Qué triste tiene que resultar trabajar sin ilusión y sin focalización.  Esta afirmación viene como consecuencia de lo que percibí hace unas semanas, justo antes del descanso vacacional del verano, dando un seminario sobre productividad y GTD a unos emprendedores. Llegué a una, para mí triste,  conclusión. La falta de ilusión y focalización en  algunos de los asistentes.

Entre aquellas personas que atendían al curso había dos tipos de actitudes: una era la de un grupo que, por cierto, con diferencia era el menos numeroso, en que sabían qué tenían que hacer, trabajan focalizados y lo hacen con ilusión persiguiendo unas ideas, unos objetivos. En el otro grupo  trataban de capear la situación en la que estaban, con la sensación de no poder abarcar todo, y de que sus días consisten en ser las victimas que deambulan sin rumbo ni dirección,  tratando de hacer lo máximo posible, con la idea de que así obtendrán algún resultado.

Cuando yo les preguntaba por la pasión con la que habían creado y que mantenían por sus proyectos, solo a unos pocos se les veía con ilusión y claridad respecto a los resultados que perseguían. En el otro grupo, sin embargo, solo se oían excusas: no me ha quedado más remedio que emprender ya que estaba en el paro, a mi edad si no me lo monto yo nadie me va a contratar, quería intentar algo por mí mismo pero no sabía que era tan difícil…

Mientras que el corazón tiene deseo, la imaginación conserva ilusiones”. François René De Chateaubriand.

Unos habían acudido al seminario para conocer nuevas formas de mejorar y llegar mejor a sus metas y los otros pretendían salir del caos en el que estaban inmersos.

Pues bien, para este último grupo, controlar el entorno cambiante era muy importante, pero también fijar los horizontes que les van a ayudar a tener focalización e ilusión por sus nuevos proyectos. Y se les pudo ayudar. Si hacer bien nuestros trabajos es muy importante, saber  bien y con claridad por qué los hacemos y sus consecuencias, es por lo menos tan importante como lo anterior.

Hoy en día es muy fácil que el exceso de información y de compromisos nos lleve a querer abarcar con todo, lo en la actualidad es imposible. Para no perdernos en el caos y en la falta de focalización, debemos de poner muy claros cuáles son nuestros intereses, a fin de que nos sirvan de filtro para poder elegir con efectividad qué es lo que debemos de hacer y cuándo.

Si tienes muy claro por qué haces lo que haces y por qué no haces lo que no haces, es muy fácil que la pasión y la ilusión te acompañen en tu viaje. En caso contrario, el talento para hacer será sustituido por la frustración y la apatía.

El mayor de todos los errores, estriba en no hacer nada porque sólo puedes hacer poco” Sydney Smith.

Las claves para buscar la ilusión en lo que haces y poder focalizarte para hacerlo de manera extraordinaria, consiste en conocerte lo suficiente para saber en qué destacas y eres realmente bueno, en saber qué quieres alcanzar, en definir hacia dónde debes dirigir tus acciones, y finalmente ser consciente de lo que estás haciendo para llegar a donde quieres ir.

Conocer todas estas cuestiones y tener las respuestas adecuadas te va a permitir saber  si vas en la dirección adecuada para alcanzar tus objetivos o, por el contrario, su desconocimiento te va a hacer dar vueltas alrededor del caos, sin que puedas ver la dirección a la que te diriges.

Los que seguimos la metodología de GTD, sabemos que uno de los pilares en los que se basa es en “la planificación natural de proyectos”. Con esta idea tratamos de identificar, entre otras cosas, las diferentes acciones físicas (tareas) que deberemos llevar a cabo para lograr un resultado que hemos determinado que deseamos obtener. Es decir, antes de que el cerebro pueda hacer que ocurra algo físicamente, previamente, ha de dar una compleja serie de pasos.

Pero también, y en este caso es lo que nos interesa, nos ayuda a identificar el propósito, los límites que vamos a encontrarnos y el motivo o los motivos que nos van a hacer ponernos en marcha.

En concreto son 5 los pasos que se han de dar en nuestra cabeza, para que podamos empezar a hacer algo de manera física. Pero hoy solo me voy a ocupar de los dos primeros. Según en qué circunstancias, puede que hagamos los cinco de manera inconsciente; nuestra mente se encargará de ello sin hacer demasiado ruido. Sin embargo, cuando estamos trabajando, el exceso de compromisos y la velocidad con la que éstos cambian de sentido, impiden que de manera consciente o inconsciente realicemos este proceso.

Como consecuencia, se nos quedan cosas sin hacer y, lo que es peor, no las hacemos cuando es necesario hacer algo por ellas y las atendemos cuando es desesperadamente necesario desempeñarlas. Nos estallan en nuestra cara cosas que con anterioridad deberíamos haber hecho, pero no las hemos llevado a cabo porque no hemos pensado lo suficiente, a su debido tiempo, sobre ellas.

Cuando identifiquemos un nuevo proyecto, puede que esté muy bien dejarlo aparcado porque éste no sea el momento de  ocuparse de él. Para eso también tenemos en GTD un contenedor lógico donde dejarlas por el momento, hasta que decidamos que ha llegado su plazo. Me refiero a la lista “Algún día / tal vez”.

Pero si hay que hacer algo con esta idea, en primer lugar, me deberé ocupar en pensar sobre su propósito y los principios para realizarlo.

El fanatismo consiste en redoblar los esfuerzos cuando se han olvidado los objetivos” George Santayana

El propósito me servirá para definir el por qué y el para qué me debo de ocupar de esa idea. Además, si resuelvo estas preguntas, me encontraré con otros valores que me darán  mucha más claridad, y me ayudarán en mi focalización e ilusión a la hora de emprender la nueva idea, proyecto, meta u objetivo.

Me refiero a que una vez clarificado el propósito me encontraré con que:

  • Tendré muy claro lo que significa alcanzar el éxito en esta ocasión
  • Me ayudará en la toma de decisiones
  • Tendré más claridad a la hora de distribuir los recursos necesarios para lograrlo
  • Lograré buscar y mantener la motivación necesaria
  • Me ayudará a centrar la atención en lo que debo hacer
  • Por tanto, aumentarán las opciones para obtener lo que me había propuesto, y
  • Será más fácil encontrar la inspiración ya que seguramente estaré más focalizado

 

Mediante los principios fijarás con claridad los límites entre los que te vas a poder mover y, una vez definidos éstos, podrás trabajar y decidir con más claridad y confianza.

Acción sin visión es, simplemente, perder el tiempo” Jack Welch

En segundo lugar nos deberemos preocupar de visualizar los resultados. Es decir, qué es lo que quiero conseguir, cómo sabré que lo he conseguido.

Aquí se da lo que se llama “percepción selectiva”. Es decir si yo consigo ver con claridad qué quiero conseguir, voy a focalizar mi visión en el resultado. Si lo hago, conseguiré modificar mi comportamiento orientándolo hacia su logro.  Por tanto, si consigo modificar mi comportamiento y éste se halla focalizado en la consecución de lo que me había propuesto, las probabilidades de éxito aumentan. Cuando defino qué quiero mi actitud cambia y con ello todo lo demás.

Cuando te acostumbres a hacerte estas preguntas, te resultará mucho más sencillo tomar decisiones, resolver las cuestiones que surjan y ponerte en acción de manera efectiva. Todos sabemos que decidir puede ser, en muchas ocasiones  un proceso delicado y complicado, y que ponerse en marcha es algo que suele costar. Pero si tienes las ideas claras y si estás focalizado en su logro, verás que esto que es tan difícil, pasa a ser más simple y fácil de lo que pensabas. Y comprobarás que la pasión y la ilusión conquistarán el puesto que antes ocupaban la frustración y la apatía.

 

 

 

José Ignacio Azkue