Tener la suficiente claridad sobre nuestras prioridades para poder elegir con objetividad la tarea a la que debemos dedicar, en cada momento, nuestra atención es algo esencial para la productividad y los buenos resultados de cualquier profesional.

En realidad, esta idílica situación de tener muy claro lo que de verdad es importante no siempre se da. Pero aun en el caso de que sí se dé, se corre el peligro de estar saturado por un montón de compromisos que se han aceptado sin haber pensado, con propiedad y lucidez, sobre su verdadera repercusión.

Un concepto que aprendí y asumí como esencial hace ya tiempo es que cuando quiero trabajar sobre un proyecto que sea relevante para mí y en el que me quiera enfocar de manera significativa, si de verdad quiero lograrlo, debo de estar dispuesto a rechazar otras cosas sin miedo. Aunque incluso algunas de ellas me parezcan oportunidades que me puedo perder o que, simplemente, sean otro tipo de compromisos o de encargos que supuestamente debo atender.

Comprendo que no vives ni solo ni aislado, por el contrario, vives en un mundo hiperconectado y lleno de oportunidades, compromisos y de tentaciones que constantemente llaman a tu puerta. Y no digamos nada de esta realidad en tu trabajo, donde obligaciones y relaciones mal entendidas te llevan a aceptar de todo, sin meditarlo, influido incluso por un malentendido o miedo a ser rechazado por tus jefes o compañeros.

Nos envejece más la cobardía que el tiempo, los años arrugan la piel, pero el miedo arruga el alma”, Facundo Cabral.

Pero esta situación que, en principio, podría parecerte tan negativa, en realidad, te da la oportunidad de abrir tu mente y tu corazón a tu entorno, a dar respuesta a tus circunstancias y practicar el ejercicio, tan necesario, de la elección proactiva de tus compromisos y, por tanto, de tus tareas.

No debes tener miedo a perderte oportunidades ni a enturbiar relaciones, porque negarte a aceptar algunos compromisos te va a evitar a estar sobrecargado constantemente de tareas pendientes, una situación que a lo único que te va a llevar es a nublar tu mente para elegir qué debes de hacer con objetividad y profesionalidad.

Esta nueva dinámica se puede convertir en una práctica transformadora, en donde sustituyes el “sí” a todo por la elección efectiva de a qué dirigir tu focalización y esto te aportará una serie de ventajas.

  • Evitarás estar todo el tiempo con la sensación de estar demasiado ocupado y sobrecargado de trabajo.
  • Reducirás tu estrés por sentir que tienes la obligación de cumplir con todos.
  • Dejarás de tener la sensación de estar todo el rato agotado.
  • Empezarás a cumplir con los plazos con los que, de verdad, te comprometas.
  • Te quitarás de encima la mala sensación de tener demasiadas cosas en marcha.
  • Podrás dar prioridad a lo que realmente tenga algún interés para ti.
  • Alcanzarás un mejor equilibrio personal y profesional evitando situaciones tan lamentables como la del trabajador quemado.

Sólo tienes tres opciones en la vida: darte por vencido, darlo por sentado o darlo todo. Es tu elección”, Anónimo.

Todas estas ventajas que, en un principio, te pueden parecer imposibles o, al menos, difíciles de conseguir, en realidad, no lo son tanto. Para conseguirlas, deberás aprender a lidiar con el miedo y otras emociones que vas a sentir al empezar a decir que “no”, a esos compromisos superfluos o no tan importantes dentro de tus prioridades.

Y para ello tendrás que:

  • Pensar sobre tu trabajo”, lo que te permitirá rechazar cosas, que te lleguen sabiendo, incluso, si por ello te pierdes alguna oportunidad (si sigues mi blog, sabrás que insisto en esta idea y lo que significa).
  • Hablar con los demás, aunque el miedo a ser rechazado te detenga, para explicarles las razones por las que no puedes asumir esos compromisos.
  • Te tendrás que cuestionar si, viendo tus prioridades actuales, lo más aconsejable es no atender otras cosas.
  • Valorar si puedes aparcar, al menos momentáneamente, algo que en estos momentos figure como algo prioritario para ti.
  • Pregúntate si por aceptar esos compromisos, te vas a sentir sobrecargado de trabajo, demasiado ocupado, con muchos frentes abiertos, sin tiempo para todo; si vas a hacer peor tu trabajo, si vas a desatender a tu familia o tu ocio.
  • Deja de escuchar tanto a tu corazón y escucha más a tu cabeza. El corazón te hablará de miedos, de rencores, de rechazos, de pérdidas, mientras que tu cabeza te orientará hacia los resultados. Acostúmbrate a rechazar esos sentimientos y a racionalizar tus decisiones, sin olvidar que la amabilidad y el compañerismo no están reñidos con tu productividad, pero sí la pueden boicotear.
  • Aceptar que tienes tus limitaciones y conocerlas bien, y, en relación con ellas, tomar muchas de tus decisiones. La generosidad es una virtud, pero mal entendida se puede transformar en una carga.

Un ‘No’ pronunciado desde la convicción más profunda es mejor que un ‘Sí’ pronunciado simplemente para agradar, o peor, para evitar problemas”, Gandhi.

Aprende a confiar en ti mismo y en tus decisiones. Seguramente, serás una persona de un gran corazón, con ganas de ayudar a los que te rodean, pero has de conocer tus límites, tus capacidades y tus cualidades, porque todo lo que represente un exceso sobre lo que, racionalmente, puedas realizar con calidad, representará un lastre para tu trabajo, para tus responsabilidades y para tu productividad.

Aprende a validarte y a conocerte, aprende a sentir verdadero coraje por lo que de verdad represente un interés para ti y, sobre todo, aprende a sentirte bien con las decisiones que tomes para proteger tu trabajo y tus prioridades.

 

 

José Ignacio Azkue