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Nos cuesta gran esfuerzo el cambio, y muchas veces abandonamos antes de empezar. Los objetivos parecen gigantes, el trabajo una epopeya, y nuestra voluntad pobre. Pero existe un secreto sobre pequeñas acciones, hábitos y una motivación acumulativa, que nos ayuda a transformar conductas y empresas.

Caminaba hace un tiempo despistado, cuando vi venir a un chico que canturreaba, irritando a su madre. La mujer le advertía, repetidamente: “cállate ya, me estas poniendo la cabeza como un bombo”. De repente, la señora, cansada de insistir, le grita:

– ¡Cállate! –y le pega un tortazo. Siguieron andando, en cordial silencio.

El hijo y su madre son dos aspectos de nuestro propio comportamiento. Somos el hijo cuando repetimos rutinas poco productivas o que no generan valor. Somos su madre, porque nos decimos a cada instante “tengo que cambiar, mañana ordeno el escritorio, debo generar procesos, el lunes empiezo la dieta, quiero pasar más tiempo con mis hijos”. Sin embargo, necesitamos el repulsivo golpe: una úlcera, la reacción desmedida, el ataque de estrés, pánico o ansiedad. De repente estás con la misma cara que el hijo cuando recibió el tortazo. Y si no es demasiado tarde, cambias.

El Kaizen es una técnica japonesa que sintoniza perfectamente con nuestra condición biológica (lo explican mejor autores como Robert Maurer). Al parecer, nuestro cerebro rechaza los grandes cambios y reacciona con temor, anulando cualquier motivación al cambio. Sin embargo, si realizamos pequeñas pero constantes acciones en dirección a un objetivo, el cerebro se siente a gusto, y vivenciamos una motivación acumulativa.

“Cada vez que envío un e-mail, me desespera no encontrar al contacto, pero tengo un lío en la base de datos, que sólo pensar en ordenarla me da dolor de cabeza”. Hazlo poco a poco: ordena 10 contactos cada día. “¡Pero mi base es de tres mil!”. No importa. Esta ínfima acción, repetida cada día, generará el Gran Cambio. Llegará un momento que:

  • la acción de ordenar se habrá hecho un hábito,
  • nos moveremos sin esfuerzo en la dirección correcta, y
  • habremos desactivado la temible imagen de la gigante base de datos queriendo fagocitarnos.

Además, esa pequeña acción repetida evitará que cambiemos a la fuerza por un colapso nervioso una tarde ajetreada, en la que no llegamos a enviar tres presupuestos urgentes. Pasa hoy tres minutos antes de la cena con tus hijos, dedica 5 minutos todos los días a ordenar tu escritorio, come un bocado menos de tu cena sin esperar el comienzo de la dieta el lunes. Y mañana de nuevo, y pasado, otra vez. En pocas semanas verás que has encontrado una fórmula para transformar tu conducta, tu empresa y toda tu vida.

 

José Ignacio Azkue