Trabajo, trabajo, trabajo, parece que todo se acaba en ese horizonte. La productividad va más allá que la simple contemplación de esta disciplina en el estricto ámbito laboral. Nuestra vida, queramos o no, está dominada de manera inconsciente por los hábitos, y estos influyen tanto en nuestra productividad profesional  como en la productividad que debemos practicar  también fuera de ese ámbito.

Todos los que escribimos sobre productividad hemos hecho mención, en numerosas ocasiones a los hábitos en el trabajo, acerca de  cómo estos influyen en lo que hacemos y en lo que conseguimos. Se ha escrito muchas líneas sobre esta parte del actuar inconsciente que practicamos o no en el trabajo: recopilar todo lo que llame nuestra atención, hacer revisiones de nuestro sistema, dar sentido a nuestro trabajo, los hábitos que tenemos para gestionar el correo electrónico, nuestra actitud ante las interrupciones y distracciones, etc. Además está claro que todo lo que hacemos en el trabajo, influye positiva o negativamente en el resto de nuestras vidas.

Pero, ¿qué pasa con el resto de nuestra vida?, ¿No influyen los hábitos en ella? Lo que hagamos en ella, ¿no repercute en nuestro trabajo? Evidentemente que sí; cada decisión, cada cosa que hagamos o cada cosa que ignoremos, tiene sus consecuencias.

Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta”. Aristóteles

Recientemente he publicado un artículo en el que señalaba la importancia de dormir bien para ser productivo, y sobre cómo esta parte importante de nuestra vida repercute, de manera positiva o negativa, en todo lo que hacemos: en el trabajo, en el ocio, en nuestras relaciones familiares, en nuestra vida social, absolutamente en todo.

Pero debemos tener en cuenta otros aspectos no menos importantes. A quién no le gustaría tener una vida más relajada, más saludable, poder hacer ejercicio de manera regular, comer de manera equilibrada, perder peso, dejar de fumar, dedicar más tiempo a nuestro desarrollo cultural o personal…

Muchas personas se comprometen todos los años con alguno de estos aspectos. Se ponen unos objetivos distintos según la época del año en que tomen alguna o varias de estas decisiones: dejar de fumar, hacer ejercicio, operación bikini, aprender o mejorar algún idioma, etc. pero es suficiente el breve paso de unos cuantos días para que la cruda realidad haga su aparición y se abandone la esperanza de conseguir lo que se había propuesto. Se calma la conciencia echando balones fuera: es que tengo mucho trabajo, no tengo tiempo de nada, los niños, no me apetece… fácilmente calmamos nuestra mente asegurando que cuando tengamos más tiempo, seguro que lo conseguimos. Mentiras, la razón de no haberlo logrado es que no hemos trabajado adecuadamente, no lo hemos transformado en hábitos.

Además, una consecuencia directa de estos hábitos que pueden mejorar nuestra vida es que también pueden tener su repercusión en nuestro trabajo. Seguro que tienen algo que ver en cómo lo desempeñamos, en cómo realizamos nuestras tareas, en cómo nos recargamos de energía, en el estrés, en nuestra capacidad de concentración, en la manera en que nos relacionamos con nuestros colegas y compañeros.

Cultiva solo aquellos hábitos que quisieras que dominaran tu vida”. (Elbert Hubbard)

Si las propias organizaciones, las empresas, ignoran o no fomentan ni estimulan a sus integrantes a adquirir hábitos productivos para el trabajo, mucho menos se preocupan de aquellos que tienen que ver con lo que se hace fuera de sus instalaciones. Pocos dirigentes se preocupan por este aspecto, no lo han digerido, porque ni tan siquiera lo han visto ni se han parado a pensar en ello. Pero lo que está claro es que apostar por estas mejoras, aunque sea fuera de la propia empresa, tiene sus beneficios directos para ésta.

Promocionar  hábitos que repercutan en la salud de los empleados, además de reducir costes directos al reducir el absentismo, es necesario para que una empresa goce de un ambiente de trabajo saludable.

El secreto para tener buena salud es que el cuerpo se agite y que la mente repose”. Vincent Voiture

Veamos cuatro hábitos a los que, a pesar de su lógica y de que todos los tenemos por necesarios, no se les presta la debida atención.

  1. Alimentación sana. Este hábito es evidente, pero lo olvidamos amparándonos en la prisa y en la inmediatez. Comemos comida basura porque no tenemos tiempo de cocinar. Comemos rápido y cualquier cosa porque tenemos que volver rápido a nuestras obligaciones, no haciendo por consiguiente ningún descanso. Comemos en nuestra mesa de trabajo y no nos relajamos ni en esos minutos en los que tendríamos que disfrutar algo tan elemental como es la comida. Además, de esta forma no desconectamos ni durante el almuerzo.  No pensamos, a la hora de seleccionar lo que comemos, en lo que es mejor para nuestra salud, sino que elegimos lo que más satisfacción inmediata nos produce y en general no lo más saludable.
  2. Reducir el sedentarismo. Uno de los graves problemas de salud viene producido por el poco ejercicio físico que hacemos. Nuestro cuerpo ha ido evolucionando a lo largo de la historia de la humanidad para que diariamente hiciésemos duros trabajos que en general eran físicos. Así que nos anquilosamos, tenemos sobrepeso y padecemos de otras enfermedades porque no hacemos ejercicio físico. Llegamos cansados de estar sentados durante todo el día y en vez de cambiar de actividad y ejercitar nuestros músculos y nuestro cuerpo nos empeñamos en seguir sentados y no hacer nada.
  3. La relajación de nuestra mente. Recientemente comentaba en un artículo la importancia de atención plena para ser productivo. La meditación, la relajación voluntaria y consciente de nuestra mente, nos va a ayudar a trabajar mejor, ya que vamos a lograr reducir el ruido que tenemos incorporado en nuestra cabeza y que tanto daño nos hace. Esta práctica nos ayuda a pensar relajadamente, a ver con más claridad, a reducir nuestro estrés, a tomar mejores decisiones, a controlar la ira, a reducir nuestras distracciones internas, a reducir la depresión, a contrarrestar la ansiedad. Todo esto de manera muy eficaz; además beneficia a nuestras vidas y a nuestro trabajo. En fin, nos ayuda en nuestra felicidad y satisfacción. Hay personas que desprecian estas técnicas, en general por desconocimiento de su realidad, las rechazan por estar presentes y venir de otras culturas diferentes a las nuestras, piensan, erróneamente, en ellas como “cosas esotéricas” con poco o nulo recorrido.
  4. Desarrollarte como persona. ¿Cuánto tiempo dedicamos a ver la televisión? y ¿cuánto a no hacer nada de nada? Ver la televisión o no hacer nada son actitudes respetables y que pueden estar bien en algunos momentos. Ahora bien, cuando lo que hacemos en nuestro tiempo libre es simplemente eso, cuando un día festivo lo celebramos pasando toda la tarde tirados en sofá, cuando a la noche, después de trabajar, pasamos unas cuantas horas sentados de nuevo, pero esta vez ante la pantalla de nuestra televisión devorando programas uno tras otro, tal vez estamos perdiendo oportunidades muy buenas de hacer cosas más provechosas para nuestra persona y su desarrollo. No hay nada mejor que sentirse bien con uno mismo. Tener ganas de aprender, de avanzar, de lograr objetivos personales nos puede ayudar a sentirnos bien. La persona ociosa en general no tiene ambiciones de este tipo, no se plantea retos para desarrollarse, carece de objetivos por los cuales actuar y que le lleven a la acción.

Estos cuatro puntos no son los únicos, seguro que hay más. Cada uno de ellos engloba a más de un hábito. Estos los podemos adquirir a través de la repetición. Identifica algún hábito relacionado con algún punto que te haya interesado, póntelo en tu mente y esfuérzate en adquirirlo a través de repetirlo todos los días.

Hacer algo respecto de estas actitudes es una decisión personal de cada cual. Con independencia de ello, toda mejora y toda medida que se tome por el bienestar físico y mental de los empleados, deberá estar presente entre las prioridades de las organizaciones y empresas modernas que se quieran adaptar a los requisitos de esta sociedad avanzada del siglo XXI. La incorporación de hábitos saludables fuera del trabajo debería ser solamente uno de los aspectos dentro de un programa de bienestar más amplio.

 

José Ignacio Azkue