Últimamente están surgiendo aplicaciones desarrolladas por diversas empresas que,  supuestamente, van destinadas  a aumentar la productividad y cuya finalidad última es supervisar lo que hacen los empleados durante su jornada laboral. Es decir, tratan de controlar y cuantificar qué  hacen los empleados mientras que están trabajando con sus ordenadores.

Hay algunas aplicaciones que tienen justificada su existencia y su funcionalidad y están pensadas sobre todo para la evitar problemas de seguridad para la empresa. Estas aplicaciones impiden, básicamente, el acceso a determinadas páginas web que, por lo general, no tienen ninguna relevancia para el trabajo a realizar y es muy posible que sirvan de puerta de entrada a virus, troyanos y demás software pernicioso que pueda afectar a la empresa, a sus datos o a su seguridad.

Nos podrán gustar más o menos este tipo de medidas, podrán coartar  nuestra libertad, y tal vez nos sintamos frustrados por no sernos posible acceder a ciertos sitios web que nos puedan interesar en algún momento, pero en esencia todos estamos de acuerdo en cuanto a su utilidad. Ahora bien, su fin no es mejorar la productividad. Si lo consiguen, lo hacen marginalmente evitando distracciones, o impidiendo que durante el tiempo de trabajo nos dediquemos a cosas que no tengan nada que ver con él. Su verdadero fin es preservar la seguridad de los ordenadores de la empresa y su información.

Pero hay otros tipos de aplicaciones que son las que a mí me han llamado la atención, y su fin es supuestamente incrementar la productividad a través de un férreo control consistente en conocer  todas las cosas que, minuto a minuto,  se hacen en los ordenadores de la empresa. Además en la  publicidad de estos instrumentos se vende como ventaja, el supuesto ahorro de no sé cuántos miles de euros por su utilización, ya que permite mejorar supuestamente la productividad a través del control del comportamiento de los empleados.

Este tipo de programas se dedica a vigilar el tráfico entrante y saliente de internet, y permite, de esta manera, controlar tanto a los trabajadores dentro de la empresa como a los que están fuera, pudiendo acceder a conocer, incluso, dónde están. Pero no se quedan sólo en eso, sino que permiten saber hasta qué programas informáticos se usan y durante cuánto tiempo lo hacen. En otras palabras, espían a los trabajadores desde el interior de su puesto de trabajo.

Una investigación reciente ha dejado muy claro que este tipo de control no mejora nada la productividad, pero ha  aflorado y  ha dejado patente un efecto negativo que sí tiene graves consecuencias, y es que el exceso de control acaba con la creatividad de los trabajadores al sentirse presionados y vigilados.

El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento”. VictorPauchet

Ya llevamos unos años en el siglo XXI y, todavía, hay empresarios y directivos que no se han enterado de que la productividad de las trabajadores y directivos no va ligada al número de horas que una persona está calentando una silla en su puesto de trabajo. Ni “estar” significa productividad, ni “hacer“ garantiza nada.

En el Siglo XX se controlaban las horas que se pasaban dentro de la empresa a través del fichaje de entrada y salida en el trabajo. Y eran excepciones  las empresas que tenían horarios flexibles y que permitían trabajar desde casa. Hoy en día estas ideas obsoletas están cambiando, pero sigue habiendo directivos trasnochados a quienes lo que les preocupa es tener a sus empleados el máximo número de horas en sus sillas y controlar todo lo que hacen.

El control puede que consiga que las personas trabajen más, pero este factor no es indicativo de productividad; más bien podría ocasionar el efecto contrario, ya que es posible que por trabajar más se trabaje peor. Una persona enfadada y molesta por sentirse demasiado controlada puede pasar horas con un procesador de texto escribiendo frases sin sentido y no producir nada. O una persona puede mandar correos a sus jefes y compañeros, simulando dudas que en realidad no tiene, pero que dan a entender que está muy activo.

A menudo las personas están trabajando duro en la cosa equivocada. Trabajar en la cosa correcta probablemente es más importante que trabajar duro”. Caterina Fake

Lo mismo ocurre con los espacios abiertos de trabajo. Se justificó su conveniencia porque permitían a los jefes vigilar de manera más estricta a sus subordinados. Es decir, se suponía que aumentaban el control sobre lo que se hacía. Pues bien, aquí también está demostrado que tener espacios de privacidad para poderlos usar libremente, ayuda a las personas a pensar, y lo más importante, a pensar sin los obstáculos que suponen las interrupciones y el ruido generado en el ambiente. Y de todos es sabido de que si hay posibilidad de pensar en mejores condiciones, la productividad, la creatividad, e incluso la innovación mejoran, y esto, puede ser un punto a favor para los resultados de la organización. La privacidad en este caso es  algo que crea valor.

Dejemos de controlar tanto, y procuremos que las personas sepan para qué trabajan, que tengan sus objetivos muy claros, démosles la libertad y la capacidad de decisión necesarias para que ellos mismos se gestionen su trabajo. Seguro que la confianza y la libertad darán mejores resultados y harán trabajadores más felices y eficaces que el control y la vigilancia excesiva y sin sentido.

 

José Ignacio Azkue