las personas efectivas de las que tienen carencias en esta importante competencia.

Hoy en día, parece que el mundo se mueve cada vez más rápido. Hace tan solo un par de décadas, el trabajo era más sosegado, más tranquilo y predecible, pero en la actualidad, tenemos la sensación de que todo se ha acelerado, de que las cosas llegan volando y que hay que atenderlas con prontitud.

Con estas circunstancias, muchos profesionales han ido adquiriendo una serie de hábitos que los llevan a actuar de manera inmediata, prácticamente, con cada distracción o interrupción que reciben a lo largo de su jornada laboral y, como consecuencia de todo esto, este continuo cambio de foco de un trabajo que no se ha finalizado por otro que acaba de llegar, repercute negativamente en su rendimiento y en su productividad.

Internet, los teléfonos móviles, las redes sociales, incluso los compañeros, los jefes o los clientes llegan a ser una fuente muy importante de interrupciones y distracciones que pueden terminar por reducir tu productividad sustancialmente sin que, en muchas ocasiones, te des cuenta de ello.

Para evitar caer en esta situación, sería aconsejable adquirir o modificar unos cuantos hábitos que, con seguridad, practican las personas que son altamente productivas. Veamos unos cuantos:

  • No aceptes sin más cada cosa que te llegue. Es necesario, para evitar saturarte con compromisos que te impidan centrarte en tu trabajo, que reflexiones sobre si realmente debes o puedes dedicarle parte de tu atención a cada cosa que te llega. Si no eres capaz de rechazar con objetividad algunas cosas que te llegan, te será casi imposible cumplir a tiempo y bien con tus prioridades. Habitúate a empezar el día, siempre, con alguna prioridad tuya y deja para más tarde el resto.
  • Aprende a valorar cada tarea que haces, pues no todas tienen el mismo impacto en tu productividad, por tanto, deberás pensar, cada vez que decidas hacer algo, sobre el impacto que esa siguiente actividad que vas a tratar de completar tiene en el resto de tus obligaciones.
  • Aprende a aprovechar tus horas más productivas. Aunque no todos somos iguales, la mayor parte de las personas son más eficientes a primera hora de la mañana, pues se encuentran más descansadas y su capacidad de concentración está todavía intacta. Aprende a identificar esos momentos de mayor capacidad para exprimir tus fuerzas y lograr mejores resultados. No las desperdicies con trivialidades.
  • Mejora tu gestión del correo electrónico. Este medio de comunicación se puede convertir en uno de los mayores enemigos de tu productividad. Si identificas que estás todo el día pendiente de él, si te das cuenta de que cuando te entra un correo lo revisas, si ves que dejas la tarea que estás haciendo por atender lo que te acaba de llegar, es muy probable que tengas que modificar cómo interactúas con esta herramienta e, incluso, desactivar las notificaciones.
  • Combate la procrastinación. La dilación irracional de trabajos por hacer es un problema para tu productividad, pero también puede afectar a la de otras personas que puedan estar esperando que finalices ese trabajo al que tanto te está costando meterle mano. Puedes procrastinar por varias razones: pereza, miedo, tarea muy grande, etc., pero si la tienes que hacer y te cuesta, aprovecha tus mejores horas para terminarla.
  • Evita la multitarea. Tratar de hacer o de atender varias cosas a la vez, a lo único a lo que te conduce es a la mediocridad de tardar más y de hacer peor las cosas. Nuestro cerebro solo puede prestar atención a una cosa cada vez, por tanto, en nuestro trabajo, menos es más cuando de productividad se trata.
  • Practica los minidescansos. Sobre todo, cuando tengas que llevar a cabo trabajos exigentes en cuanto a esfuerzo mental o de concentración. Al igual que a nuestros músculos con los esfuerzos físicos, a nuestro cerebro, le sientan bien unos instantes de relax y de recuperación entre esfuerzo y esfuerzo para volver recargado de energía y listo para lograr una mayor eficiencia.
  • No te olvides de ti mismo. Empezar bien el día de manera relajada con un buen desayuno, incorporar hábitos de alimentación saludables, añadir rutinas para hacer deporte, no perder las relaciones sociales y fomentar el buen ambiente familiar pueden representar matices que nos lleven a trabajar con más motivación, intensidad y productividad.

Aquí te dejo unas ideas que, si las incorporas a tus hábitos de trabajo y vida saludable, te pueden ayudar a que, en tu jornada laboral, seas más productivo.

 

José Ignacio Azkue