Las interrupciones, esas situaciones por llamarlo de alguna manera, con las que nos encontramos en muchas ocasiones a lo largo del día, que tanto odiamos, que tanto daño nos hacen y aunque no nos demos cuenta, tanto dinero cuesta a las empresas y organizaciones.

Cuando hablamos de costos en la empresa, cuando se trata de mejorar el margen de nuestros productos o servicios, todos miramos hacia el mismo lado, todos tratamos de reducir fijándonos en los mismos conceptos. ¿Cuántos gerentes, cuántos directores de recursos humanos han tratado de cuantificar económicamente el costo en euros de las interrupciones?

Una gran multinacional de software, que hasta hace poco casi monopolizaba ese mercado a nivel mundial, realizó una investigación entre sus empleados. Los grabó, con su consentimiento, durante varios días en su trabajo y descubrieron que, de media, los interrumpían cuatro veces cada hora. Esto no es nada nuevo. Todo el mundo sabe que pasan estas cosas.

Descubrieron algo más y esto sí que es nuevo: en el 40 % de las ocasiones, los empleados no reanudaron la tarea que estaban haciendo antes de la interrupción. Y lo que es todavía peor: cuanto más complicada era esa tarea interrumpida, menos probable era que volvieran a ocuparse de ella.

Pero lo más grave es el coste económico que eso supone. Y muchos gerentes, directores de recursos humanos o directores de departamento, lo ignoran o miran para otro lado. Sí, esa actitud que tenemos todos con tanta facilidad, la de dejarnos interrumpir, tiene un coste económico y otro de oportunidad.

De oportunidad, porque dejamos de hacer cosas que en muchos casos son importantes, y eso afecta a nuestros resultados y a los de la empresa.

Cada vez que nos interrumpen, perdemos la concentración en lo que estábamos haciendo, recuperarla nos cuesta tiempo. De media, según estudios realizados,  puede estar en torno a los diez minutos.

Hagamos ahora un pequeño cálculo de lo que supone ese tiempo perdido durante una hora de trabajo en un año. “Dios mío, nos salen 18 días de 8 horas cada uno”, es decir, 18 jornadas laborales partiendo de las interrupciones de sólo una hora de trabajo. Esos días perdidos tienen un precio y es lo que costamos a nuestra empresa por nuestro trabajo e interrupciones.

¿Cuánto cuesta, en dinero contante y sonante, esos 18 días por nuestras interrupciones?. ¿Y si contamos al resto de nuestros compañeros?. ¿Tienen los directores un motivo para tratar de solucionar esta incesante pérdida de dinero y oportunidades?. ¿Hay una necesidad de invertir en productividad personal en las empresas?

Hagamos unos sencillos cálculos y veremos lo rentable que son las inversiones en productividad personal.
José Ignacio Azkue