Es evidente que la mayoría de las personas tienen unos principios sólidos, aunque en esto también como en todo hay excepciones, que dependerán de las ideas de cada uno, y que sirven para dar un sentido coherente a la diversidad de áreas que componen su vida tanto profesional como privada.

Sin embargo, cuando se habla de emprender las acciones que surgen de estas áreas, en la mayoría de los casos, los que fallan son los principios sólidos que serían necesarios tener para gestionarlas correctamente, y esto lleva directamente, a cualquiera, por el camino de la inefectividad, o dicho de otra manera por el camino del desastre.

A cualquier directivo, profesional o responsable de área le gustaría poder instaurar, para ellos mismos y su equipo, unos estándares que se basaran en principios sencillos pero sólidos que permitiesen instaurar una forma de actuar impecable y efectiva y que diera solución a lo que cada día enfrentan en su trabajo o en su vida, aspectos que lo sabotean casi todo de manera implacable, tanto en su caso como en el de sus subordinados.

Saben lo que les pasa. Son conscientes de que con cerrar la puerta del despacho o con salir de la oficina no basta. La jornada prosigue, en muchos casos, porque continúan las llamadas, aunque éstas queden sin contestar, porque en la cabeza siguen rondando los asuntos sin resolver de la última reunión, o porque saben que tienen responsabilidades personales y profesionales desatendidas y cosas por delegar, así como montones de correos electrónicos a los que deberían dedicar alguna parte, pequeña o grande, de su atención.

Estas personas necesitan herramientas y principios cuya probada eficacia pueda ayudarles a centrar sus energías de forma tanto estratégica como táctica, de modo que no dejen nada sin controlar.

Hemos podido comprobar que las empresas están a falta de estos principios, de estos estándares a la hora de proyectar el trabajo para conseguir resultados, y que lo mismo ocurre en las universidades y escuelas, donde a los jóvenes no se les enseña a procesar la información para después poder centrase o bien en los resultados, o bien en las acciones necesarias para alcanzarlos. Pero, al mismo tiempo, comprobamos que al resto de las personas les ocurre lo mismo, bien sean parados, amas de casa, o jubilados, quienes presentan la misma necesidad de conocer herramientas que ayuden a aprovechar las oportunidades que aparecen y, de esta manera, añadir valor a su vida de manera sostenible y duradera.

A falta de control adecuado, el trabajo fluirá hacia el hombre competente hasta sumergirlo” Charles Boyle

Para llevar una vida eficaz, sea cual sea el ámbito, es necesario hacer que las cosas sucedan. Rara vez las cosas ocurren porque sí o por casualidad; la mayoría de las veces se logran resultados porque la actitud proactiva de cada uno ocasiona que lleguemos a un fin.

Para ello, y sin necesidad de argumentar demasiado, sabemos de antemano que tomar las decisiones correctas y asegurarnos de que se ejecutan de manera adecuada es un elemento clave si lo que se pretende es alcanzar el éxito.

Y si queremos hacerlo, es decir, si pretendemos decidir correctamente y ejecutar adecuadamente, las personas necesitan dotarse de capacidad y principios para comprender y ver la totalidad de lo que se gesta a su alrededor como un todo. Es decir, se trata de aprender a controlar un mundo complejo y cambiante y a hacer que todo lo que de él nos interese, funcione o se ponga en marcha en el momento adecuado.

La pregunta es: ¿existen esos principios o esos estándares que nos garanticen el control de esa totalidad de nuestra vida y que nos permitan centrarnos en el momento adecuado en alguna de las partes que forman esa totalidad?

Sí existen, y además son unos principios universales. Basta, para ello, con interiorizar una serie de respuestas y conductas ante los diversos estímulos que aparecen de continuo, y que llevarán a las personas que los adopten por el camino del éxito cuando los apliquen a cualquier aspecto del trabajo o de la vida, eso sí, de forma consciente, voluntaria y continuada.

Cuando una persona siente que necesita cierta organización para manejar su vida con éxito, lo que realmente está pidiendo y necesitando es controlar su entorno, tanto el físico como el psicológico.

Gran parte de lo que los más exigentes llaman despectivamente “complejidad” del mundo real no es más que la inconsistencia de sus propias mentes” Thomas Sowell.

Estos principios te deben aportar este control y esta organización. Te deben ofrecer la fórmula para saber manejar, absolutamente, todo lo que puedas encontrar en tu vida cotidiana y deben contener rutinas que te permitan aceptar, evaluar, integrar, organizar, y volver a examinar lo que corresponda cada vez que sea necesario. Y, además, añadirles un plus diferenciador, porque supone conocer la finalidad concreta de cada acción, es decir, su prioridad dentro de tus planes.

Al final, todo se basa en un par de ideas muy sencillas en cuanto a su concepto, pero no tanto si de lo que se trata es de llevarlas a la práctica. Es aquí donde, por lo general, se necesita ayuda externa.

No es necesario hacer más que dos cosas para lograr una implicación positiva y productiva con los compromisos que se acepten y con ellos lograr los resultados deseados: organización y enfoque para establecer prioridades.

El concepto “estar organizado” no significa más que tener el control sobre el entorno y la psique, pero además estar organizado es un aspecto más de tener ese control. Por otra parte, debemos entender “establecer prioridades” como tener muy claros nuestros objetivos en las diferentes alturas en los que los podamos clasificar y, para ello, tendremos que definir los diferentes aspectos de la vida que demandan de nuestra atención.

Al final, concretando, todo se basa en implantarnos una serie de hábitos que permitan capturar todas las cosas que haya que hacer; ahora, más adelante, algún día, grandes, pequeñas o medianas. Además, se deberá tener la capacidad para colocarlas de modo organizado dentro de un sistema lógico y fiable que no tengamos que llevar en la cabeza ni en la mente. En este sistema, será necesario revisar cada apartado con la periodicidad que requiera, para que siga siendo fiable.

También, se deberá adquirir la disciplina necesaria para tomar decisiones sobre todo aquello a lo que se haya dado entrada en los asuntos de la vida, de manera que, siempre, tengamos un plan para elegir de manera efectiva la “acción siguiente”.

Puede parecer mentira que, para mejorar la productividad, con estas ideas de organización y enfoque que te plantees, puedas tener solucionado el problema que supone la efectividad en el trabajo del conocimiento actualmente.

Esto no significa que sean solo dos los cambios que tengas que realizar. Cada una de las ideas lleva implícitos unos cuantos cambios en hábitos y en creencias que, al final, es lo difícil de conseguir.

Adquirir los conocimientos es fácil, conocer el método es sencillo, llevarlo a la práctica requiere esfuerzo y dedicación que muchas personas, tal vez debido a sus creencias, no están dispuestas a llevar a cabo. Y lo pagan, sin duda que sí, con sus resultados, su ansiedad, su falta de control, sus incumplimientos, en fin, con su efectividad y tranquilidad.

 

José Ignacio Azkue