Estamos viviendo una época excepcional en la que, debido a un virus hasta ahora desconocido, nos vemos obligados a tomar unas medidas especiales que están afectando a nuestra vida cotidiana, a nuestras relaciones sociales y a nuestro trabajo.

Una vez más, la vida es la encargada de darnos la oportunidad de aprender nuevas lecciones. Si en épocas que podemos considerar normales, nuestra existencia está llena de contratiempos y dificultades, ahora que estamos en momentos excepcionales, nos damos cuenta de que las cosas aún pueden torcerse más. Y ante la amenaza del coronavirus, es posible que te sientas desbordado, nervioso, preocupado por tu trabajo y su buen desempeño, por tus resultados y, sobre todo, preocupado por ti y por la salud de las personas a las que quieres y que te rodean.

Es muy probable que en estas circunstancias el trabajo te exija más esfuerzo que nunca. Seguramente, por las condiciones excepcionales en las que lo vas a desarrollar, debes contemplar medidas especiales de protección para evitar contagios, tal vez lo tengas que realizar desde casa e, incluso, veas incrementado tu estrés por la situación de confinamiento de tu familia. En conclusión, a la complejidad de tu trabajo le deberás añadir la complejidad que rodea estos días a toda la sociedad.

Por ello es posible que te sientas más estresado de lo habitual y que te cueste más centrarte en tu trabajo, y este estrés se puede estar manifestando debido a la dificultad de gestionar una situación tan inesperada y llena de incertidumbre que afecta a todas tus áreas de responsabilidad.

Seguro que te acuerdas cuando la normalidad era pensar que “no te daba el tiempo para todo”, que correr detrás de muchas cosas a la vez era estresante, que acostarte agotado después de una dura jornada para al día siguiente encontrarte en la misma situación era lo que había, y que todo era debido a una sola cuestión: que no tenemos tiempo, que hay que aprender a gestionarlo correctamente y que es el valor más preciado que tenemos.

Si analizamos con racionalidad la idea del “no tengo tiempo”, nos daremos cuenta del gran error que encierra. El tiempo es algo que fluye de manera constante y sobre el que no podemos interactuar, no lo podemos gestionar, ni administrar de ninguna de las maneras. El tiempo nos va a ignorar, de manera absoluta, por mucho que lo queramos administrar, gestionar o gobernar. Además, es algo que no se puede renovar, una vez que pasa, se acabó, no hay modo de recuperarlo.

Sin embargo, sí hay algo que tiene mucho que ver con la productividad y que lo podemos gestionar a nuestra conveniencia, si somos conscientes de ello; además, es algo renovable y que, sin duda, sí que es uno de nuestros recursos más valiosos. No es ni más ni menos que nuestra energía o capacidad personal:

  • Tenemos una capacidad o energía física que podemos gestionar o dosificar para realizar bien nuestro trabajo. Es decir, cada día tenemos una cierta capacidad física que vamos consumiendo con cada trabajo que vamos realizando. Parte de la efectividad dependerá de cómo administremos dicha capacidad y deberíamos preocuparnos por sacar el mayor provecho a esa energía para que nuestra productividad sea la adecuada.

Cuando nos levantamos, deberíamos de habernos recuperado del cansancio de la jornada anterior. De ahí la importancia de tener buenos hábitos que nos aseguren un descanso adecuado.

De la misma manera, la alimentación tiene un importante papel en la recuperación y mantenimiento de dicha energía, por lo que también nos debería preocupar todo lo referente a los hábitos saludables en la alimentación.

Durante el trabajo también es aconsejable intercalar pequeños descansos que nos permitan recuperar y dosificar adecuadamente la fuerza que disponemos para ese día.

  • Capacidad emocional. Las emociones también juegan su papel a la hora de desempeñar el trabajo.

No hay duda de que cuando sabemos que estamos haciendo algo importante y que progresamos hacia nuestros objetivos nos sentimos mejor. Las emociones que se pueden sentir cuando se trabaja a gusto o focalizado pueden ser: calma, desafío, compromiso, optimismo o confianza, entre otras, no hay duda de que las emociones positivas nos llevan a un buen desempeño, sin embargo, las negativas nos acercan hacia la frustración, la impaciencia, la tristeza, el miedo… nos restan energía.

De esta manera deberíamos estar atentos a las emociones y deberíamos saber gestionarlas adecuadamente. No olvidemos, para ello, que nuestro propio cuerpo nos puede enviar señales que nos avisan de nuestra situación. Si vivimos en un estado de tensión o de emociones negativas podemos sentir: una aceleración de nuestro ritmo cardiaco, sudoración, opresión en el pecho, etc., señales que nos indican que algo debemos corregir.

  • La capacidad mental, en mi opinión, es la más importante para gestionar.

Nuestra mente y la capacidad de concentrarnos para realizar bien un trabajo van disminuyendo de la misma manera que disminuyen las fuerzas con el ejercicio físico. Nuestra mente también tiene sus mejores momentos y los debemos de aprovechar al máximo para rendir de la mejor manera posible.

Para ello, debes conocer cuándo son tus momentos más productivos y tratar de evitar que estímulos externos e indeseados te distraigan. Se ha demostrado que el ruido ambiental afecta al rendimiento y a la capacidad de concentrarse. Por tanto, si estás tratando de realizar una tarea que requiere concentración, procura hacerlo en un sitio lo más cómodo y lo menos ruidoso posible.

Sería interesante que las organizaciones, las empresas o en cualquier lugar donde se requiera de un alto esfuerzo mental para el desarrollo del trabajo se preocuparan por cómo se utilizan las capacidades de las personas, tanto física, emocional como mentalmente.

El rendimiento de los trabajadores depende tanto de la manera en la que las personas emplean su energía, como del foco donde ponen su atención, además del modo en el que la renuevan y se recuperan del desgaste por su trabajo.

De esta manera, cuando la gestión de la atención y la energía es la óptima, es cuando la gente se siente fuerte y con capacidad para afrontar bien sus obligaciones. Si logra mantener, a lo largo del día, un nivel adecuado de los diferentes puntos que hemos visto, su desempeño será mejor y, por lo tanto, su productividad también.

 

 

José Ignacio Azkue