El mundo se mueve rápido, todo nuestro entorno también y cada vez más rápido. Todo cambia velozmente. Estamos inmersos en un mundo de tentaciones, interrupciones y urgencias.

Demasiada tecnología, demasiada información, demasiadas cosas por comprender, en las que pensar, a las que reaccionar y al final, demasiadas cosas por hacer.

Tenemos que ir deprisa, por lo menos, tratamos de ir a la misma velocidad que nuestro entorno.

Nos quedamos hasta las tantas en la oficina contestando correos electrónicos. Como tenemos teléfonos “inteligentes”, nada más levantarnos nos conectamos a ver qué ha pasado.

Estamos en las redes sociales. Navegamos frenéticamente por las webs para mantenernos al día.

Nos sobresaltamos siempre que oímos el pitido o la vibración que nos anuncia la llegada de un nuevo mensaje.

Además nos piden algo y decimos “SÍ”, nos proponen algo y decimos “SÍ”, nos enseñan algo y decimos “SÍ”, nos cuentan algo y decimos “SÍ”, nos encontramos con algo y también decimos “SÍ”.

Llevar este ritmo es un error. La velocidad actual a la que la información nos bombardea es muy superior a lo que podemos digerir y cada vez es mayor. Tratar de estar en todos sitios y en todo momento es contraproducente y nos hace pagar un alto precio.

Nunca antes ha sido tan importante tener perspectiva, tener un propósito, saber qué es lo importante y qué acciones nos llevan a lograr nuestros objetivos.

Para poder centrarnos en estas acciones tenemos que decir “NO” a muchos compromisos, a muchas cosas que nos llaman atrayéndonos como si fueran cantos de sirena. Tenemos que tener un sistema que nos permita distinguir la paja del grano.

Cada elección que hacemos a lo largo del día tiene su repercusión. Tú eres productivo o improductivo en función de qué elecciones haces a lo largo de tu día. Debemos elegir bien “el qué”, “el cómo”, y “el cuándo”.

Cada vez que decimos “SÍ” a algo, sin valorar, sin calibrar, sin medir las consecuencias, estamos eligiendo mal y siempre el perjudicado seremos nosotros, ya que nuestra productividad baja. Como trabajadores del conocimiento que somos, tenemos que parar a pensar, a evaluar para ver qué repercusión tiene cada “SÍ” en nuestros objetivos.

No voy a leer ese artículo, no voy a leer ese correo electrónico, no te puedo atender en este momento, no voy a coger esta llamada, no voy a permitir que la reunión dure más de media hora, no voy a hacer esa tarea. Hay muchos “NO” que podemos empezar a decir

Cuesta hacerlo porque quizás, sólo quizás, nuestra mente nos dice que, esa nueva información, esa cosa que nos llama, sea la clave de nuestro éxito, aunque de hecho, nuestro éxito depende de lo contrario.

El atender a todo, es en sí mismo, un gran riesgo que corremos, hacia el resultado mediocre o al fracaso. Nos agotamos, nos confundimos, nos ponemos nerviosos y nos volvemos irritables. Ingredientes que no nos ayudan más que a volver a caer en el mismo error.

Piensa durante unos minutos cómo es un día habitual en tu trabajo. Piensa en todo lo que haces desde que te levantas hasta que te acuestas. Hábitos que tienes, rutinas que repites, tareas de trabajo, proyectos, reuniones, actividades personales, sitios web que visitas, colaboraciones profesionales o personales, redes sociales en las que participas, aplicaciones y tecnología que utilizas, compromisos sociales que tienes.

Coge todo eso y haz un ejercicio con imaginación. Mentalmente mételo como si fueran cosas con peso en una mochila y después póntela en la espalda. ¿A que pesa?, ¿a que pesa mucho?, ¿a que supone un gran esfuerzo llevar todo ese peso?

Al final es como si estuviéramos gordos, muy gordos, con todo lo que hacemos y tenemos que hacer. Tenemos que empezar a adelgazar, no podemos seguir “engordando” de esta manera, nuestra salud, nuestra productividad y al final, nuestros resultados dependen de ello.

Adelgazar no se consigue por el mero hecho de desearlo, hay que empezar a cambiar nuestros hábitos y a hacer dieta. Pues de la misma manera tenemos que empezar a no aceptar todo lo que nos llega, tenemos que hacer aquí también dieta, tenemos que poner filtros y cambiar una serie de hábitos, que nos permitan centrarnos en lo importante, para que una vez hecho, podamos dedicar cierto tiempo al resto de cosas.

 

José Ignacio Azkue