Recientemente nos ha contratado una pequeña consultora  cuyo equipo está integrado por quince especialistas en distintas disciplinas relacionadas con el mundo de la empresa. Son un equipo motivado, joven, con buenos resultados, conscientes que necesitan dar un giro a su forma de trabajar. El reto es dar un salto tanto en la cifra de negocio como en la calidad del servicio que prestan; a ello añadimos el objetivo de salir a una hora “decente” de la oficina y empezar a hacer realidad aquello de compatibilizar la vida laboral con la personal.

Haciendo un primer análisis de cómo está trabajando el equipo, vemos que casi consiguen los objetivos de cifra de negocio que se han planteado en el último ejercicio 2013. Es un resultado del que se sienten muy satisfechos cuando los comparan con los de sus competidores, a los que no les ha ido tan bien. Pero si miramos en detalle la dinámica diaria de trabajo nos encontramos con que trabajan con alto nivel de estrés, cambiando cada pocos minutos de tarea, con constantes interrupciones entre compañeros, trabajando más sobre urgencias que sobre un plan, se delega tarde cuando se está a punto de perder el control, etc., es decir trabajan en modo reactivo prácticamente todos los días, casi todos los días se quedan a trabajar hasta tarde porque es al final del día cuando encuentran el momento de hacer las tareas que requieren concentración.

¿Le faltan a esta empresa unos objetivos? Si y no.  Tienen unos objetivos de cifra de negocio global y ya está, como tantas otras empresas. Tienen claro qué tipo de actividades les llevarán a captar más negocio, a mejorar la calidad de su trabajo, a mejorar su formación, a estar más cercanos al cliente, etc., pero eso no se ha concretado en objetivos personales de cada uno de los miembros del equipo. En la práctica todos saben lo que hay que hacer (teóricamente) pero pasan los meses y el avance es lento comparado con la velocidad que podrían llevar. En esta empresa se produce la incongruencia, que en tantas otras vemos, de hacer el esfuerzo de definir unos objetivos generales pero no bajarlos a actividad de las personas, cuando los objetivos generales deberían ser como un puzzle que se consigue terminar con la pieza de cada persona del equipo.

En este proyecto el siguiente paso que vamos a dar es que cada persona tenga sus objetivos definidos por escrito y un plan de acción personal para alcanzarlos. A ello añadiremos un plan personal de mejora de la eficacia, en el que ayudaremos a cada integrante del equipo a identificar aquellos aspectos de su gestión personal que le van a hacer mejorar su productividad y cómo llevar a buen fin este plan.

 

Javier Arnal