Tener problemas que resolver constantemente en tu trabajo no es algo extraño; es más, se podría decir que es la norma que, casi, impera hoy en día, en cualquier puesto de trabajo. Si te das cuenta de que el trabajo se te acumula y de que sientes que no puedes con todo, tal vez no se trate de que tengas muchos problemas sino de que, en realidad, tienes tan solo un problema; gestionar bien tu trabajo.

Cuando eres consciente de que el trabajo se te está acumulando porque no puedes dar salida a todo lo que te entra cada día, deberías preguntarte si el problema radica en tu propio trabajo o si, tal vez, deberías buscar su origen desde otro punto de vista.

Conozco a muchos profesionales convertidos en verdaderos especialistas en acaparar problemas y temas sin resolver, suyos y de otros; auténticos expertos en su trabajo que terminan convirtiéndose en apagafuegos, y no por incapacidad para llevar adelante sus obligaciones, sino porque su actitud les lleva a acumular, aunque inconscientemente, temas nuevos sin pararse a pensar sin van a poder darles salida.

Son personas que, cuando se les pregunta qué tienen pendiente de hacer, te lo cuentan con cierta claridad, te enumeran casi todos sus compromisos, ya que algunos se les pueden olvidar e, incluso, los tratan de jerarquizar. Pero se les nota ansiosas ante la carga de trabajo. Sin embargo, donde ellas ven problemas, fuegos, obligaciones y compromisos que terminan dificultando sus quehaceres, en general yo veo solo un problema.

Cuanto más te conoces, más claridad hay. El autoconocimiento no tiene final -no alcanzas un logro, no llegas a una conclusión. Es un río sin final” Krishnamurti.

No es cierto que el universo entero se haya conjurado para que el trabajo y los compromisos que estas personas aceptan lleguen sin parar hasta saturar su capacidad personal para ir resolviendo y cerrando cosas, no. El verdadero trabajo que deben de hacer es uno único: gestionar con efectividad su trabajo para que éste sea productivo. Y esto a su vez, tenlo muy claro, es otro trabajo distinto y tal vez nuevo, pero que hay que realizar.

Cada vez que a uno de estos profesionales le digo que el problema no radica en la cantidad de frentes abiertos que tenga sino en cómo los gestiona, la primera cara que veo es de incredulidad y asombro.  Es curioso constatar que lo último que identifican es que hay un problema de fondo pendiente de resolver.

Si realmente podemos entender el problema, la respuesta surgirá de él, porque la respuesta no está separada del problema” Krishnamurti.

Es asombroso que vean su problema reproducido en otras personas; es asombroso que, aunque cambien de trabajo o de responsabilidades sigan sufriendo por lo mismo; es asombroso, en fin, que no se den cuenta de que el problema lo tienen ellos y no el entorno.

No conozco a ningún profesional que no esté convencido de que los recursos escasos de que se disponga se deban gestionar con efectividad, pero pocos son los que ven que uno de sus recursos más escasos y que mejor deben de gestionar es la propia capacidad para dar por finalizados sus compromisos, es decir, su capacidad de trabajar, que desperdician de modo inconsciente.

La capacidad de cualquier profesional para enfrentarse y saber reaccionar ante el trabajo cambiante que impera en la actualidad ha de convertirse en una competencia incuestionable en estos nuevos tiempos ya que, de la pericia y de la efectividad con la que gestionen su trabajo, dependerán sus resultados casi tanto como de sus conocimientos y competencias.

Para gestionar bien el trabajo hay que llevar a cabo una serie de acciones reiteradas, aunque puntuales en el tiempo. Hay que adquirir ciertas prácticas que te permitan saber en cada momento a qué es a lo que mejor puedes dedicar tu atención en ese instante.

Parte de la solución pasa por transferir, delegar o, si se quiere, acomodar algunos de tus actos en tus hábitos de modo que, a través éstos, sea el subconsciente el que te lleve a actuar para, en vez de pasar el día reaccionando a cada estímulo nuevo que te llega, sepas apartarlo automáticamente con el fin de gestionarlo en otro momento y que, de esta forma, no interfiera en tu trabajo.  Cuando los hábitos forman parte de ti, ese “inconsciente” se vuelve un mecanismo casi inexorable que toma la decisión de actuar por ti.

Para entender lo inconmensurable, la mente tiene que estar extraordinariamente vacía” Krishnamurti.

Sucederá, entonces, que a pesar de que el trabajo siga igual de cambiante, el control estará dentro de ti. Con los hábitos adecuados, te verás apartando las cosas, según van llegando, a un registro externo de tu cabeza. Esto te permitirá, a posteriori, poder pensar sobre ellas y decidir sobre lo que significan para tus planes, el compromiso que representan para ti, incluso podrás definir con claridad las acciones físicas necesarias para completar lo que te ha llegado o, simplemente, sabrás apartarlo de entre tus compromisos cuando, con objetividad, no te interesen. Podrás, además, establecer los recordatorios necesarios, con un orden y en un lugar concreto, en aquel donde te resulte fácil buscar lo que te conviene hacer en cualquier momento.

Sorprende la abrumadora capacidad del ser humano para dispersarse y perder el foco de lo importante cuando se siente saturado de trabajo. En vez de alejarse de lo que le enturbia la visión y centrarse en lo que le interesa, casi siempre coge el camino más fácil que, por supuesto, suele ser el menos conveniente. Por ello se siente mal y cree que tiene muchos problemas pendientes de resolver y que no puede con todos cuando, en realidad, todo se centra en un único problema:  la mala, o deficiente, gestión de su trabajo.

Si esta situación no pudiera resolverse dejaría de ser un problema; sería el escenario habitual, pero la realidad es bien distinta: basta con que cada persona que se halle en esta situación identifique qué le pasa y, con su voluntad, se proponga realizar, y realice, los cambios necesarios para poder controlar su entorno y su trabajo.

 

 

José Ignacio Azkue