Parece mentira pero sólo necesitamos disciplina al principio. Cuando estamos ante una nueva tarea necesitamos disciplina para empezar a hacerla, en vez de aparcarla y tomar otra que nos sea más agradable o fácil de realizar.
Un día cuando me desperté, llovía y hacía bastante frío. Por otra parte era normal, estábamos en invierno. Como todos los días, tenía previsto hacer mi recorrido de una hora andando antes de empezar mi jornada laboral. Antes de salir de casa me pregunté si de verdad me apetecía mojarme y pasar frío. Al salir a la calle me crucé con un vecino. “Bonito día para salir a pasear” me dijo y desapareció corriendo bajo la lluvia para introducirse en el coche de un compañero de trabajo.
Tenía razón, aquello parecía una locura. Una gran tentación de dejarlo apareció en mis pensamientos. “Déjalo por hoy, no merece la penaoía en mi cabeza. Sólo cuando me di cuenta del beneficio que me aportaba mi hora diaria de caminata, me decidí. Di el primer paso, después el segundo, sentí las gotas que caían y empapaban mi ropa, no me mojaba. Eran impermeables al agua, sentí la satisfacción de hacer algo que era bueno para mí. Ya no sentí la tentación de volver a mi casa, la tentación de cambiar el frío y la lluvia por el calor de mi hogar había desaparecido.
Cuando regresé y al entrar en el edificio, otro vecino me comentó lo motivado que estaba y la disciplina que necesitaba para salir a hacer ejercicio en días como éste.
Entonces me di cuenta de que no había tenido que motivarme mucho rato, sólo al principio, para poder salir.
Empezar es lo difícil, igual que zambullirse en una piscina de agua fría. Una vez que estás dentro, estás bien. Lo que requiere motivación es meterse.
De hecho, si lo analizamos, y en nuestro trabajo también nos pasa, sólo tenemos que estar motivados durante unos breves lapsos de tiempo. Una vez que empezamos, la inercia, la concentración o la costumbre, hace el resto.
Para mí, ¿escribir estos artículos semanales requiere disciplina? Pues sí, pero cuando lo pienso, la parte más difícil es empezar a escribir. Antes de empezar es cuando tengo que estar especialmente alerta. ¿Por qué? Porque es cuando tengo el peligro de dejarme llevar por cualquier otra cosa que me sea más fácil, que me guste más hacerla, en fin, que me cueste menos. Sin embargo, una vez que te pones no necesitas mucha disciplina para seguir.
Malgastamos mucho tiempo, energía y concentración reconsiderando nuestro comportamiento: ¿ésta es la tarea adecuada?, ¿este proyecto merece la pena?, ¿cuál de estas cosas es más urgente? Estos pensamientos, en el mejor de los casos, son una distracción y en el peor un sabotaje.
Si persisten, caeremos en peligro de no hacerlos. Será muy sencillo dejarnos tentar por otras cosas o tareas más agradables y sencillas.
¿Qué debemos hacer para no caer en la tentación? Pues muy sencillo, debemos saber focalizarnos en la importancia de lo que vamos a empezar. Conectarlo con nuestros objetivos. Visualizar el beneficio que nos aporta el terminar esa tarea o proyecto.
Si decides seguir adelante, comprométete sin titubeos, termina lo que habías decidido hacer y al final saborea lo que hayas conseguido. Será un paso más hacia el logro por el que estás luchando.
Y si al final decides cambiar tu compromiso, sabrás que no se debe a una debilidad momentánea, sino que para ti no tiene tanto valor esa tarea o proyecto.

 

José Ignacio Azkue