Puede que al leer el título del artículo pienses que soy un enemigo del WhatsApp y no es el caso. Como herramienta de mensajería instantánea no tengo duda de que está genial, pero, como todo o casi todo en esta vida, también tiene su cara B y en esta ocasión tiene que ver con que puede afectar a tu productividad y a tus relaciones personales.

Consejos para que el WhatsApp no afecte a tu productividad

Como ya he dicho, es una aplicación ciertamente muy útil, para comunicarnos de manera rápida y en cualquier momento. Sin embargo, esta última característica puede ser algo molesta y afectar a la productividad, ya que su uso está tan extendido, hoy en día, que puede llegar a tener las mismas connotaciones negativas que un correo electrónico mal gestionado. Se asume que usar WhatsApp es sinónimo de disponibilidad total las veinticuatro horas del día.

Nos ha hecho muy fácilmente accesibles a cualquiera que tenga nuestro número de teléfono: nos podrá mandar cualquier mensaje sin tener en cuenta nuestra privacidad, en cualquier momento del día, en cualquier situación y sin ningún tipo de límite.

Como mensajería instantánea que es, puede llegar a ser muy intrusiva, pudiendo llegar a ocasionar, con sus mensajes, las improductivas interrupciones y distracciones que tanto afectan al trabajo. Por no mencionar que también es un medio que da lugar a errores y peligrosas confusiones que pueden perjudicar, sobre todo, a tu trabajo y a tus relaciones personales. Estos malentendidos son menos frecuentes en una conversación oral.

Si una comunicación normal entre personas, cara a cara, puede resultar, en muchas ocasiones complicada, no podemos esperar que una comunicación por WhatsApp sea más sencilla, más clara y esté exenta de dificultades.

Cuando nuestra interacción con otras personas se realiza a través de un móvil, especialmente por escrito, perdemos toda la información que aporta la presencia física (lenguaje corporal) de la otra u otras personas. No olvidemos que debemos ser conscientes de la dificultad y complejidad del lenguaje escrito a través de estos aparatos y de que es muy probable que los mensajes, sus lecturas y las respuestas, si se dan, no coincidan en el tiempo, complicando de esta manera todo.

Cuidado con los grupos de WhatsApp

A falta de la información que nos perdemos por estar detrás de una pantalla, no nos queda otra que aplicar nuestra propia subjetividad a la hora de interpretar cada mensaje, cada conversación, cada imagen que recibimos. Está claro, por tanto, que lo que entendamos con los mensajes, puede que coincida con lo que la otra persona nos quería decir, pero también se puede dar el caso contrario. Cuando en la conversación intervienen miembros de un grupo, todavía es más enrevesado: en este caso tendríamos tantas interpretaciones subjetivas como personas estén leyendo o participando en la conversación.

A pesar de todo, la comunicación a grupos resulta una ventaja muy atractiva y tentadora. De esta manera, puedes informar de lo que quieras a varios miembros del mismo grupo a la vez. Esto facilita y agiliza la comunicación y da un especial atractivo a esta herramienta. Puede parecer así hasta que se empiezan a descubrir las consecuencias de permanecer hiperconectados a muchas personas que, aunque parezca que no, en realidad, forman un grupo heterogéneo de individuos.

Se forman grupos, por ejemplo, “el de amigos” con la simple intención de mantener conversaciones sobre cualquier tema que, presumiblemente, interesen a todos, pero también se forman grupos más específicos, como “las madres y padres del colegio”, o “el del equipo de fútbol”, “el grupo del coro”, “el grupo de moteros”, incluso en muchas organizaciones existe ya el de “compañeros de trabajo” o el de “clientes”; en los que con un solo mensaje, se les puede informar de algo concreto y de, supuestamente, interés para todos.

El problema no son los grupos en sí, sino lo que hay detrás de ellos. Todo dependerá de cómo se gestionan o de cómo se reacciona con las interacciones que en ellos se producen.

Hay que tener especial cuidado con el uso de WhatsApp en el trabajo, ya que puede significar que tu jefe, tus compañeros, tus clientes puedan acceder a ti en cualquier momento y esperar tu respuesta de manera inmediata. Esto puede ser un verdadero fastidio y representar un serio problema, ya que puede terminar por estresarte cuando no se respeta tu tiempo libre.

Si no te queda más remedio, deberías establecer unas reglas para interactuar señalando claramente los límites en los que te vas a mover. Habrá que explicar a tus jefes, colegas y clientes los horarios en los que no te pueden exigir que interactúes con ellos, dejando claro el horario que corresponde a tu vida privada.

Consejos para dar una buena imagen usando WhatsApp

Procura mantener las formas en tus comunicaciones con esta herramienta, ya que estamos ante un escaparate donde pueden fiscalizar nuestro comportamiento. Es bueno y recomendable presentarse si nos acabamos de incorporar a un grupo donde seamos desconocidos, y saludar con cortesía si ya somos conocidos.

Aunque la moda y la tendencia vayan por la dirección opuesta, conviene, sobre todo en según qué grupos, cuidar la ortografía y la gramática, ya que hay palabras y frases que mal expresadas pueden dar lugar a interpretaciones erróneas.

No abuses de los emoticonos y úsalos con cabeza, ya que, aunque son otra forma de expresión muy popular y extendida, pueden dar lugar a malas deducciones. Es de sobra conocido que un emoticono tiene diferentes significados según en qué país se publique, pero dentro de tu área de influencia se pueden dar situaciones comprometidas. Un emoticono de una cara guiñando un ojo con la lengua fuera para unos puede ser sinónimo de algo gracioso, pero para otros puede significar burla. No caigamos en imitar a esas personas que buscan el emoticono adecuado como respuesta fácil y rápida a todo.

Notificaciones de WhatsApp

Los avisos y las notificaciones, además de generar dependencia, provocan estrés y fraccionan el trabajo productivo, ya que es muy difícil evitar la tentación de mirar lo que nos acaba de anunciar con un pitido o una vibración nuestro teléfono. Como solución, podemos deshabilitar las notificaciones o, en todo caso, silenciar ciertos grupos o personas. Y con los casos extremos, podríamos plantearnos bloquear al contacto.

Conclusión

¡Qué buena es la tecnología cuando se usa correctamente! De lo contrario, qué perversa y maligna puede llegar a ser. Piensa por un momento en cómo te puede afectar a tu productividad o a tus relaciones personales o profesionales cuando la utilizas sin reglas ni hábitos que te permita tenerla bajo control. La buena noticia, lo fantástico de todo esto, es que tú al final eres el que tiene la última palabra. Tú decides cómo utilizar esta herramienta y sus grupos. Cuanto más claras tengas tus prioridades, más fácil te resultará hacerlo.

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José Ignacio Azkue