Hace poco tuve la oportunidad de leer el libro: “El japonés que estrelló el tren para ganar tiempo” de Gabriel Ginebra. Es un libro que me apasionó desde el principio y me hizo sonreír en muchas ocasiones, viendo verdaderas situaciones que pienso todos conocemos y que delatan una gran incompetencia.

Hace unos días le pude oír personalmente en una ponencia que dio, en unas jornadas de una asociación empresarial y explicaba con un ejemplo muy sencillo cómo se llega a la incompetencia por pretender hacer excesivamente bien las cosas.

Comentaba: supongamos que tenemos que podar los arboles de un jardín. De una actividad tan simple como podar, podemos pasar sin grandes esfuerzos y problemas a un proceso más complejo:

Planificar la poda  –> Podar  –> Revisar la poda

Existe el peligro de que una mente iluminada y preocupada por el proceso y los resultados de la poda, añada más actividades y vuelva un proceso sencillo, fácil y prácticamente exento de problemas, en un planteamiento barroco, complejo y que al final pierde el norte de lo que realmente pretendíamos lograr.

Anunciar la poda  –> Pedir permiso para podar  –>  Planificar la poda  –>  Podar  –>  Revisar la poda   –>  Redactar un informe de la poda  –>  Presentar el informe de la poda  –>  Tomar acciones correctoras si ha habido fallos  –>  Formar para evitar fallos de nuevo  –>  Corregir los fallos de poda.

Al final, lo que realmente nos interesa, queda diluido en un maremágnum de acciones, algunas de las cuales, puede que sean más importantes que la que realmente nos ocupa y preocupa: “la poda”.

Pero todavía la mente humana lo puede complicar más y transformar lo barroco en algo difícilmente de clasificar.

Si a alguien se le ocurre que se debe “analizar cómo planificamos la poda” para saber si ésta es posible y corregir posibles desviaciones. El fin que pretendíamos que era podar  ha desaparecido en un mar de acciones, muchas de ellas, sin prácticamente sentido.

Ahora bien, esta organización barroca, tiene ocupados en temas improductivos a algunos, por no decir a muchos de sus miembros. Sus cabezas, están ocupadas en temas que ni de lejos están alineados con los objetivos de la empresa, no tienen perspectiva y sus quehaceres no hacen más que restar productividad a la organización.

Recordemos que la productividad de una institución es la suma de la productividad de todos sus miembros.

Voy a recordar el principio de Laurence J. Peter, también conocido como principio de la incompetencia, dice así: En una jerarquía, todo empelado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia, la nata sube hasta cortarse.

Esto se cumple porque a una persona que trabaja bien, se le recomienda para un ascenso hasta que ya no trabaja bien, entonces queda estancada.

Si analizamos organizaciones que conocemos, tanto empresariales, como de otro tipo, incluso políticas, difícilmente podemos comprender la carrera de algunos de sus profesionales, si no aplicamos estrictamente este principio.

Pero aun hay otro principio que es más demoledor y que nos debería poner en guardia en muchas ocasiones.

Para Dilbert, Peter era un optimista y aseguraba que hay mecanismos por los que los empleados superan su nivel de incompetencia. Lo llama “teoría del globo” según ésta un profesional tiende a subir en la medida que está más hueco. Es decir cuánto más incompetente sea más sube.

Analicemos cuántos procedimientos y manuales tenemos en nuestras organizaciones que han sido ideados o desarrollados por este tipo de personas. Cuántas jornadas nos llevan todas esas reuniones que no sirven para nada. Todos esos procedimientos que nos obligan a rellenar informes que nadie lee, que acaban archivados o en la papelera. Toda esa abrumadora cantidad de datos, que es de tal magnitud, que no aporta información, que en muchos casos enmascaran la realidad y hacen tomar malas decisiones.

Pensemos si sólo están para justificar el puesto de algunas personas. Cuántos de esos procedimientos, reuniones, informes, datos, habría que tirar directamente a la basura y ocupar el tiempo que le dedicábamos, a tareas productivas que nos hagan avanzar en nuestros  objetivos.

 

José Ignacio Azkue