En muchas ocasiones, no saber decir no se convierte en uno de los mayores enemigos de nuestra productividad. Esto, en mayor o menor medida, nos ocurre a todos en alguna ocasión. Anteponemos la satisfacción de otras personas a la nuestra, dejamos de vivir nuestras vidas para vivir las de los demás. En situaciones extremas, se entra en un círculo vicioso en el que cada vez tenemos más cosas que hacer, muchas de ellas sin un valor real para nosotros, y alcanzamos un nivel de estrés tan elevado como innecesario.

Pero, ¿por qué lo hacemos? Hay muy diversas razones, algunas son razonables, otras altruistas y  la mayoría de ellas, equivocadas:

  • Queremos ayudar. Confundimos comportamientos supuestamente positivos con otros supuestamente negativos. Parece que negarse a hacer algo es egoísta, mientras que aceptar es un acto de amabilidad, generosidad y empatía.
  • Temor a ser rechazados. Queremos caer bien a los demás, y buscamos su aprobación. No queremos que nos marginen.
  • Respeto a los demás. A veces consideramos que, simplemente, esa persona no se merece un no por respuesta.
  • Temor a enfrentamientos. Queremos evitar conflictos innecesarios y mantener un buen ambiente. No queremos que una relación se tambalee como resultado de una negativa.
  • Sentimiento de culpabilidad. A menudo no nos quedamos tranquilos cuando decimos que no. Estamos constantemente castigándonos a nosotros mismos por esa decisión, aunque fuera totalmente lógica.
  • Temor a perder oportunidades. Pensamos que si decimos que no ahora, en el futuro no nos ofrecerán otras cosas que sí pueden interesarnos.

Bien, no se trata de decir a todo que no, pero no deberíamos hacer aquello que no nos aporta nada; eso nos hace daño, literalmente. ¿Cómo podemos tratar con estas situaciones? Busca motivación en lo siguiente:

  1. Debes tener bien claros tus compromisos, conocerte a ti mismo y actuar con integridad. Antepón tus prioridades, proyectos e intereses personales. Si lo que te proponen no tiene nada que ver con ello, simplemente recházalo.
  2. Valora tu tiempo. Decir que no a algo te permite decir que sí a otras cosas que de verdad te interesan. Si demuestras a los demás que valoras tu trabajo, tu tiempo y tus prioridades, al contrario de lo que piensas, te respetarán por ello.
  3. Si aceptas todo lo que te piden, no eres tú mismo, no evolucionas como persona, no mejoras.
  4. Si después de una negativa, tu relación con esa persona se deteriora, no era una relación sincera, sino interesada. No dejes que te chantajeen. Además, piensa que alguien que te aprecie nunca te pediría hacer algo que te perjudique.
  5. Puedes ser generoso, pero evita los abusos. Si lo que te piden es abusivo, trata de negociar unas condiciones equilibradas para aceptar, o recházalo.
  6. Si no lo tienes claro, retrasa la decisión, di que lo tienes que pensar. Busca argumentos sólidos para poder aceptar la petición.
  7. Cuando digas que no a alguien, hazlo de forma educada pero firme. Demuestra que respetas sus sentimientos y opiniones. Estableciendo los límites desde el principio y expresando lo que no te gusta, te ganarás su respeto.
  8. No inventes excusas, sino la situación se repetirá constantemente. Ni siquiera tienes por qué dar explicaciones. Tú eres el dueño de tu tiempo.
  9. Antes de aceptar algo, piensa en sus implicaciones. ¿Cuánto tiempo necesitarás? ¿Cómo afectará a tu vida profesional, personal o familiar? ¿Que coste acarreará? ¿Qué otros proyectos vas a tener que sacrificar?

Resumiendo, aprende a ser asertivo, a valorarte, defiende tus derechos y busca relaciones con buenos fundamentos.

Aprender a decir que no es uno de los grandes favores que puedes hacerte a ti mismo. Reducirás tu sobrecarga de trabajo y tu nivel de estrés, y dispondrás de tiempo para hacer lo que realmente te importa.

Y la mejor forma de aprender a decir que no es practicando, así que ¡ánimo!

José Ignacio Azkue